Decock

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 —Y luego de esto, ¿qué harás?

—Lo mismo de siempre-respondo mirando al frente a través de la ventana—Saldré de aquí, iré con la señora Martha por un helado, esperaré a mi papá e iré a casa, supongo.

—¿Haces lo mismo cada vez que vienes?.

—Sí—me giro para encarar a mi psicóloga—Hago exactamente lo mismo, una y otra vez.

—Tu rutina, es muy metódica, ¿no te parece?

—Sí, lo pienso todas las noches cuando me acuesto y hay veces en las que pienso o más bien, quiero dejar esa rutina y por fin dar paso a que las cosas tomen su curso como quieran. Pero no puedo, si no sigo una línea, un camino, simplemente las cosas no me saldrán bien. Temo que eso suceda.

—Entiendo perfectamente tu temor, pero ¿sabes?, debes intentarlo. Ya has escuchado varias veces que no hay que tenerle miedo al cambio. Incluso lo hiciste cuando decidiste venirte a vivir con tu papá, ¿o me equivoco?

—Sí, tienes razón, pero en ese entonces estaba entusiasmada, feliz de saber que tendría una vida nueva, el saber que conocería más personas. Sin embargo, ahora he vuelto a caer de lo que tanto anhelaba escapar. Nada de lo que haga me da felicidad o satisfacción, simplemente vivo mi día a día haciendo mis actividades normales conformándome con ello.

Un zumbido suena, es la indicación para saber que mi sesión ha terminado.

—Te veré la próxima semana—dice mi psicóloga con esa sonrisa tan serena característica de ella.

—Te veré la próxima semana—le esbozo una sonrisa de lado sin mucho ánimo.

—No olvides tomar tu medicina.

—Descuida, a mí, nada se me escapa—le guiño un ojo y sin más salgo de ahí.


 


Miro mi helado, no imagino un sabor más exquisito que este.

—¿Rico?—me pregunta doña Martha.

—Lo mejor de lo mejor—le respondo volteando a verla y regalándole una sonrisa sincera de lado.

—Te noto cansada, hija. ¿Todo bien en tu semana?.

Enseguida agacho la mirada.

Doña Martha, desde que llegué aquí y he venido por estos rumbos ha sido muy agradable conmigo. Quizá sea porque tres veces a la semana vengo a comprarle helado, o quizá porque realmente le preocupe. De cualquier forma, le agradezco tanto que lo haga.

Mantengo mi mirada al frente y regresan las palabras de la psicóloga a mi mente: no olvides tomar tus medicinas.

Ya hace un año que estoy con el tratamiento correspondiente, que según mi doctor, para estas fechas ya debería estar en remisión. Pero no, aún no se logra. ¿Cuándo será por fin el día que llegué a suceder? De tan sólo pensar que eso no pasará, mi cuerpo se estremece y mi motivo para seguir respirando disminuye cada vez más.

—¡Aleeza!, tu papá te llama—la voz fuerte de la señora Martha me saca de mis pensamientos.

—Muchas gracias por todo, la veo luego—le esbozo una sonrisa de lado.

—Cuídate mucho, hija—me devuelve la sonrisa.

Del otro lado se encuentra mi papá. No tiene mucho que me he venido a vivir aquí con él y su familia. Me ha sentado bien el cambio, mi vida anterior era bastante abrumadora y necesitaba algo nuevo. Pero iré contando esos detalles conforme lo vea pertinente.

—¿Cómo te fue hoy, mi amor?—mi papá siempre ha sido muy cariñoso con nosotras sus hijas y yo he tratado de serlo, aunque me cueste muchísimo. A veces me siento mal, porque sé que debería demostrarle más, pero uno de mis más grandes defectos es el no poder decir o expresar lo que siento.

—Muy bien, me he sentido bastante plena—sonrío.

—Me alegra saber eso, hija. Recuerda que ya estás próxima a iniciar la universidad y queremos que la inicies bien. Sin que tengas algún brote.

—Así será, papá. Por cierto, necesito que me lleves a hacer algunas compras para mi puesto, por favor.

Desde el año 2017, que fue cuando mi otra yo apareció, todo se vino abajo. Absolutamente todo. Y más, en lo económico.

Hace unos meses que se hizo el esfuerzo y vine a vivir con mi papá.

Ante la situación económica, nunca me he negado en querer aportar algo.

Así que, como en mi antigua casa, aquí también decidí comenzar mi negocio de postres para poder ayudarnos con los gastos del tratamiento y, próximamente, la universidad.

Al principio, como en todo, fue desesperante, pues como todos, quería obtener fruto de la noche a la mañana. Tuve que esperar. Sin embargo, hoy en día no me quejo. Sé que tengo que esperar y sobre todo, esforzarme para crecer aún más pero llegará el momento cuando sea su tiempo.

Luego de realizar las compras, nos dirigimos a la casa. Un día más de rutina: comimos en 'familia' y de ahí, cada quien en sus propias actividades.

Para ser específica, actualmente vivo con mi padre, su nueva mujer, los dos hijos de aquella y mis dos medias hermanas. Un gran número.

Ha sido difícil tomar esta decisión para mí, quizá, la segunda más fuerte de todas. Pero quiero salir adelante, quiero tener un buen trabajo en un futuro y así, poder pagarle a mi família todo lo que han hecho por mí.

Por eso, a veces, vale la pena sacrificarse un poco para obtener lo que se desea y más, por quienes más quieres.

Después de un rato de indagar en mis cosas sin relevancia, me despedí de todos y fui directamente a descansar.

El siguiente día sería intrigante, pues tenía que ir a la universidad a un paseo de "guía" para nosotros, los de nuevo ingreso.

Una parte de mí, moría de emoción en querer ir, pero otra se aferraba al pasado.

Específicamente, se aferraba a esos ojos tan intensos y profundos que alguna vez vi.

No sabes cuánto desearía el poder verte mañana.




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