Definitivamente no el chico bueno

CAPÍTULO 7

EMMA

Tonta.

Tonta.

Mil veces tonta.

Él estaba tan silenciosamente furioso que creí que le daría un ataque y se moriría allí mismo. ¿Por qué no podían salirme bien las cosas? Quería mantenerlo simple. No deseaba problemas con James Wolf, lo había pensado toda la noche anterior y había llegado a esa conclusión, lo mejor era mantener las cosas profesionales con él, frías. Aunque debía admitir que cuando me sacaba de mis casillas era un poco difícil morderme la lengua y no responderle como se merecía… ¡pero lo estaba intentando, para que conste!

Qué desastre. Ahora él creía que le había perdido una camisa y quemado otra a propósito. ¿Cómo llamarías a eso mantener las cosas simples y profesionales? Era como haber inaugurado la zona de guerra. Una guerra en la que yo no quería participar.

Me sobresalté al sentir un apretón en el hombro.

—¿Te encuentras bien? —Lia Banfield me miraba con el ceño fruncido.

Oh, sabía bien quién era Lia. Había visto algunas fotos suyas y escuchado ciertos rumores. Ella era una chica guapa. Tenía el cabello negro y corto, a la altura de la barbilla, y unos ojos verdes impresionantes. Aunque era más baja que yo, era ella la que conseguiría intimidar a cualquiera. Solo necesitaba darles una mirada.

Tomé una bocanada de aire y asentí, sintiendo mi lengua seca.

—Sí, sí. Lo siento. Estoy bien.

Ella retiró su mano y se cruzó de brazos, mirándome con intriga.

—Estabas pálida, como si hubieras visto un fantasma.

—Pues casi…

Lia ladeó el rostro, entrecerrando sus ojos hacia mí, y finalmente tomó asiento en la silla libre. Ella me había llamado para pedirme que nos encontráramos… Si no me hubiese distraído con esa llamada suya, tal vez no habría quemado la camisa de James. O quizá sí, las tareas del hogar no eran mi fuerte. Podía con las cosas básicas como barrer y lavar platos, pero cocinar y planchar no entraban en mis habilidades.

—Estabas en casa de James, ¿cierto?

Chasqueé los dedos, señalándola con torpeza.

—Correcto, de ahí vengo.

Lia volvió a entrecerrar los ojos con desconfianza.

—¿Él… te hizo algo?

—¿Que si me hizo…? —Abrí mucho los ojos y me eché hacia atrás en la silla—. ¡¿Qué?! ¿Acaso crees que él podría haberse propasado conmigo?

—Oh, Dios, no. ¿Qué estás pensando? No, no. James Wolf puede ser insoportable en muchas maneras, pero nunca creería que haría algo tan sucio como eso. —Sacudió la cabeza—. Es un idiota, pero no de ese tipo. Pensé que quizá te habría fastidiado o dado mierda para hacerte renunciar.

Dejé caer los hombros y negué con la cabeza.

—La que lo fastidió fui yo.

—¿Qué? ¿Por qué?

Hice una mueca.

—Perdí su camisa en el metro y le quemé otra con la plancha sin querer.

—¡Oh, no lo hiciste! —se carcajeó.

—Sip. Lo hice. Dos strikes en un día. Qué récord, ¿no?

Ella me dio una sonrisa amistosa.

—No está tan mal. Los equipos de béisbol reciben bastantes más strikes que esos a lo largo de cada juego y viven con ello, así que tú puedes vivir con los dos tuyos —dijo guiñándome un ojo.

A pesar de su apariencia algo intimidante, Lia era amable. Le sonreí de regreso.

—Entonces… ¿Michael te dio mi número? ¿Necesitas algo de mí?

—Oh, sí, eso. —La sonrisa en sus labios creció—. Resulta que le sobraban un par de invitaciones para ese restaurante nuevo que abre hoy y él me las dio. Sugirió que tal vez te gustaría ir conmigo.

—¿A mí?

—Si eres Emma Hayes, entonces sí. A ti. ¿Te gustaría acompañarme a cenar a Ciudad de Luceros?

—Umm… No lo sé. James estará ahí y…

—Y afortunadamente vivimos en un país libre, Emma. Tienes tanto derecho de ir como cualquiera. Además, me estarías haciendo un gran favor si dices que sí, porque yo sinceramente amo la comida gratis, pero no quiero ir sola. Y, antes de que lo preguntes, sí, sí tengo amigos pero todos están ocupados esta noche.

Lia me insistió con la mirada y yo suspiré. No iba a hacerme del rogar. También me gustaba la comida gratis y, si tenía suerte, habría demasiadas personas en ese evento como para que James siquiera me notara. ¿Por qué no hacerlo?

—Bien… de acuerdo. Obtengamos mucha de esa comida gratis… Pero creo que mi vestimenta no es apropiada —señalé con un ademán mi atuendo de jeans, blusa de botones y cárdigan celeste—. Luzco como si acabara de sobrevivir al más horrible segundo día de trabajo, lo cual es cierto, y tú como si estuvieras lista para desfilar en una pasarela. Tendría que ir a la residencia a cambiarme primero. ¿Nos dará tiempo?

Lia rio.

—Bueno, primero déjame decirte gracias por el halago. Y segundo: mi auto está aquí afuera, tú solo dame la dirección y yo conduciré. Llegaremos a ese restaurante justo a tiempo, ya verás.

 

SSS

 

Lia se quedó en el auto y yo subí corriendo a mi dormitorio a cambiarme de ropa. Aria no estaba allí, seguramente seguía con su novio.

Tomé una profunda respiración y puse manos a la obra. Revoloteé en mi armario hasta encontrar el único atuendo que creí que encajaba con el tipo de evento al que asistiría: un vestido negro a media pierna y de escote festoneado que dejaba los hombros al descubierto. Mamá me lo había comprado el año pasado y me había hecho traerlo conmigo a Nueva York porque decía que «nunca sabría cuándo me haría falta». Bueno, ella tenía razón. Ahora me hacía falta.

Me cambié los jeans, la blusa y el cárdigan por el vestido y me miré en el espejo de cuerpo completo que teníamos en la habitación. La tela se ajustaba a la parte superior de mi cuerpo y la falda caía con gracia por debajo de mis rodillas. Mamá lo había descrito como «clásico y elegante» cuando me lo regaló. La verdad era bastante lindo, me gustaba cómo se veía en mí, pero no había tenido muchas oportunidades para usarlo antes de hoy.

Me puse un collar de piedras que realzaba la sencillez del vestido (otra sugerencia y regalo de mi madre) y zapatillas negras no demasiado altas. Como no había tiempo suficiente para hacerme algo elaborado en el cabello, solo lo solté de la coleta y le puse algo de espuma para moldear las ondas. Me hice el maquillaje más decente que pude en tan poco tiempo, me rocié algo de perfume y encontré el pequeño bolso que combinaba con mi atuendo. Cuando estuve lista, veinte minutos después de haber llegado, bajé a encontrarme de nuevo con Lia. Ella me sonrió y señaló el asiento de copiloto, indicando que entrara.



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En el texto hay: badboy, música, romance

Editado: 27.03.2020

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