Definitivamente, no seremos ese Cliché

19 El segundo lugar es el primer lugar para los perdedores

Mi abuelo educó a sus hijos bajo el lema de “El segundo lugar es el primer lugar para los perdedores” incluso hay un enorme banderín con ese lema en la casa de la infancia de mi padre, y es por eso que tanto mi papá, como sus hermanos, educaron a sus hijos bajo el mismo lema. Esa es la razón de porque los Montenegro somos así de competitivos, crecimos creyendo que el segundo lugar es inaceptable y que siempre debemos ganar. Lo peor es que una vez que empiezas a vivir bajo ese lema, no puedes parar, nada es suficiente y uno deja de sentirse suficiente cuando no puede llenar las expectativas que los demás tienen sobre nosotros. Nuestras propias expectativas y sueños dejan de importar, porque desde que tenemos conciencia, hemos estado complaciendo a alguien más, hemos luchado por ser los mejores y llega un punto en donde todo eso se vuelve algo demasiado difícil para lidiar, porque la carrera es larga, la carga se vuelve cada vez más pesada, y nosotros nos debilitamos conforme avanzamos.

No teníamos permitido equivocarnos.

Cuando le decíamos a mi papá que estaba siendo demasiado cruel, él decía que no, que debimos conocer a su padre, que él si era cruel y yo me pregunto, ¿qué tal cruel debió ser mi abuelo para que mi padre pensara eso de él? Es por eso que no juzgaba demasiado duro a mi padre por su forma de criarnos, porque, después de todo, uno solo da lo que tiene y enseña lo que sabe, y no puedo culparlo por no ser un buen padre cuando, aparentemente, no tuvo la mejor referencia.

—Ya sé lo que quiero ser —me dice Andrea con emoción a penas y cruza la puerta de mi apartamento.

Ella se quita su bufanda verde y la cuelga en el perchero junto a la puerta.

—Bien, dime.

—Quiero ser bartender, en un bar frente a la playa, estaba pensando en mudarme a Hawái, al menos por un tiempo. Eso es lo que quiero.

Hay una felicidad en ella que no había visto en mucho tiempo.

—Si estás segura que eso es lo que quieres, entonces, yo te apoyo.

Yo me dirijo a la cocina para prepararme un poco de té y ella me pregunta si tengo café, a lo que yo respondo que no.

—No me interesa ser la mejor bartender del mundo, solo me interesa ser feliz. Estoy cansada de competir.

Yo entiendo muy bien el sentimiento.

—¿Por qué crees que lo hacemos? —le pregunto Andrea—¿Por qué seguimos compitiendo y buscando aprobación para cada una de nuestras acciones? Sabemos que está mal, que es algo que nos llena de inseguridades y muchas otras cosas, entonces ¿por qué lo seguimos haciendo?

Por supuesto que he hablado de esto con mi terapeuta, muchas veces y siempre obtengo casi la misma respuesta: es difícil superar aquello que aprendemos en nuestra niñez, es por eso que los traumas de nuestra infancia nos acompañan hasta nuestra vida adulta, y un poco después de eso. Es una respuesta que tiene mucho sentido, pero me gustaría saber la respuesta de Andrea, porque ella ha he estado sumergida en el mismo circulo que yo.

—Porque es todo lo que conocemos, es parte de quienes somos.

—Todos en esta familia estamos un poco rotos.

—Sí, solo que unos lo ocultan mejor que otros.

He pensado mucho en eso estos días, tal vez porque descubrí que el hombre que creía que era mi padre, no lo es, y es me hizo cuestionar muchas cosas referentes a la forma en que fui criada, a mi círculo familiar y como crecimos. No reprocho lo que mi padre hizo, ni la forma en que me educó, solo me cuestiono a mí y como sigo girando en el mismo circulo por miedo a romper el patrón. Porque ese es mi temor, no ser suficiente. Yo no le tengo miedo a las cosas que las personas comúnmente temen, como son la oscuridad, los espacios cerrados o las alturas, no, yo le tengo miedo a no ser suficiente.

—Cambiando de tema, ¿vienes a la feria con nosotros? Miguel, Paulina e incluso Maeve vienen.

—¿Maeve va a la feria?

—Sí.

Los labios de Andrea se abren un poco por la sorpresa y no la puedo culpar, todas sabemos que Maeve odia las ferias. En realidad, Maeve odia muchas cosas.

 —¿Cómo conseguiste que acepte ir?

—No fui yo, fue Will, el amigo de Raymond. Le dijo que, si aceptaba ir a la feria con nosotros, dejaba de mandarle stickers de gatitos.

—¿Y él sigue vivo? Es hombre tiene bolas de acero por decirle eso a Maeve.

Termino de preparar mi taza de té y me siento junto a Maeve, que ha recogido sus piernas sobre el sofá y las tiene abrazada a su pecho.

—Necesito esto, Ate, necesito este cambio en mi vida, porque estoy en una etapa donde no tengo la necesidad de poner alarma para despertar cada mañana, ya que mis preocupaciones y problemas me despiertan, y eso, las noches que he logrado dormir.

Eso no suena para nada bien, y como ya le he dicho, ella necesita mucho más que un cambio, pero, para empezar, me parece bien que quiera dejar ese trabajo que tan infeliz la hace, ella nunca quiso ser abogada, detesta cada cosa que tiene que ver con eso, y esta es la única vida que tenemos, no hay más que esta y es muy corta como para desperdiciarla haciendo cosas que no queremos, siendo infelices por complacer a otros o viviendo una vida que alguien más diseñó para nosotros. 

—Te voy a extrañar mucho si te mudas a Hawái, pero te apoyo de forma incondicional en lo que quieras hacer, Andrea. Todas lo hacemos.

—Lo sé.

Entiendo que las cosas son un poco más difíciles para Andrea que no tiene donde refugiarse, porque a diferencia de las demás que amamos en lo que trabajamos y usualmente nos refugiamos en nuestro trabajo, para Andrea no es así, porque ella odia su trabajo y todo lo relacionado con eso.

—Y respondiendo a tu pregunta, sí, me encantaría ir a la feria con ustedes.

A mi padre nunca le gustaba venir a la feria, siempre nos mandaba con nuestra niñera, pero eso sucedía solo una vez al año, máximo dos, porque tampoco le gustaba que nosotros vengamos aquí. Mis tíos eran igual, es por eso que cuando estábamos en la secundaria y todos hacían planes para venir, los Montenegro jamás participábamos de esos planes, hasta que Paulina y Miguel dijeron que era una regla absurda y planearon como podríamos escaparnos de casa para ir a la dichosa feria con nuestros compañeros. Ese es uno de mis mejores recuerdos de secundaria, y en general, uno de los recuerdos más felices que tengo.




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