Definitivamente, para Siempre (bilogía Para Siempre) Libro 2

CAPÍTULO 36

Lo peor había pasado, ¿no?

Luego de un día completo de velorio, el padre de Amalia finalmente fue enterrado. Darle el ultimo adiós fue desgarrador. Todos los presentes lo despidieron de formas muy bonitas; fue casi como si el señor jamás hubiera hecho nada malo en su vida; incluso algunos alumnos antiguos fueron a verlo. Varias caras conocidas me saludaron de lejos, a Amalia se le acercaron mucho más para darle el pésame.

Me quedé hasta el final, luego de que todo el mundo se fue, solo quedaba Amalia, Ginger, Cristopher y Harold.

—Mamá, quiero pedirte perdón —anunció el niño.

Su madre solo lo abrazó y fue más que suficiente para que él entendiera que ella también lo perdonaba.

Creí que todos se habían ido, vaya sorpresa me llevé cuando vi que Brian seguía en la puerta, y no parecía estar precisamente esperando un taxi para irse.

«¿Qué pretendes amigo?»

—Amalia, ¿puedo hablar contigo un momento? A solas. —Esto último lo había dicho dirigiendo su vista directo hacia mí.

Ella me miró, como pidiendo aprobación. La realidad es que no la necesitaba, y aunque me molestaba que él quisiera hablarle, era ella quien debía tomar la decisión. Me encogí de hombros e hice un asentimiento que al final quedó bastante raro. Me aparté sin que ella o Brian dijeran nada. Lo suficiente como para darles “privacidad”, pero al mismo tiempo, podía escuchar lo que le diría.

—¿Qué sucede Brian? —le preguntó ella.

—Solo quería decirte que ya me voy de vuelta, este viaje no está del todo autorizado —se echó a reír de forma incómoda, aunque a mí me pareció más bien cínica—, estoy en la investigación, ¿sabes? En España.

—¡Oh! Me alegro mucho por ti Brian.

—¿No te arrepientes? Digo de haberla dejado por… —no completó la frase, pero sabía muy bien que hablaba de mí.

El corazón se me detuvo por un instante, la respuesta de Amalia era algo que quería saber, y al mismo tiempo no. Me odiaría si por mi culpa ella no estuviera haciendo lo que ama.

—No. No me arrepiento de nada. Tengo un gran trabajo aquí, de hecho, tengo una amiga que estoy segura se moriría por conocerte, ama a los británicos —bromeó ella.

—Me alegro, de que seas feliz con él. A veces pienso que fui un tonto, no debí dejarte ir, debí pelear un poco más por ti, pero ya es tarde, lo sé. No tienes que decirme nada, solo quería que lo supieras. Adiós Amalia.

Esperé un tiempo prudente antes de salir de donde estaba para fingir que no había escuchado nada.

—¿Nos vamos? —le dije a Amalia en cuanto vi que Brian ya no estaba.

—¿No quieres saber qué fue lo que me dijo?

—No, confío en ti.

Me reí mentalmente, escuché la conversación porque quería saber lo que le decía, no por falta de confianza, aún así, prefería que ella creyera que no necesitaba saberlo.

 

***

El partido importante del que Daniel me cubría empezaba el mismo día que había vuelto con Amalia a casa. Todo el rollo de su padre me había hecho olvidarlo por completo; ahora, de vuelta en Carolina, era lo único que pasaba por mi mente con urgencia.

Miré el reloj impaciente pues solo tenía una hora para llegar al estadio antes de que la oportunidad se me fuera por la borda para siempre.

La bandeja de entrada de mis mensajes y llamadas estaba a tope de Daniel. Él sabía de lo sucedido con mi suegro, sin embargo, las excusas para el entrenador se habían agotado, el plazo era una hora o nunca.

—¿Sucede algo? —preguntó Amalia.

—Pulga, no había querido decírtelo para no preocuparte, hay algo que no sabes.

—¿Qué pasa? No me asustes. —Tomó mis manos y entendí que la forma en la que había empezado a decirlo no había sido la más adecuada.

—No es nada malo, es sobre el partido de hoy.

Frunció el entrecejo y me miró en reproche.

—Me dijiste que no era importante.

—Sabía que si te lo decía no me dejarías ir contigo, eso ya no importa.

Estábamos bastante lejos todavía, la única forma de que llegara a tiempo es que fuera directo al estadio.




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