Definitivamente no el chico bueno

CAPÍTULO 1

JAMES

Madison Square Garden, Nueva York

16 de julio del 2011

Caminaba a toda prisa escoltado por tres hombres de seguridad y Lia Banfield, quien gruñía sobre cuán irresponsable era yo y cómo ella deseaba golpearme, pero no lo hacía porque no había jodido tiempo para eso. Traté de bloquear sus reclamos de mi cabeza mientras me deslizaba la camiseta de algodón gris que ella acababa de darme.

—Ten. —Me tendió la chaqueta negra de cuero con estoperoles—. Rápido. No hay tiempo para cambiar tus puñeteros pantalones, subirás así.

—Bien —gruñí de mala gana mientras me ponía la chaqueta.

—Los demás ya están en sus lugares. Date prisa —insistió, la idea de ahorcarla sonaba estupenda en mi mente—. Y después quiero saber dónde coño se metió tu estúpida nueva asistenta que, se supone, debió hacerte llegar puntual. Cosa que es evidente no hizo.

—Noticias: ya no tengo una estúpida nueva asistenta. —Le di una sonrisa torcida y el rostro de Lia se contorsionó en una mueca, ella estaba a punto de soltar un montón de mierda para mí—. Ap, ap, ap… —la detuve, levantando la mano y enfatizando hacia mi oído los gritos que se oían—. ¿Oyes eso? Son furiosas fanáticas esperando por BadBoy… esperando por mí.

Lia apretó los labios y me dio una mirada iracunda. Ella sabía perfectamente que mi declaración sobre no tener más una asistenta traería problemas, porque tanto Michael Dunn —el representante de la banda — como Daniel Johnson —fundador y director de Beat Entertainment, la compañía que nos respaldaba— se habían propuesto fastidiarme al insistir en conseguirme un asistente personal. Lo que en realidad significaba que ellos querían que yo tuviera una niñera que me siguiera a todos lados y se asegurara de mantenerme alejado de los problemas.

Cuando averiguaran que había despedido a la última chica que contrataron me darían un sermón que, siendo honesto, no tenía ganas de oír. Estaba cansado de esa mierda.

—Solo lleva tu culo a su lugar ya mismo, Wolf —gruñó—. Alguien por favor pásele la guitarra, no podemos seguir perdiendo el tiempo.

Un chico del staff me entregó a las prisas un puñado de púas y mi guitarra, murmurando que se había encargado de afinarla. Me guardé las púas en el bolsillo, conservando solo una entre mis dedos, y caminé hasta la plataforma que me correspondía. La voz en mi oído habló a través del apuntador. El técnico preguntó si todos estábamos listos para hacerlo. Sabía de antemano el procedimiento de esto, así que me limité a levantar un pulgar para la cámara que estaba grabándome y enviando todos mis movimientos a una transmisión en vivo para la gente del staff, quienes supervisaban que todo fuese perfecto.

La voz que salía del apuntador comenzó la cuenta regresiva.

Tres...

Dos...

Uno...

La plataforma en la que estaba parado comenzó a ascender a un ritmo constante, la estructura bajo el escenario desapareció de mi vista poco a poco y fue reemplazada por humo, una lluvia de chispas artificiales y ruido, mucho ruido. La marea de fans comenzó a gritar con más fuerza cuando aparecimos en escena, coreando el nombre de la banda.

Carter en el teclado, Blake en la batería, Eric a cargo del bajo y Logan y yo con las guitarras. Los cinco éramos BadBoy.

—¡¿Qué hay, Manhattan?! —gritó Eric, sonriendo, absorbiendo la energía que manaba del público—. ¡¿Están listos para enloquecer esta noche?!

Ellos respondieron con un rugido potente, feroz, hambriento del espectáculo que habían pagado por ver. Eric sonrió, satisfecho, y los señaló mientras decía:

—Ahora, eso es de lo que estaba hablando, Troublemakers[1] . ¡Dejemos que comience la diversión!

Y esa fue nuestra señal.

Me concentré en la música, en mi guitarra, y traté de olvidar mis tormentos. Cerré los ojos al inicio de la primera canción, sintiendo la melodía vibrar en mis venas y colarse en mi pecho. Con la guitarra entre mis manos la música cobraba vida, y la vida volvía a tener sentido.

Solo en ese momento en el que me encontraba en el escenario podía olvidar todo lo que estaba mal y entregar lo bueno que quedaba de mí. No era mucho, de todos modos, pero ayudaba a liberar un poco de mi alma.

Dos canciones después de iniciar, la primera estrofa de Party animal fue suficiente para que los gritos se volvieran más intensos, si es que eso era posible, y el primer sostén cayó en el escenario. A pesar de mí, el show estaba yendo fantástico. Mejor que muchos de la gira del año pasado, al menos.

Cuando fue el turno de cantar Set me free me embargó la misma sensación de ahogo que sentí mientras la escribía el invierno pasado y el dolor cantó por mí.

 

Esto es real… Ohhh… tan malditamente real.

Libérame, por favor, libérame.

¿No lo harás?

Puedo oler mi propio miedo, revivir el dolor.

Y aquí estoy…

Viviendo dentro de una pesadilla, preguntándome cómo pasó.

Grito en voz alta mientras las lágrimas caen.

¿Alguna vez sentiste esta desesperación?

Nadie te escucha…

Nadie se acerca…

Ohhh, ohhh, no, nadie lo hace.

Libérame, por favor libérame…

Manos frías y vacías es todo lo que queda.

Incluso mi reflejo se ha marchado…

Estoy atrapado sin salida.

Correr duro nunca es suficiente.

Sí, estoy atrapado…

Y estoy rogando, rogando, rogándote…

Libérame, por favor, libérame.

Ohhh, ohhh…

[…]

Pero no importaba cuánto lo pedía, las cadenas que me ataban no se iban.

 

SSS

 

—¡Así se hace, hijos de puta! —gritó Logan, eufórico, caminando de espaldas para chocar los puños con todos los miembros de la banda, uno por uno, mientras íbamos a los camerinos—. ¡Al estilo BadBoy, cabrones!

—Cierra la boca, Price —lo silenció Lia, quien venía con Mike—. Felicidades, chicos. Lo hicieron bien.

—¿Bien? —replicó Logan—. Lo hicimos putamente fantástico. Tú, Lia Banfield, no nos des un jodido «bien» solamente.



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En el texto hay: badboy, música, romance

Editado: 27.03.2020

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