Definitivamente no el chico bueno

CAPÍTULO 5

EMMA

En persona, James Wolf poseía un par de glaciales ojos azules que intimidaban. Era tan atractivo como se veía en las revistas y televisión, por supuesto, pero también era algo más que las cámaras no mostraban: desagradable, irritante, engreído… un cretino insoportable.

Y también… James era la persona con quien trabajaba ahora.

¿Cómo me había metido en un lío así de gordo? ¡Era una tontería! Si me hubiese controlado… Si no me hubiese dejado guiar por el cabreo, entonces mi vida no habría terminado enredándose de esta manera. Nunca pensé que lo conocería a él, a su mánager o al mismísimo Daniel Johnson en persona, pero ahí estaba yo: una tonta cabreada que había armado un escándalo en Beat Entertainment delante de todos ellos.

Yo misma me había echado la soga al cuello, caray. Aunque, claro, ¿quién iba a decirme a mí que a Daniel Johnson se le iban las cabras y encontraría como una cualidad perfecta, según sus propias palabras, el hecho de que James y yo no nos soportáramos? ¡Hombre loco! Y pensar que crecí escuchando su música mientras mamá me contaba que él era su amor platónico de la juventud y papá rodaba los ojos diciendo en broma que entonces ella debió haberse casado con Daniel y no con él.

Mamá habría estado muy decepcionada de su ídolo si supiera que él perdió la chaveta. Y yo entendería ese sentimiento mejor de lo que me gustaría admitir.

Frustrada, tiré de un puñado de mi cabello y lloriqueé por mi mala suerte.

—Chica, ¿qué diablos? Vas a arrancar tu cabello.

Ah, pequeño detalle. Me olvidaba de que no estaba sola.

Liberé mi cabello lentamente y, suspirando, giré en mi silla y le ofrecí una sonrisa incómoda a Aria. Ella estaba recostada en la cama, con los codos apoyados a los lados para sostenerse y la cabeza levantada, observándome con las cejas enarcadas.

Aria era mi rubia —y a menudo ausente— compañera de dormitorio. Este era el segundo semestre que compartiríamos habitación en la residencia estudiantil, ella estudiaba medicina veterinaria mientras que yo cursaba la licenciatura en trabajo social. Había llegado de sus vacaciones apenas esta mañana.

—¿Lo siento?

Se incorporó, sentándose en la cama.

—¿Va todo bien? Sé que no nos conocemos mucho, pero… —frunció el ceño— puedes hablar conmigo si quieres.

Me mordí el labio inferior, tentada por la oferta. Para ser honesta, hablar con alguien me caería bien. No quería contarle a mis padres lo que estaba ocurriendo y mi mejor amiga Kate, que se hallaba a kilómetros de distancia en Texas, hacía mucho que no respondía a mis mensajes ni llamadas. Ni siquiera la había podido ver en las vacaciones, cosa que apestaba, porque de verdad la extrañaba. Cuando nos graduamos y tomamos caminos separados, prometimos que la distancia no nos iba a afectar. Ya no estaba segura de que fuera así, quizá esa promesa tenía una fecha de caducidad que ya se había cumplido.

—La cosa es que… tengo un nuevo trabajo —decidí confesarle a Aria. Ella esbozó una amplia y brillante sonrisa que provocó que sus ojos azul bebé se achicaran.

—Eso es fantástico, ¿no? La última vez dijiste que querías uno. ¡Felicidades!

—No es tan fantástico —suspiré, cruzándome de brazos. Estaba en pijamas y mi cabello era un desastre, probablemente lucía un poco ridícula. Como una niña demasiado grande para hacer un berrinche.

—¿Por qué no? —preguntó confundida.

—Porque… no es lo que quería. No tiene relación con lo que estudio y el tipo con el que voy a trabajar es un… —Apreté los labios y negué con la cabeza—. Él no es agradable.

—Es un hijo de puta, lo capto —asintió.

—Desearía no haber tenido que tomar el empleo.

—No tienes que hacerlo —replicó, su entrecejo fruncido—. No es como si estuvieras obligada. Si el tipo es un cabrón, renuncia. Hay más lugares donde podrías trabajar. Y si te urge realmente el dinero, yo podría prestarte…

—No, no. —Levanté la mano y negué con la cabeza—. Te lo agradezco, pero no es eso. Solo… es complicado.

Aria abrió la boca para decir algo, pero en ese momento alguien golpeó la puerta de nuestro dormitorio.

—¡Aria, vamos! —dijo una voz masculina al otro lado de la puerta.

—¡Un segundo, Dom! —respondió la rubia, dándome una mirada de culpa por la interrupción de su novio—. Emma…

—Ve, adelante —la animé—. Está bien.

—¿Estás segura?

—Sí… sí. —Hice un gesto con la mano, restándole importancia al asunto—. Yo tengo un libro que terminar de leer de todos modos —señalé mi escritorio, donde mi compañero de esta noche se encontraba con el separador marcando la página en la que me había quedado.

—Vale, bueno… —Se puso de pie y fue por su bolso a su mesita de noche antes de volver a mirarme—. ¿De verdad estarás bien?

—¡Nena, me hago viejo aquí afuera! —Dominic, impaciente, volvió a golpear la puerta.

Aria rodó los ojos.

—¡Jesús, dame un minuto, Dominic! —gritó de regreso, acomodando su cabello rubio detrás de sus orejas—. ¿Emma?

—Estaré completamente bien —prometí, sonriéndole para confirmarlo—. Ve, te están esperando.

Aria frunció los labios en una mueca.

—De acuerdo. Me quedaré en el apartamento de Dom esta noche, pero puedes llamarme si necesitas cualquier cosa, ¿vale?

Asentí y ella vino a darme un rápido abrazo. Ella siempre daba abrazos, me había dado uno incluso el mismo día que nos conocimos.

—Y si no te gusta el trabajo o tu jefe, deshazte de ambos, ¿vale?

Me obsequió una sonrisa, apretando con gentileza mi hombro, y se marchó.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, suspiré. Aria y yo no hablábamos mucho, sobre todo porque ella no pasaba mucho tiempo en el dormitorio que compartíamos. Tenía que admitir que en algún punto me había preguntado por qué ella no se mudaba a vivir con su novio si pasaba más noches allí que aquí, pero, por supuesto, ese no era uno de mis asuntos.



#3554 en Novela romántica
#203 en Joven Adulto

En el texto hay: badboy, música, romance

Editado: 27.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.