Definitivamente, no seremos ese Cliché

Capítulo 24 Cuando ganas algo, pierdes algo a cambio.

Cuando llegamos a la puerta de su loft, no sé exactamente que espero encontrar y veo que él lo nota, porque sonríe un poco mientras coloca la llave en la cerradura.

—¿Estás lista? —me pregunta.

—Siempre.

Cuando él abre la puerta, se hace a un lado y me indica con la mano que siga adelante y yo le doy una mirada antes de entrar, y lo primero que noto es que es amplio, mucho más de lo que había imaginado y que el color marrón, rojizo y negro predominan por todo el lugar. El piso es de una madera clara que le da un aire sofisticado al lugar, igual que la lampara y el enorme sofá en medio de la sala que son de un color marrón muy oscuro. Hay una escalera en el otro extremo que lleva hacia el segundo piso, donde están las habitaciones.

No hay mucho que recorrer porque todo está a la vista, así que me paro en medio del lugar y voy girando poco a poco, analizando cada detalle del hogar de Raymond. Noto que él tenía razón cuando dijo que tiene un par de fotos de su familia y hay una fotografía en particular que llama mi atención, no es más grande que las demás y podría pasar desapercibida, pero no para mí que estoy acostumbrada analizar hasta el mínimo detalle de los lugares a los que voy, un hábito adquirido en mi profesión.

—¿Es Verónica? —le pregunto mientras señalo la foto.

Raymond dirige su mirada hacia la fotografía y me dice que sí, antes de acercarse y tomar el marco un momento en su mano antes de volverlo a colocar donde estaba.

Veo que ha dejado la pizza que compramos sobre la mesa de café frente al sofá y se dirige ahí para seleccionar la película que vamos a ver, yo le digo que él puede escoger la película y Raymond me dice que yo puedo seguir explorando su hogar.

—¡Tienes una foto de nosotros! —le digo con emoción cuando veo la imagen que cuelga en su pared en un muy bonito marco plateado.

La foto fue tomada en la fiesta de fin de año, antes que nos emborracháramos con champán y mucho tequila.

—Por supuesto, ¿cómo no iba a tener una foto de nosotros? Ahí hay otra —me dice Raymond mientras señala una foto en una pequeña redonda mesa de vidrio que esta junto al sofá.

La foto que él está señalando fue tomada en la feria por Will.

—Antes de conocerte, este lugar estaba lleno de fotos de Verónica, pero poco a poco fueron desapareciendo después que nos dimos nuestro primer beso, porque de alguna manera sentía que te estaba engañando.

—¿Tú sentías eso? —le pregunto mientras me siento a su lado en el sofá—. Porque yo siento muchas veces que soy la otra.

Raymond pone su brazo alrededor de mis hombros y me atrae un poco más hacia él.

—Escúchame, Nea, aquí justo ahora y desde nuestro primer beso, solo eres tú.

—A veces eres un dulce blandito, pero me gusta.

Él se levanta un momento para acomodar las luces y regresa al sofá con una manta azul que deja en el respaldo, antes de tomar una porción de pizza y sentarse a mi lado. Cuando nos hemos terminado la pizza y noto que su copa de vino está vacía, me muevo para llenar su copa y se la paso, él aprovecha eso para mover sus piernas y dejar suficiente espacio para que yo me pueda sentar y recostar mi cabeza en su pecho. Yo tomo mi propia copa y me recuesto, dejando que mi mano vacía busque la suya y entrelazo mis dedos con los de él.

—Me estas mirando —lo regaño—. Deja de hacerlo.

—Solo estoy mirando que tienes frio.

Lo siento moverse y veo que ha tomado la manta azul.

—Es culpa tuya, ¿no sabes que existe algo llamado calefacción?

Lo veo abrir la manta, pero no la pone sobre mis piernas.

—¿Quieres un poco?

Yo asiento con la cabeza y lo veo literalmente, cubrir solo un poco de mi pierna, casi hasta la altura de mis rodillas.

—Muy gracioso, Raymond, dame acá la manta.

Le quito la manta y la coloco de forma correcta sobre mis piernas.

—Tú dijiste un poco y yo solo cumplía con lo que me pediste.

Él me dedica una mirada y estoy a punto de replicar algo cuando recuerdo la conversación que mantuve con mis primas y Nerea sobre la mirada que Raymond me da.

—No puedes mirarme de esa forma el lunes, debemos ser profesionales. No quiero que mi padre piense que obtuve el trabajo porque me acuesto contigo.

El lunes tengo una presentación para que se apruebe mi viaje a la cámara secreta de Nefertari para realizar una exploración más exhaustiva. Debo presentar mi proyecto ante el comité y mi padre es miembro de dicho comité, y es una de las razones por las que estoy muy nerviosa, porque necesito que esa presentación sea perfecta.

—¿Cómo se supone que no te debo mirar?

—Como si me hubieras visto desnuda.

Mi respuesta hace reír a Raymond y yo lo golpeo en el hombro pidiéndole que mantenga la seriedad.

—Lo siento, es solo que yo te he visto desnuda, muchas veces, Nea.

—Sí, pero las personas del comité no necesitan saber eso.

Me muerdo el labio al pensar de nuevo en eso.

—Antes de la presentación no podemos ser Nea y Ray-Ray —le digo y él me mira divertido, pero al mismo tiempo serio ante la situación—. Seremos la Dra. Montenegro y el Dr. Larson.

Lo veo adquirir una pose profesional y yo intento mantenerme seria ante su expresión.

—Bien, Dra. Montenegro, ¿algo más que deba saber?

—Por el momento no, Dr. Larson, pero lo mantendré informado.

Cuando él detiene el auto frente a mi apartamento, después de preguntarme varias veces si no me podía quedar, a lo que yo respondí que no, porque los domingos tengo un desayuno con mi padre y ya lo he cancelado varias veces y necesito que este de buen humor mañana.

—Nea… Quiero invitarte a cenar —me dice él antes que yo me baje del auto y antes que yo pueda agregar algo, Raymond continua—. Y quiero ser claro para que no exista confusión. Quiero invitarte a una cita.

Yo muerdo mi labio inferior para evitar sonreír como tonta y finjo pensarlo.




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