—Lo siento, debo irme —anuncié.
—Pero si aun es temprano, no te vayas —insistió Brian.
—Lo siento, es que mañana tengo un tour por la ciudad —me excusé. No quería quedarme más tiempo allí con él y sus manos sobre Amalia.
—Cancélalo.
—¿Qué dices? —pregunté.
—Sí, ¿qué dices? —secundó Amalia mirándolo con recelo.
—Nosotros podemos llevarte, tengo auto, tiempo libre, yo te doy tu recorrido, y además ahorrarías dinero. —Brian parecía determinado a pasar tiempo conmigo y aunque la idea era bastante hilarante, no estaba completamente seguro de querer hacer eso.
—No podemos, ¿olvidas nues… el viaje a España? —le dijo Amalia. Aunque no terminó la frase y la cambió, eso no evitó que me doliera el “nuestro” incompleto que iba a decir.
—Tenemos tiempo, eso es dentro de unos meses. Anda, Lucas, di que sí —suplicó.
—Mmm, bueno, está bien.
Tenía la esperanza de que el juego no se me saliera de las manos, aunque lo más probable era que sí.
No me quedé más tiempo esa noche. Me fui de la mano con Bambi solo por la satisfacción de ver enojada a Amalia. De alguna manera le molestaba que estuviera con otras chicas y eso me divertía a montones.
El problema era que ahora no sabía cómo deshacerme de Bambi sin parecer un completo patán. Quizá era un poco perverso de mi parte estarla usando solo para fastidiar a la pulga, parecía buena chica a pesar de su ridículo nombre, y me sentí un poco mal, pero no estaba de ganas para tener sexo por despecho.
—¿Vamos a tu casa? —me preguntó. O estaba muy ebria o muy tonta, ¿todavía no se había dado cuenta que solo estaba de visita? Yo no tenía ninguna casa.
—No linda, lo siento, estoy en un hotel —intenté ser lo más cordial posible, pero eso empeoró las cosas.
—No importa, vamos al hotel entonces.
—Ah…no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no? —hizo un puchero y se vio adorable, y ni así lograba provocarme algo. No podía sacar de mi mente a Amalia ni un segundo.
—Es tarde, y soy un completo desconocido, ¿no te da miedo eso?
—No. —Negó con la cabeza y se abalanzó hacia mí, me rodeó el cuello con los brazos e intentó besarme, pero antes de lograrlo una arcada me dio aviso de que se vendría en vómito.
Me alejé lo más rápido que pude, pero no pude esquivar parte del líquido caliente y amarillo que había salido de su boca.
Casi vomito yo también solo de verla.
Olía espantoso, y aunque el momento fue terriblemente incómodo, me sirvió para evitar tener que poner más excusas para no acostarme con ella.
Me miró avergonzada y se fue corriendo sin siquiera darme una explicación. Estaba seguro de que no volvería a ver al cervatillo, —es decir, Bambi—, nunca más.
A la mañana siguiente el dolor de cabeza que tenía no me dejaba levantarme de la cama. Siempre que amanecía de una noche de fiesta pensaba que no volvería a tomar nunca más, luego el dolor y la resaca pasaban y lo olvidaba. Era un ciclo de nunca acabar.
Después de unos largos veinte minutos, —que yo creí, eran cinco cuando me volví a quedar dormido—, me puse de pie como un zombi hasta que el agua helada recorrió mi espalda.
Brian me había dado su número de teléfono y esa misma noche antes de llegar al hotel me compré un teléfono barato y un chip para mantenerme comunicado. Con mi familia, mis amigos y mi manager; seguiría comunicándome por internet.
Tenía el teléfono en la mano y dudé si debía llamarlo. Lo que había hecho ayer había sido tremendamente estúpido, aunque divertido, ahora tendría que calarme dos semanas al irritante pero adorable novio de mi ex novia, a la que todavía amaba y me traía completamente loco.
Sin pensarlo mucho lo llamé.
—¿Hola? —pregunté, cuando contestó.
—¡Hola!, Lucas, pensé que no llamarías, ya es bastante tarde —respondió efusivo. Miré la hora y para mí no era taaan tarde, a penas las once de la mañana.
—Lo siento, me quedé dormido —llevé la mano a mi cabeza involuntariamente.
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Editado: 03.11.2019