Decisiones en el laberinto

Capítulo 3 Viviendo una experiencia trascendental

Bueno, volviendo a mi realidad en el parque de Este, en este instante caminando con paso firme por la grama junto a Rafael José mi esposo y amor de toda la vida, sin embargo, doy rienda suelta a mi imaginación elucubrando que hubiese sido de mí vida si yo hubiese tomado la decisión de hacer ese viaje que tanto me decía la vidente Raquel, separándome de él para siempre, e incluso preguntándome que de vivir esa otra vida que hubiese sido de la vida de Rafael José, vida en la que yo sería una gran ausente...

Nuestras vidas ahora mismo están íntimamente ligadas bajo el sagrado juramento del matrimonio eclesiástico y más aún por nuestros amados hijos y por supuesto todos mis cuñados y amigos en común, relaciones de trabajo…, y todo por esas: ¡decisiones, decisiones!, que todos los días debemos tomar por el mero hecho de vivir. Decisiones cuyas consecuencias debemos asumir y aprender a vivir con sus consecuencias.

Desde el día que nacemos alguien ya empieza a tomar decisiones por nosotros hasta que adquirimos cierto grado de consciencia y nos vamos entrenando en irlas tomando del modo más simple o inteligente posible con o sin conocimientos previos.

En nuestra edad infantil comenzamos tomando pequeñas decisiones y luego van aumentando en nivel de profundidad y alcance —sin contar por supuesto que todos hemos sido excluidos de la decisión más importante a nivel consciente: decidir vivir la vida— y me preguntó una y otra vez: ¿pedí yo nacer?, mi respuesta es a nivel consciente: no. ¿Y tú querido…?, seguro que lo has pensado…

Bueno, saliendo de mi mundo interior en el que con tanta frecuencia vivo sumida, me encuentro nuevamente en el Parque del Este en el área de los columpios y del legendario laberinto que tantas veces recorrí en mi infancia persiguiendo a mi hermano Alberto y muchos años después a pesar de que hay otros juegos el laberinto sigue en pie como 40 años atrás, mostrando todo su misterioso encanto.

El laberinto muestra a cierta distancia todos su recovecos de cemento bajo un maravilloso sol brillante que ilumina todo a su alrededor, los árboles cercanos se mecen suavemente y las aves siguen su vuelo alegre en el cielo azul celeste. Dirijo mi vista hacia Rafael José que está distraído inmerso en su mundo íntimo disfrutando seguramente el hermoso panorama mientras bebe agua de su termo deportivo.

«Caramba» pienso llena de emociones cambiantes, «Rafael José mi esposo el gran amor de mi vida, hombre fiel y padre de mis adorados hijos…, y pensar que lo conocí por pura casualidad en la fiesta de cumpleaños de mi amiga María Rosa y justo ese día en la mañana había tenido un fuerte dolor de cabeza y por dos horas pensé que no podría ir a la fiesta…»

Pero conectándome nuevamente con el mundo real le digo a Rafael José en tono alegre:

—Amor mío, mí amor, ¿me escuchas?—le sonrío y le miro directo a los ojos, él me devuelve la sonrisa —Dulzura, mira el laberinto, está igualito a cuando tenía solo 5 años, solo que se ve menos imponente. Recuerdo que Alberto y yo en la infancia lo recorríamos una y otra vez perdidos entre sus recovecos en aquella blancura de nuestro mundo infantil, tan lejana a mi actualidad…,¡qué bellos recuerdos!. Rafael José..., ¿qué te parece si entramos los dos y jugamos a perdernos entre sus paredes de cemento?.

Rafael José se ríe a carcajadas y mirándome de modo socarrón me expresa:

—¡Ay mi amor por favor, tú siempre con tus ocurrencias de niña!, ¡je,je,je!, jamás terminas de crecer… —sus ojos denotan picardía absoluta, quizá al recordar aquella vez antes de ser padres que después de trotar unos 10 kilómetros un día soleado como este hace más de 20 años recién casados, al finalizar la sesión de trote jugamos un rato en el dichoso laberinto y luego fuimos a nuestro recién estrenado departamento. ¡Ah!, aún recuerdo que para ese entonces nuestros cuerpos aún tenían energía desbordante para amarnos en la intimidad, ¡Oh!, cuánto placer desbordante nos prodigamos tan dulcemente enamorados …

De pronto mis pensamientos se ven interrumpidos pues él corre hacia el interior del laberinto. Eso me toma absolutamente desprevenida y siguiendo su juego corro tras de él, pero al tomar la delantera se pierde entre aquellas paredes de cemento que muestran diferentes caminos y atajos…, camino con paso sereno entre risas buscando alguna salida y sin querer me adentro en las profundidades de aquel laberinto de paredes elevadas, miro al cielo que luce un azul celeste surcado por pocas nubes visualizando el fugaz vuelo de un par de guacamayas coloridas que pronto desaparecen de mi vista.

En el interior del laberinto llego a un punto donde se me ofrecen tres salidas…, algo dubitativa analizo qué camino me conviene tomar para conseguirlo y por supuesto le pido ayuda para encontrarlo, diciendo entre risas perdidas en el aire:

—¡Rafael José, Rafael José…!, ¿Dónde estás? — pienso sonriente: «caramba, se me perdió el hombre, que bueno que está hoy de lo más bromista, cosa rara en él», esperé unos segundos pero no me respondió. De pronto un viento gélido me envuelve completamente y el cielo se torna en un azul más oscuro y denso…, me asusto y lo vuelvo a llamar algo preocupada, pero nada, no me responde.

Recuerdo entonces repentinamente aquella sesión de lectura de cartas aquel sábado de 1997, las palabras de la vidente siempre han quedado soterradas a lo profundo de mi ser y ahora vienen nuevamente a mi mente de forma clara y firme, no puedo negar que muchas de sus predicciones que hizo en aquel momento se han cumplido cabalmente. Si bien mi matrimonio con Rafael José gran amor de mi vida ya cuenta con 22 años, no puedo negar que han me han convertido en una mujer muy dependiente de él a nivel emocional y mis miedos y ansiedades es algo con lo cual he debido luchar con ahínco cada día de mi vida y muchos proyectos personales han pasado a segundo plano poniendo prioridad a sus necesidades y por supuesto a la crianza de nuestros maravillosos hijos.




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