Definitivamente, no seremos ese Cliché

14 Desenterrando verdades no deseadas

Maeve no intenta ocultar su disgusto mientras me relata lo que ha sucedido en la casa de subastas. Ella tampoco disimula que no le agrada su nueva asistente porque es muy alegre y feliz todo el tiempo y nos pregunta tanto a Paulina, como a mí, ¿quién puede ser feliz todo el día? Maeve comenta que tal vez su nueva asistente tiene algún problema y por eso sonríe siempre.

—Estuve muy cerca de clavar mis tijeras en su garganta para quitar la sonrisa de su cara —dice Maeve con una voz carente de emoción, como es usual en ella.

Maeve muchas veces parece no tener sentimientos, pero quienes la conocemos sabemos que no es del todo así, incluso cuando toma una actitud algo sombría, que es algo que sucede casi todo el tiempo. Es solo que en general a ella no le gusta demostrar sus emociones, y solo las demuestra cuando es estrictamente necesario para ella.

Paulina suelta una risa antes de llevarse un poco de ravioles a la boca.

—Sutil, hermana, muy sutil —murmura Paulina.

—Ella dijo que yo le doy curiosidad, me mira como si fuera una atracción de circo. Detesto cuando me miran de esa manera—nos dice Mae—¿Por qué las personas creen que soy extraña?

¿Qué cosas se puede decir sobre Maeve? Bueno, no le gusta celebrar su cumpleaños o el de otras personas, tampoco le gusta la goma de mascar o el chocolate. No sonríe, nunca. No le gustan los espejos, y solo hay un pequeño espejo en su casa. Era muy apegada a su mamá y le gusta jugar ajedrez con su papá, ella también es la única a quien su padre escucha. La han llevado a varios psicólogos y psiquiatras para intentar cambiarla, pensando que quizás algo había pasado y por eso ella era así, pero no había razón adyacente para su comportamiento o eso es la conclusión a la que llegaron sus doctores. Maeve es como es y eso es todo, ella es feliz con su forma de ser, eso es todo lo que importa.

Ella tampoco levanta su voz o dice cosas con entusiasmo.

—Porque le tienen miedo a lo desconocido. No eres extraña, eres asombrosa, prima y destacas entre los demás, es imposible no mirarte y ver que eres fantástica, no prestes atención a los comentarios de los demás.

—Sí, soy fantástica.

—Y tienes el ego de los Montenegro, hermana. Creo que es por nuestro ego que no le agradamos a muchas personas, pero es también por ese mismo ego que no nos importa.

Paulina me llamó esta tarde para invitarme almorzar con ella y Maeve, yo por supuesto acepté, porque pasar tiempo con ellas siempre es algo que me ayuda aligerar mis problemas. Paulina tiene una vibra divertida que es contagiosa, lo que provoca que sea casi imposible no dejarse arrastrar por sus ocurrencias. Paulina también nos dijo que había llamado a Andrea, para invitarla, pero que ella no puede venir porque tenía una reunión de trabajo. Andrea está colapsando de trabajo en este momento de su vida.

 

—Y bueno, querida prima Ate, ¿no hay nada que quieras contarnos? No sé, quizás algo que tenga que ver con un hombre llamado Raymond que ya te acompañado a dos fiestas familiares y que comenzó el año como tu colega y ahora es tu amigo, ¿Qué serpa mañana? ¿Novio tal vez?

Levanto mi mirada hacia Paulina.

—No hay nada que decir.

Paulina me da una mirada que significa que no cree en mis palabras.

—De verdad, no hay nada, solo somos amigos.

Amigos el ratón y el queso, y al final, se lo termina comiendo —debe estar pensando ella.

—Lo digo, porque en la boda de Tracy, percibí cierta tensión sexual entre ustedes dos.

—¿De qué estás hablando? No hay nada entre nosotros y mucho menos tensión.

—Ate, estas hablando conmigo, te conozco desde siempre, te he visto enamorada y con el corazón roto, créeme cuando te digo que entre tú y Raymond hay tensión sexual y muy fuerte. ¿Qué sentido tiene negarlo?

Es un mecanismo de supervivencia, si lo niego, no es real.

—Paulina, no tengo idea de lo que estás hablando.

Cuando salimos y nos dirigimos a la pastelería que le gusta a Paulina, porque ella tiene un diente muy dulce, nos encontramos con Will en la entrada.

—Hola, Will, ¿cómo estás? —lo saludo—Te presento oficialmente a Maeve Montenegro y Paulina Montenegro.

—Eres la que no sonríe nunca, no sabes lo feliz que me hace conocerte —dice Will con entusiasmo hacia mi prima y cuando él extiende para saludarla, Mae solo levanta su mentón en su dirección.

—Sí, y tampoco me gusta que me toquen, especialmente los extraños.

Paulina suelta una risa cuando Mae murmura entre dientes algo sobre bacterias que Will podría tener.

—Soy Paulina, a mí si me gusta que me toquen, pero solo a quienes yo les doy permiso. Soy tan bella, como peligrosa, una diva inalcanzable y la oveja negra de esta familia. Conmigo tienes dos opciones: o me amas o me odias. De la misma manera funciona a quienes yo conozco: los amo o los odio. No existen los términos medios cuando se trata de mí.

—Ustedes deben volver loca a su madre con las personalidades tan diferentes y fuertes que tienen. No quiero ni imaginar cómo es tu gemela —les dice Will.

Esta vez es mi turno para reírme.

—Nuestra madre está muerta, murió poco después de salir de rehabilitación y ya estaba loca antes de nuestra fabulosa existencia—le responde Paulina a Will.

—Oh, lo siento mucho.

—¿Por qué lo sientes? No la conociste.

Le pregunta Maeve a Will, y Paulina y yo compartimos una ligera risa.

—Bueno, es lo que se dice en señal de cortesía, Mae.

Mi prima solo me da una mirada ante mi explicación y no agrega nada más. 

—¿Por qué estuvo tu mamá en rehabilitación? ¿Drogas, alcohol, apuestas?

Paulina hace un gesto con la mano antes de responder.

—Sí, todo eso. Ella no perdía el tiempo, créeme.

—¿Murió de una sobredosis?

—Algo así, creyó que podía volar y se lanzó de la terraza de la casa y oh sorpresa, no pudo volar y se rompió el cuello cuando impacto contra el piso. Estaba muy drogada y con alcohol en su sistema cuando eso sucedió.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.