Definitivamente, no seremos ese Cliché

Capítulo 25 Todo inicio, tiene su final

Nerea está sentada en mitad de mi apartamento, con su laptop sobre la mesa de café, discutiendo animadamente con Tracy sobre libros y comentando recomendaciones literarias, cerca de ellas se encuentra Mae, sentada con cara de aburrimiento y leyendo un libro sobre los crímenes sin resolver más controversiales. Andrea está en la cocina preparando algo, y yo ruego mentalmente para que ella no destruya mi cocina. Paulina está parada frente a mí, ambas mirando de forma distraída a través de la ventana.

Esta noche, Raymond y yo tendremos nuestra primera cita como pareja, me invitó a salir para celebrar que aprobaron mi exploración a la tumba de Nefertari, que ha estado cerrada al público por años.

 —¿En qué estás pensando? —me pregunta Andrea en voz baja cuando se une a nosotras.

Miro de reojo a las demás y miro a las gemelas, Paulina sigue mirando por la ventana, pero sé que ahora su concentración este en mi respuesta.

—Le dije a Raymond que lo amo.

Las gemelas se miran entre ellas antes de dedicarme una sonrisa que palidece cuando ven la mueca en mi cara.

—Él no dijo lo mismo —finalizo, intentado ocultar el dolor en mi voz.

No quiero pensar exactamente en eso antes de tener mi primera cita oficial con Raymond, no se siente bien, pero al mismo tiempo, siento que es algo que debo sacar de mi pecho o tendré esa incertidumbre todo el día, necesito conversarlo, no porque espere una validación a mis decisiones, absolutamente no espero eso, solo quiero hablar del tema porque lo tengo atorado en mi garganta.

—Ate, no te lo tomes a mal —me empieza a decir Paulina, sorprendiéndome un poco, por la advertencia antes de su comentario, porque la mayoría de las veces, sus comentarios vienen sin advertencia y de forma directa—, pero creo que quieres estar con Raymond, más de lo que él quiere estar contigo.

Ahí está, ella lo dijo, el mismo pensamiento que yo he tenido, porque lo que acaba de decir Paulina, es exactamente mi miedo y porque me siento tan asustada ante todo esto.

—Tú mereces mucho y lo que pides es muy poco —me dice Andrea.

Y no sé cuál de los dos comentarios me duele más, pero creo que al final eso no importa, porque la idea es la misma: estoy dando más de lo que recibo y merezco más. Y eso es algo que yo sé, y no entiendo porque estoy conformándome con lo que me dan.

—¿Y tú? —le pregunto Andrea para desviar el tema y centrarnos en algo más—. ¿Cómo estás?

Andrea me habló hace un tiempo sobre su sueño de ser una bartender en un bar frente a la playa, me dijo que quería mudarse a Hawái, pero después de decirlo, no ha vuelto a mencionar el tema, y dudo que se deba a que repentinamente le vino un amor por la carrera que ejerce, porque dudo que eso sea posible, en realidad, creo que cada día que pasa, Andrea odia cada vez más su carrera y se arrepiente por dejar sus sueños a un lado para perseguir los sueños de alguien más.

—Como no sirve de nada mentirles, voy a ser honesta… mal. Estoy mal.

—Te juro hermana, que no entiendo como sigues lidiando con una vida que odias.

—Fácil Paulina, porque mis sueños no pagaran mis cuentas, porque esta es la vida real y no una mala comedia romántica donde decido dejar todo y perseguir mis sueños, y mágicamente todo resultará bien. No puedo botar a la basura la vida que he construido.

—Puedes hacerlo si no es la vida que quieres —intervengo—, pero también entiendo tu punto. Aunque si lo piensas, es aún más aterrador desperdiciar tu vida haciendo cosas que odias.

—Exacto, podrías salir mañana de tu casa y ser arrollada por un camión y todo lo que querías hacer, ya jamás lo harás, se quedaran solo en sueños.

—¡Por dios, Paulina! ¿Por qué eres siempre eres tan drástica?

Paulina solo se encoge de hombros y no dice nada.

—Bueno, solo faltas tú de decirnos como estas.

Paulina se vuelve a encoger de hombros.

—Milo está en una relación seria, me encontré con su madre hoy y me lo restregó en la cara.

—Sabias que eso iba a pasar.

—Lo sé —me responde ella—, y me alegro por él.

—Creo que voy a necesitar una lupa para poder observar tu alegría, hermana, porque a simple vista no se observa nada.

—Que graciosa eres, gemela, ¿acaso te comiste un payaso esta mañana? Hilarante, muy hilarante, pero dejando tus bromas agrias a un lado, no miento, estoy feliz por el Milo.

Es un caso perdido hacer que Paulina admita que está molesta por lo de Milo, es por eso que tanto Andrea como yo, dejamos pasar el tema y empezamos a conversar de algo más hasta que Raymond llega por mí para llevarme a nuestra cita.

—Estoy intrigada por todo el misterio de nuestra cita.

—Estoy seguro que te va a gustar.

—¿Ya me vas a decir a dónde vamos?

—No seas impaciente, lo vas a saber muy pronto.

Él me lleva a la feria, dice que ahí empezó todo, yo le digo que no, que lo nuestro empezó el 31, en la fiesta de fin de año, Raymond se mantiene en que lo nuestro empezó mientras estábamos en la rueda, disfrutando de la feria.

—¿Estás diciendo que la feria es nuestro lugar?

—Sí, las ferias, pizza y películas clichés son lo nuestro. También ir a un lado del Golden Gate a pensar en la inmortalidad del cangrejo, aunque eso es lo tuyo, yo solo te acompaño de forma ocasional.

Nos subimos primero en la rueda, Raymond me besa ahí y me dice que fue lo que le hizo besarme esa vez, hace algunos meses atrás.

—¿Raymond? — lo detiene una mujer alta y muy bonita— No estaba segura sí eras tú, es bueno verte.

—Lo mismo digo, Alyssa —le dice él a la mujer desconocida—. Alyssa, te presento a Atenea, mi novia.

—¿Novia? —pregunto yo.

—Sí, novia, pensé que estaba implicitito, kardia mou.

—No, no lo estaba, pero me gusta, novio.

Alyssa suelta un pequeño carraspeo para llamar nuestra atención y noto lo mal educados que hemos sido ignorando a la pobre mujer.




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