El día anterior había sido perfecto, desafortunadamente, todo cuento de hadas debe acabar, y Amalia y yo debíamos volver a la realidad. El sol se asomaba por la ventana y me costó conciliar el sueño luego de haberme despertado en medio de la madrugada.
Mientras la tenía entre mis brazos no podía dejar de pensar qué íbamos a hacer ahora. Era claro que ella no podía vivir toda la vida en el hotel, el hecho de que ella hubiera dejado todo por mí me hacía sentir muy feliz, pero, al mismo tiempo, me hacía sentir una terrible presión sobre el futuro.
No es que no quisiera sentar cabeza con ella, de hecho, la idea de pedirle que viviéramos juntos rondaba mi cabeza desde ayer, pero no sabía cómo lo tomaría, preguntarle algo así era un gran paso en nuestra relación, y aunque odiaba admitirlo, me atormentaba el miedo de que dijera que no.
Verla dormir me daba calma, parecía un ángel tierno e inocente. Solté una risita baja al pensar que, Amalia de inocente, no tenía ni un pelo.
Mi celular sonó e inevitablemente se despertó. Me levanté para tomarlo y entonces recordé que tenía práctica con el equipo ese día.
—El entrenador me va a matar —dije preocupado.
Amalia se desperezaba e incluso con las lagañas saliendo de las comisuras de sus ojos y el cabello todo desarreglado, se veía hermosa.
—¿Tienes que irte? —preguntó con un tono de decepción en la voz.
—Lo siento pulga, tengo entrenamiento. —Me apresuré a colocarme la ropa, como era la misma que la del día anterior, sabía que Daniel iba a empezar a molestarme por ello.
—¿Qué voy a hacer sin ti? No conozco a nadie aquí —respondió con tono inocente.
—Perdón, te prometo que apenas termine te llamaré, es más, ¿por qué no vamos a cenar esta noche? Los chicos me recomendaron un lugar muy bueno. Yo tampoco conozco demasiado la ciudad.
Amalia giró los ojos antes de sonreír, —Está bien. —Dio un brinco sobre la cama y en un segundo ya estaba justo frente a mí. —Voy a extrañarte. —Seguía desnuda y al momento de levantarse la sabana abandonó todo lo que cubría.
No pude evitar tragar saliva, me estaba provocando y aunque moría de ganas por volverla a lanzar sobre esa cama, debía ir a la práctica. Nos dimos un beso apasionado, que duró más de lo que debía, antes de que por fin pudiera salir de ahí.
Me sorprendía mi nivel de autocontrol, aunque debí pensar en muchas cosas nada atractivas, antes de poder entrar al ascensor con toda esa gente.
No tuve tiempo de volver al departamento de Daniel, así que me fui directo al estadio. Iba bastante tarde, y eso no me convenía para nada, no podía arruinar todo lo que había logrado el día del partido.
Por supuesto, cuando llegué, el regaño del entrenador fue inevitable. Adiviné exactamente las palabras que me diría: “¿Crees que un solo juego ganado es suficiente? Si empiezas a fallar, estás fuera, Hall”
Acepté el regaño sin chistar, pues tenía razón, y aunque para mí la excusa era la más perfecta del mundo, y definitivamente había valido la pena; no podía decirle eso.
—Veo que la pasaste muy bien —insinuó Daniel.
La di un codazo amistoso en las costillas que le dejó bastante claro que no pensaba hablar de eso con él, ni con nadie.
La práctica estuvo bastante bien, y compensé el hecho de haber llegado tarde porque tuve que quedarme media hora más después de que todos se hubieran ido.
Tomé una ducha rápida y mientras lo hacía, no paraba de rondar la idea de pedirle a Amalia que viviéramos juntos. El dinero no era problema, el sueldo que ganaba en el equipo —aunque todavía no me habían pagado—, era bueno, y aun cuando podía contar con la fortuna de mis padres, prefería comprar las cosas con mi propio trabajo.
Amalia en cambio, ganaba muy bien en Inglaterra, y no podía dejar de sentirme culpable por sentirme tan bien ante el hecho de que estuviera aquí, aunque eso haya significado perderlo todo. Sentía que tenía que hacer algo al respecto, solo que no sabía qué.
Cuando por fin pude llegar al departamento, era más de mediodía, y sería el único día que tendríamos medio entrenamiento por haber jugado partido el fin de semana.
—No quiero detalles sucios, pero ¿de verdad no vas a contarme nada? —preguntó indignado Daniel después de un rato.
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Editado: 03.11.2019