UN SÁBADO FELÍZ
Stefanía Lancaster
Era sábado, un día caluroso en Madrid. El verano se sentía especialmente intenso, un contraste con la vida más suave de Italia a la que estaba acostumbrada. Mis padres estaban en la empresa, como de costumbre, ocupados con sus responsabilidades. Lucía había salido con su amigo de Instagram, y Joel había salido con Sol. Yo, en cambio, me encontraba sola en casa, sin nada que hacer. La idea de darle una oportunidad a Gabriel me producía una mezcla de ilusión y temor. Había decidido salir con él, a pesar de mis dudas, y Lucía, después de que no le gustará la idea de la cita nuevamente, termino aceptando.
El día se me hizo largo y aburrido. Para pasar el rato, me puse a ver películas, pidiéndole a Mabel, que preparara palomitas. Rocky, me hacía compañía. De repente, sonó el timbre. Mabel ya había terminado su turno, así que fui yo quien abrió la puerta.
- Hola, Stefi - dijo Miguel, su presencia me tomó por sorpresa.
- Hola - respondí, algo sorprendida. Había pasado tiempo desde lo sucedido en las carreras y la tensión aún flotaba en el aire.
- Quería hablar contigo, ya sabes, por lo que pasó entre nosotros - dijo Miguel, con un tono inseguro. Sus ojos reflejaban un arrepentimiento sincero.
- Te escucho - respondí, intentando mantener la calma. Aunque en mi interior sentía inseguridad.
- Mira, jamás quise obligarte a nada, solo quería pedirte perdón. Se que me comporté como un idiota, sé que tus sentimientos no me corresponden, y lo acepto. Solo quería arreglar las cosas entre nosotros. Quiero que seamos solamente amigos si es que tú quieres.
- No te preocupes, todo está arreglado - dije con una sonrisa forzada. Sentía una mezcla de alivio y de cierta pena.
- ¿Amigos? - preguntó tendiendome su mano con una sonrisa.
- Amigos - le correspondi con una sonrisa.
En ese momento, Miguel me abrazó. La sorpresa me paralizó. Fue un abrazo cálido, pero también un tanto incómodo. En ese instante, vi a Lucía aparecer en la puerta, con una expresión de sorpresa y confusión en su rostro.
- ¿Hola? - su voz reflejaba su asombro.
- Hola, venía a hablar con Stefanía para arreglar las cosas, ya me voy - respondió Miguel, con una voz apenada. Lucía asintió con la cabeza, sin decir nada más. Miguel se despidió y se marchó.
- ¿Qué fue todo eso? - preguntó Lucía, entrando a la casa. Su mirada era inquisitiva, buscando respuestas.
- No sé, solo vino a pedirme disculpas, ya sabes, por lo que pasó en las carreras - respondí, intentando restarle importancia al encuentro.
- ¿No crees que es raro?
- ¿Por qué debería ser raro? Solo se arrepintió de su comportamiento - dije, aunque en mi interior no estaba tan segura.
- La verdad, no me creo que esté arrepentido. Por cierto, ¿Qué hacías? - preguntó Lucía, con una sonrisa burlona.
- Veía películas - respondí, un poco a la defensiva.
- ¡¿Qué?! ¿Y no esperaste a verlas conmigo? Siempre que te digo de ver algunas, tú nunca quieres. ¡Qué falsa! - exclamó Lucía, con tono juguetón.
- Ya, solo estaba aburrida, imagina, estoy sola en casa - me defendí.
- Bueno, vamos, te acompaño a ver una - dijo Lucía, cambiando de tema.
Más tarde, mientras me preparaba para mi cita con Gabriel, la incertidumbre me invadía.
- No estoy tan segura de ir - le confesé a Lucía.
- Yo digo que vayas, después de todo, si no se aparece, te olvidas de él y ya - me animó Lucía, con su habitual optimismo.
- Vale - respondí, aunque el miedo seguía ahí.
- Bueno, ponte esto - dijo mostrándome un vestido sencillo pero hermoso. Me ayudó a peinarme y maquillarme. Me sentía un poco más segura, pero la emoción se mezclaba con el temor a una posible decepción.
- Mírame, si te deja otra vez plantada, no dudes en decírmelo, voy y le parto la cara - dijo Lucía, con su tono dramático habitual.
- Ya, amiga, claro, te aviso y lo hacemos juntas - respondí, riendo.
- Sin ninguna duda - afirmó Lucía.
La luna brillaba intensamente cuando Rodolfo me llevó al restaurante. Al llegar, no había nadie. La sorpresa fue mayúscula. De repente, apareció Gabriel, con un traje elegante. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaba realmente guapo.
- Te dije que esta vez no te decepcionaría - dijo tomando mis manos y acercándome a él.
La música comenzó a sonar, y comenzamos a bailar. En ese momento, el miedo desapareció, reemplazado por una emoción intensa. Mi corazón latía con fuerza, y sentí que Gabriel podía sentirlo. Una mezcla de felicidad y nerviosismo me inundaba.
El baile fue mágico. La música envolvió el momento, creando una atmósfera íntima y romántica. Cada movimiento, cada roce, cada mirada, fueron cargados de una intensidad que me dejó sin aliento. Sentí su cuerpo cerca del mío, la calidez de su piel contra la mía, y una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Fue un momento de plena entrega, donde la música, el ambiente y la compañía se unieron para crear una experiencia inolvidable.
El nerviosismo inicial dio paso a una creciente excitación. La alegría y la felicidad se mezclaban con una profunda emoción, un sentimiento de plenitud que me llenaba por completo. El miedo a la decepción se había desvanecido por completo, reemplazado por una confianza que crecía con cada instante. Mi corazón latía con fuerza.
La cena había terminado, y al salir al exterior, la luz de la luna bañaba el ambiente con un halo mágico. El aire fresco de la noche contrastaba con la calidez que sentía en mi interior. Estaba nerviosa, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Gabriel, percibiendo mi nerviosismo, tomó mi mano con suavidad, su toque transmitía una calma reconfortante.
- Stefanía - comenzó Gabriel, sus ojos brillaban con una intensidad que me dejó sin aliento - Quiero que sepas que me gustas demasiado, y no sé cómo decir esto, ya que no soy muy bueno en esto... uff - suspiró, su nerviosismo era palpable, y eso me conmovió. Su vulnerabilidad me hizo sentir aún más cercana a él.