Definitivamente, para Siempre (bilogía Para Siempre) Libro 2

CAPÍTULO 4

Cuando le tocó el turno a Amalia entendí por qué había entregado a Víctor y la razón por la que no se le despegaba ni un segundo.

Al parecer, su madre había fallecido hacía un año, ella era la única que lo apoyaba en su relación con Ian, y después de su muerte, su padre se alejó aún más de él. Por eso, tampoco estaba en la boda.

Finalizó el brindis, los discursos y los bailes. Se me habían agotado las excusas para no felicitarlos, así que me acerqué con parsimonia hacia ellos.

—Felicidades chicos —sonreí genuino y emocionado.

—¡Lucas! Pensé que habías huido a California de nuevo. —Ian se echó a reír y eso me relajó por completo. Le di un fuerte abrazo y me reí con él.

—Jamás te fallaría amigo.

Víctor, que estaba saludando a otros invitados, finalmente se dio la vuelta y me saludó también.

—¡Qué gusto que vinieras! —Me abrazó y yo le correspondí de vuelta. No supe si fue suerte o qué, pero casualmente, Amalia ya no estaba a su lado.

—No me lo perdería por nada, les deseo mucha felicidad chicos, de verdad.

—Muchas gracias, Lucas. Es genial tener a una celebridad de los deportes por aquí —comentó.

—¿Cuándo te llaman para el súper Bowl? —preguntó Ian.

—Aún no lo sé, pero espero que pronto.

La idea me emocionaba, sabía que en cuestión de días o semanas me contactarían y eso me ponía muy nervioso.

Me quedé conversando un rato más con los novios y algunos invitados que se acercaban, me parecía extraño que Amalia no se hubiera vuelto a acercar, de hecho, la había perdido de vista por completo.

Después de un rato fui a sentarme en la mesa que me correspondía, Diego, Erika, Daniel, Eric y Janet estaban en mi mesa.

Janet iba acompañada de un hombre de traje con un aire muy a lo Jason Statham. El tipo daba un aire de empresario importante.

Sin embargo, no fue incómodo compartir la mesa todos juntos, estar así me trajo recuerdos de la cafetería de la escuela.

—Janet, si me permites decirlo, estás increíble —le dije.

—Gracias, Lucas, tú también te ves muy bien, te he visto jugar, te has vuelto muy bueno.

—¿¡Qué!? —exclamó el hombre con el que venía—, ¿él es Lucas el que juega con los Bears? ¿¡El Lucas Hall!?

No pude evitar soltar una risita de vergüenza, siempre era lo mismo cuando me reconocían los fans.

—Sí cariño, es él. Te dije que éramos amigos y no quisiste creerme —le respondió ella.

—¡Wow! Soy tu fan —me dijo el hombre emocionado.

—Gracias —sonreí, siempre me daba algo de vergüenza que me admiraran de esa manera, pero yo no me lo tomaba mal.

Al poco tiempo la gente se fue a bailar y la pista se llenó de cuerpos danzantes y sudorosos.

Janet se fue a bailar con su pareja, Eric por una bebida, Diego y Erika también se fueron a bailar, y al final solo quedamos Daniel y yo.

—Mmm, bueno, yo me voy —dijo de pronto, no había entendido el porqué de su sonrisa diabólica, o el que se fuera así, de la nada, pero todo me quedó claro cuando me di la vuelta.

Amalia en su despampanante vestido rosa venía directo hacia mí.

Tragué saliva e intenté regular mi respiración y los latidos de mi corazón, que se habían acelerado de repente como si hubiera visto un fantasma.

—Creí que me saludarías —dijo cuándo se sentó frente a mí. Traía una copa de vino en la mano.

Ahora que la veía más de cerca podía darme cuenta de que seguía siendo la misma mujer hermosa de hacía cinco años. No había cambiado mucho, además de su corte de cabello, y algunos rasgos más adultos en sus facciones.

—No había tenido la oportunidad —mentí.

—Ha pasado mucho tiempo, ¿cómo estás? —me preocupaba la aparente naturalidad con la que me hablaba, como si no sintiera ni atisbo de incomodidad entre nosotros.

¿Realmente me había olvidado en estos cinco años?

—Muy bien, juego con los Bears, ¿y tú? Cuéntame, ¿cómo es la vida en Inglaterra?




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