Esta mañana me he levantado muy temprano con la intención de llevar a los niños a clase. Salí de la cama sintiendo mucha pereza después de estirar mis brazos y piernas y echar un vistazo a través de la ventana que mostraba los arreboles mañaneros de un cielo crepuscular; un primer pensamiento acude a mi mente aún salpicada por las vivencias de un sueño pacifico: hoy nos toca entrenar, ¡qué bien!, el clima va a estar agradable pues estamos ya en diciembre.
Mis pies se desplazan ligeros desde el pasillo de mi departamento hasta la cocina, mientras en mi mente se barajan diversas ocupaciones que debo atender con prioridad en el trabajo entremezcladas con recetas variadas para preparar el desayuno. En mi mente sin embargo un pensamiento placentero eclipsa al resto de aquellos otros que sucumbieron desapareciendo como pequeños islotes ante una marea alta: hoy voy al parque del Este pues nos toca hacer un trote de larga distancia, ¡que divino es ejercitarse allí!, además a ese parque he acudido fielmente desde que era una bebé y luego con mis hermanos e hijos en el transcurso de todos estos años…, ¡Ay que lindo, tantas historias bonitas he vivido en mi amado parque de Este a través de todos los años que he debido vivir siendo María Rebeca!
Feliz, apure la marcha concentrándome en preparar unas ricas panquecas con sirop de Papelón y pimienta guayabita, unos huevos revueltos y jugo de guayaba.
Con presteza termino de alistar las loncheras de mis hijos, los levanto y alisto, no sin batallar con ellos claro está, lo único que me anima es saber que muy pronto llegaran las vacaciones decembrinas, de verdad me confieso, necesito un buen descanso ante tan arduo trabajo. Mi esposo por otro lado se tomaba un café negro apurado mientras busca las llaves del carro.
Ambos con atuendos deportivos y los niños alistados hacemos nuestra primera parada en el colegio. Entre besos y abrazos nos despedimos de ellos.
Los miro desde cierta distancia al partir a sus aulas con sus morrales llenos de libros rodeados de sus amistades…,« ¡uff!! que grandes están mis hijos, como ha pasado el tiempo», mis cavilaciones se ven interrumpidas por la voz de Rafael José que me dice en tono tranquilo:
—Bueno, al fin solos —mira su reloj y me expresa en tono contundente:
—¡Vamos a entrenar al parque, hoy nos toca trotar una larga distancia!
Asiento entusiasmada pero mostrándole cierta reserva y dejando ver en mis ojos ciertos destellos de tristeza. Con respecto a mi vida sentimental, siendo muy honesta, últimamente mi esposo y yo no hemos estado muy compenetrados como pareja, pero no por eso dejamos de amarnos, sólo que no estamos viviendo nuestro mejor momento, a veces la cotidianidad hace merma en los momentos felices de un matrimonio…, así como diferencias que caen en el terreno de irreconciliables y sin solución las cuales me llevan a vagar en mi mundo interior donde soy libre de soñar por supuesto siempre sujeta a los límites de esa realidad en la que me veo inmersa por causas que me son enteramente desconocidas—cabe destacar que yo jamás pedí nacer y mucho menos pedí ser un humano con todo lo que esto implica—, ¡Ah! quién pudiera comprender a Dios y aquellas emociones excelsas que lo llevaron a soñar y crear… Yo como tú…, querido, me veo obligada a conformarme viviendo llena de dudas y solo teniendo la plena certeza de que un día irremediablemente moriré…
Bueno continuando inmersa en mis cavilaciones, al llegar al parque del Este, el mismo muestra todos sus encantos bajo un cielo despejado, era clara la armonía entre la infraestructura y la naturaleza, naturaleza manifestada bajo la presencia de variadas plantas, flores, arbustos y por supuesto pequeños mamíferos y aves que llenan de alegría con su presencia y sonidos el precioso parque.
Mi mente se relaja ante un día soleado que muestra sus encantos así como esa naturaleza enclavada en plena ciudad y que sin embargo, me sirven para alejar toda aquella aprensión y malestar por mis querellas conyugales con mi esposo aunado a preocupaciones de índole laboral. Así comienzo a trotar feliz y tranquila al lado de Rafael José, él en su mundo y yo en el mío.
Cómo les expresé anteriormente, el Parque del Este me ha visto crecer, es parte de mi historia como ser humano. Tengo innumerables fotos desde cuando era una bebé y luego niña junto a mi hermano y padres y posteriormente junto a amistades universitarias y diversos amores que luego siguieron cada uno su camino en la vida para finalmente culminar con mi romance con Rafael José y las largas sesiones de trote acompañadas de mimos y cálidos besos de novios…, y luego de casarnos y procrear por supuesto fuimos trayendo a nuestros hijos, que no dejan de crecer afortunadamente.
Al pasar trotando cerca de uno de los restaurantes me viene a la memoria aquel día hace ya 25 años en que unas compañeras de trabajo y yo decidimos por unanimidad hacernos una lectura de cartas. Me acuerdo claramente que Clara Elena fue la que lideró y llevó a cabo la idea. Recuerdo vívidamente aquel jueves hace más de 25 años cuando nos reunió a todas en el receso de mediodía en la oficina y nos dijo con aquella seguridad:
—Muchachas, conocí a una señora que lee las cartas y todo lo que me ha dicho se ha cumplido íntegramente…, ¿qué les parece si nos hacemos una lectura de tarot para saber nuestro destino?
Recuerdo que María Alexia sentada frente a la computadora rió con fuerza y dio un golpe con el puño sobre su escritorio mientras que Susana se levantó de su mesa para ver que estábamos cuchicheando, yo también me reí al principio un poco, pero fui interrumpida por Susana que acercándose velozmente le dijo en tono seguro a Clara Elena:
—Yo me apunto —y dirigiéndose a todas nos expresó con el semblante entristecido:
—Les voy a confesar muchachas…, que estoy teniendo demasiadas discusiones y malos momentos con Diego —bajó la mirada visiblemente apesadumbrada—, a veces pienso que quizá terminaremos divorciándonos, ¡qué pesar!…