AMALIA
El año nuevo estaba a tan solo unos cuantos días, y lo que más odiaba de toda la situación era que no podría pasarlo junto a Lucas.
Habíamos discutido la mañana siguiente del desastre que había sido la cena; luego de que mamá se fuera; pues él todavía no estaba de acuerdo con que me fuera a Atlanta con mi padre.
Por fortuna, aunque a regañadientes; logré convencerlo de viajar. Solo tendría unos pocos días, pues debía volver al trabajo los primeros días de enero.
Harold se había encargado de dejar a papá en el hotel, y esa tarde tendría que ir a recogerlo para volver. Un terrible revoltijo se formó en mi estómago de solo pensarlo. Me sentía muy incómoda con toda la situación, pero sabía que debía intentarlo por él.
Lucas me acompañó hasta el aeropuerto, asegurándose de que mi padre estuviera sobrio, o no podría subir al avión.
La mirada de mi padre hacia Lucas luego de toda la escena que había armado esa noche oscilaba entre la vergüenza y la decepción, imaginaba que hacia sí mismo.
—Por favor cuídate —suplicó en mi oído.
A pesar de que Lucas y yo teníamos tan solo unos cuantos meses viviendo juntos, la separación me dolía, un nudo se estaba empezando a formar en mi garganta, e intenté por todos los medios no llorar, sin embargo su abrazo quebró todas las fuerzas que contenían mis lágrimas.
—Estaré bien —mentí. No podía estar bien, no con todo el caos que era mi familia.
—No llores, solo serán unos días —susurró. Aunque trataba de hacerse el fuerte, pude sentir cómo se le quebraba la voz, él también quería llorar.
Lucas le lanzó una mirada de advertencia a mi padre antes de irnos, y él le desvió la mirada apenado.
—Vamos papá.
Lo tomé del brazo y pasamos a la zona de abordaje, donde el avión a Atlanta nos esperaba.
***
La antigua casa me traía viejos recuerdos, sobre todo recuerdos felices. Ahora parecía un cascarón vacío, pues toda la alegría se había ido y solo quedaba una estructura a la que alguna vez llamé hogar.
Mi padre estuvo callado todo el viaje, solo se limitó a hablar para pedir algo cuando era necesario y ya. De más está decir que fue el peor viaje de mi vida. Sentía que iba al lado de un completo extraño.
—¿De verdad vas a quedarte hasta fin de año? —preguntó de pronto.
No respondí de inmediato porque al entrar a la casa había quedado anonadada. El lugar era un completo asco, la última vez que había estado allí, la cosa no se veía tan mal, él contrataba a una señora que pasaba a limpiar cada semana. Ahora parecía que por allí no habían pasado una escoba en más de dos años.
Se destilaba una ligera peste que me hizo arrugar la nariz, no pude evitar hacer un gesto de asco, uno que él notó bastante rápido.
»Sí, sé que es un asco —afirmó, como si leyera mis pensamientos—. No es necesario que te quedes, de verdad. Puedes irte como hiciste con tu madre hace años.
Volteé a mirarlo enojada, ¿realmente creía que solo lo había llevado hasta allá? Como si fuera una especie de niñera o chofer.
—No te vas a librar de mí tan fácil. Querías atención, pues ahora la tienes —espeté de mala gana.
En un pasado no muy lejano, jamás me habría imaginado diciéndole eso a mi padre.
—Bueno, haz lo que quieras. —Lanzó las maletas a la sala de estar y se dirigió a la cocina. Estaba estática, no tenía idea de cómo manejar la situación.
Hasta entonces, mi padre no tenía idea de que planeaba internarlo en un centro de rehabilitación, y no sabía cómo se lo iba a decir, ni mucho menos cómo lo tomaría.
Lo seguí con la vista de vuelta a la sala; se tumbó en el sillón y destapó una cerveza que llevaba en la mano. ¿Debía permitirle hacer eso? ¡Dios! ¿¡Qué hago!?
—Creo que no deberías beber más —dije.
—¿Acaso traje a Ginger conmigo? Oh no, eres tú, Amalia, “mi hija”. —Hizo énfasis en las últimas palabras, intentando dejarme claro que aquí el que mandaba todavía era él.
#42273 en Novela romántica
#27868 en Otros
#4086 en Humor
segundas oportunidades, amor amistad humor, romance y triangulo amoroso new adult
Editado: 03.11.2019