Definitivamente no el chico bueno

CAPÍTULO 2

JAMES

Sentí el vacío en mi pecho otra vez.

Casi nunca se iba, en realidad. Siempre allí, recordándome la pérdida, recordándome la impotencia y mi incapacidad de mantener conmigo a los que amaba.

Miré por encima del hombro a la chica que estaba profundamente dormida en la cama y el remordimiento me golpeó con fuerza. Mi cabeza dolía como el infierno y estaba seguro de que la jaqueca se quedaría por el resto del día. Sarah era la cuarta asistenta en fracasar (la primera después del estirado con el que Mike tuvo que lidiar por más de dos semanas para convencerlo de que no me demandara y se fuera feliz con una jugosa cantidad de dinero en los bolsillos), y también la que duró menos que cualquiera. A Sarah le tomó solo dos días de insinuaciones, de enseñarme sus faldas cortas y blusas escotadas antes de traerme a su apartamento. Ambos sabíamos sus intenciones, le advertí que cruzar la línea de lo profesional equivaldría a no poder seguir trabajando juntos… eran mis reglas y ella las aceptó. Gracioso que estuviera así de dispuesta, tomando en cuenta que Mike me juró que ella no era otra fanática aspirante a groupie cuando la contrató. Él prometió que Sarah solo era una chica tomando un empleo que necesitaba para vivir. Por supuesto que sí.

Me puse las botas y alcancé silenciosamente el buró ubicado junto a su cama, rebusqué en su cajón hasta hallar papel y un lapicero. Rápidamente garabateé una nota para que ella encontrara al despertar.

Gracias por lo de anoche, Sarah, la pasé bien contigo.

Eres una chica increíble, pero no creo que deba repetirse.

Por favor, quedémonos solo con los buenos recuerdos,

James W

Di una mirada más a mi alrededor, frustrado. No lo podía evitar, una parte de mí sentía que estaba traicionando la promesa que le había hecho a Bonnie de esperarla. ¿Era estúpido? Probablemente. Ya habían pasado casi dos años desde su partida y yo seguía atrapado en este círculo vicioso e interminable. Por momentos, cuando estaba demasiado agobiado y cansado de todo, me repetía a mí mismo que tenía que seguir adelante con mi vida y olvidarla, pero tal vez era la culpa la que no me dejaba continuar. ¿Cómo cambiar de página cuando la que estás leyendo es inconclusa? Nunca hubo un cierre para nosotros, ella solo se fue dejándome con promesas y la culpa carcomiéndome. Culpa… por no haber sido suficiente para protegerla, para mantenerla a mi lado.

Suspiré, pellizcando el puente de mi nariz, y decidí marcharme de una vez por todas.

La humedad y el calor estival me recibieron al salir del edificio de tres pisos donde se quedó durmiendo la que hasta ayer fuera mi asistenta. Subí al auto sin perder el tiempo y conduje hasta mi casa: un apartamento en una zona tranquila al que me había mudado el año pasado. Cuando llegué, tomé una ducha tibia que no me hizo sentir mejor, como esperaba que hiciera. Ni siquiera la comida que Marie preparó para mí me reanimó un poco. Es solo que este era uno de esos días en los que me sentía emocionalmente demolido, y sabía muy bien qué era lo único que podía hacer cuando me sentía así: refugiarme en las páginas de un libro.

—No has comido nada —observó Marie cuando me encontró poniendo el plato en el fregadero.

Traté de sonreírle un poco. Ella era una de las pocas personas por la que yo haría un esfuerzo por sonreír últimamente. ¿Cómo no lo sería? Ella siempre estaba allí para mí, incluso más que mi propia madre.

—Casi no tenía hambre —me excusé—. Iré a leer un rato, Marie.

Ella esbozó una mueca y pasó una mano por su cabello entrecano, que se encontraba recogido en un moño alto. Estaba preocupada por mí, la expresión en su cara era inocultable. Mierda, odiaba preocuparla. Marie era como una madre para mí, yo solo quería que ella fuera feliz. A menudo la alejaba de mí por esa misma razón, porque sabía que ver de cerca lo que estaba haciendo con mi vida no hacía más que agobiarla.

Me incliné hacia ella y besé su frente antes de decirle que se tomara el día libre. La oí suspirar mientras yo entraba a mi habitación. Aunque no estaba de acuerdo, no iba a discutir conmigo. Me daría mi espacio… siempre lo hacía.

El antiguo libro verde de pasta dura con el título Historia de dos ciudades escrito en color dorado sobre su lomo estaba en mi buró. Lo había terminado de leer por enésima vez unas noches atrás, pero siempre lo mantenía allí, al alcance de mi mano. Lo agarré mientras me acomodaba contra la cabecera acolchada de la cama, listo para sumergirme en sus páginas una vez más.

Solo el hecho de sentir entre mis dedos la textura de la cubierta instaló en mí una inexplicable sensación de tranquilidad. El libro tenía las hojas amarillentas ya, estaban así desde que había llegado a mis manos el año pasado. Me gustaba creer que eso significaba que había sido adecuadamente leído, disfrutado y apreciado antes de mí.

Abrí el capítulo uno del Libro primero enseguida, encontrándome con las ya familiares palabras.

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.

—Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada… —repetí en voz alta para mí mismo.

Todo... pero nada.

¿Por qué esa frase siempre se sentía como mi propia historia?

Todo y nada. Eso era lo que yo tenía.

 

SSS

 

Cinco capítulos más tarde, mi celular sonó. No tenía ganas de hablar con nadie, pero el que llamaba era insistente. Terminé por devolver el libro a la mesita de noche con un bufido y atendí la llamada de una vez por todas.

—¿Qué pasa?

—¿Dónde estás?

Era Daniel Johnson. Mi momento de paz traído por el libro había terminado. Dan y yo solíamos tener una relación cercana —casi de familia — desde que nos conocimos años atrás, pero nos habíamos distanciado y ahora las cosas no estaban bien entre nosotros. El problema con el asistente estirado al que golpeé la última vez lo hizo cabrear a tal punto que a duras penas me había dirigido la palabra después de eso.



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En el texto hay: badboy, música, romance

Editado: 27.03.2020

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