Decisiones Cruzadas

Capítulo 16

UN DÍA INSOPORTABLE

Stefanía Lancaster

El aire denso y cargado de humedad se aferraba a la ciudad acentuando el agobio de los últimos exámenes parciales. Una semana había pasado desde el incidente con Miguel y Gabriel, una semana llena de miradas furiosas de Miguel que intentaba ignorar, y de constantes mensajes de Gabriel que me hacían sentir una mezcla de confusión y atracción. Sol y Joel, por su parte habían comenzado su romance, y su felicidad me hacía pensar en lo complicado que podía ser el amor, especialmente en un momento en el que mis propios sentimientos estaban tan enredados.

El calor del verano, implacable, se extendía como una manta sobre la ciudad.

Lucía y Lili me acompañaban, como siempre en nuestro habitual recorrido por los pasillos del colegio, buscando un poco de frescor en la sombra de las paredes. El aire acondicionado de la cafetería nos recibió con un alivio momentáneo, y mientras disfrutábamos de unos licuados refrescantes, hablabamos de los exámenes, de nuestros planes para el verano y de la inminente fiesta de fin de curso. Sofía se unió a nosotras, y entre risas y confidencias, la atmósfera se llenó de la energía juvenil que solo la amistad puede brindar. Pero el breve respiro del recreo terminó demasiado pronto, y volvimos a nuestras aulas, donde la clase de sociología se convirtió en una tortura.

Las gotas de sudor resbalaban por mi frente, el calor me agobiaba, y el agua que llevaba se me había agotado. Sin prestar atención a la profesora, ya que había aprobado su parcial, me perdí en mis pensamientos que me impedía concentrarme en las palabras que resonaban en la sala.

- Stefanía, te estoy hablando - la voz de Lucia me sacó de mi ensimismamiento. Sentí su mano en mi brazo, y me di cuenta de que había estado divagando perdida en un mundo de fantasías y dudas.

- Lo siento - murmuré.

- ¿En qué estarás pensando? - preguntó con una sonrisa pícara que me hizo sonrojar - ¿En ese chico que te escribe tanto?

- En nada importante - respondí, aunque sabía que era una mentira. Mi mente estaba llena de Gabriel, de sus mensajes, de su sonrisa, de la incertidumbre que me provocaba su presencia.

- Y yo soy tonta, ya sé que en Gabriel. A mí no me engañas, Stefi - Su sonrisa se amplió, y sus ojos brillaban con una mezcla de picardía y complicidad.

- Ya basta - dije sonriendo para disimular mi nerviosismo.

- Stefi, dime, ¿hoy nos vienen a buscar? Es que no sé si podré caminar, el calor me mata - Lucía parecía a punto de desfallecer, su rostro estaba enrojecido por el calor.

- Mi madre dijo que no, porque Rodolfo está de licencia - Respondí.

- ¿En serio? - La decepción en su voz era palpable. Asentí, deseando poder hacer algo para aliviar su frustración.

- Qué mala suerte, justo hoy. Bueno, tendremos que caminar.

- Sí.

El timbre sonó, anunciando el fin de las clases. Lucía y yo caminábamos juntas hacia casa, bajo el sol implacable. El camino de veinticinco minutos se sintió eterno, cada paso era una tortura para nuestros pies doloridos. El asfalto caliente reflejaba el sol creando un efecto de espejo que intensificaba el calor. Al llegar, almorzamos rápidamente y luego nos bañamos en la piscina pasando la tarde entre chapuzones y risas, hasta que el sol empezó a ocultarse. Después de cenar, nos dedicamos a una maratón de películas, buscando un poco de entretenimiento ya que habían sido días largos y no teníamos problemas ya que al día siguiente, sábado, podíamos dormir hasta tarde. Sin embargo, mi madre nos dio una noticia que arruinó nuestros planes: al día siguiente, había una importante junta de socios en la empresa, para anunciar la compra de la mitad de una empresa en Madrid. Nuestra presencia era obligatoria. A regañadientes, acepté, aliviada al menos por la compañía de Lucía.

El sábado transcurrió con calma. Por la mañana, Lucía y yo fuimos de compras, buscando el atuendo perfecto para la junta. Recorrimos las tiendas, probándonos vestidos, buscando el que me hiciera sentir segura y elegante. Finalmente, encontré un vestido rosa pastel largo, que me llegaba hasta los tacones bajos, y que me hacía sentir cómoda y femenina. Lucía, por su parte, optó por un vestido verde claro corto que resaltaba su figura y que combinaba con unos tacones altos. Luego, nos dimos un capricho en una pastelería, Lucía eligió su favorito pastel de chocolate, y yo, uno de limón. Como Rodolfo seguía de licencia, tuvimos que caminar de vuelta a casa, bajo el sol abrasador. De repente, un coche se detuvo frente a nosotras. Cuando Gabriel bajó el cristal del copiloto, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

- ¿Las llevo? - preguntó con una sonrisa traviesa, sus ojos brillaban con una intensidad que me hacía sentir nerviosa.

- ¡Sí, por favor! Hace demasiado calor
- exclamó Lucía, aliviada. - Vamos, amiga - me dijo tomándome del brazo. Ella se sentó atrás, dejándome el asiento de copiloto.

- Enserio Gabriel, gracias por llevarnos. No sé qué hubiéramos hecho sin ti.

- No es nada chicas - respondió él, sonriendo. Se giró para mirarme, y yo le devolví la sonrisa, sintiendo mi corazón latir con fuerza. Su sonrisa me provocaba una mezcla de alegría y nerviosismo.

- Por cierto, ¿esta noche estarás en la junta de la empresa? - preguntó Lucía con la curiosidad que la caracterizaba.

- Por supuesto que sí, mis padres quieren que esté allí.

- Nosotras también iremos, así que nos veremos allí.

- Claro.

El viaje fue una mezcla de nerviosismo y anticipación. Lucía charlaba animadamente con Gabriel, mientras yo, más callada, intentaba controlar mis emociones. Al llegar a casa, Lucía se despidió, dejándonos a Gabriel y a mí solos por un breve instante, un instante cargado de una tensión palpable.

***

- ¡¿Enserio?! Es tan lindo - exclamó Lucía emocionada. Sus ojos brillaban con la ilusión de una amiga que deseaba lo mejor para mí.




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