Definitivamente, para Siempre (bilogía Para Siempre) Libro 2

CAPÍTULO 40

El defensa del otro equipo me había tacleado y el golpe en la espalda había recorrido mi columna hasta la cabeza. Había dolido como el diablo, aún así me puse de pie, e impedí que siguieran avanzando hasta que el medio tiempo anunció que debíamos ir a descansar.

—Lucas, ¿qué pasó? ¿por qué te dejaste taclear así? —me preguntó Daniel cuando estuvimos en los camerinos.

—Estoy un poco distraído —confesé.

—No es momento para eso, ¿qué sucede? Creí que todo estaba bien. 

—Y lo está, o no. No lo sé. Amalia está aquí hoy, y está con Brian.

—¿Qué? —preguntó asombrado—, pero me habías dicho que ella no está interesada en él.

—Y no lo está, sé que no. No vino sola con él, también esta su amiga Samantha. Ella asegura que él está enamorado de ella, pero el miedo a perderla no me deja tranquilo.

Me sequé el sudor de la cara con una toalla y me empapé de agua. Moría de sed.

—Ya han pasado dos meses de la muerte de su padre, ¿ya no piensas pedirle matrimonio?

—Claro que sí, es solo que no sé cuándo es el momento adecuado.

Daniel se acercó a mí y me dio un manazo en la cabeza que me removió el dolor de la tacleada.

—¿Vas a dejar que el tal Brian te la quite? Y aunque no esté interesado, ¿qué más esperas?, es más, ¿por qué no lo haces ahora?

—¿Ahora? ¿A medio partido?

—Cuando acabe. Gana este partido, brilla, arrasa, y con ese triunfo, pídele matrimonio. Ya mismo puedo hablar con los técnicos para que monten algo bonito en la pantalla, ¡hazlo!

Daniel me llenó de valor, tenía razón, no podía seguir postergándolo más. Lo haría, sin importar qué, hoy era el día.

Salimos de vuelta a la cancha y aunque ya me había propuesto hacer el partido de mi vida, ahora era crucial hacerlo; no solo excelente; sino monumentalmente perfecto.

 

Cuando el silbato sonó y el partido acabó, sonreí complacido al saber que había terminado como yo quería. Daniel corrió a avisarles a la gente de producción, técnicos y demás que estaba listo para hacerlo.

Por suerte para mí y mi arranque de impulsividad, traía el anillo conmigo. De hecho, lo había llevado en mi mochila todo ese tiempo, esperando ansioso el momento en el que se lo propondría.

Mi gran amigo se encargó de todo, sabía que Amalia me estaba viendo y no podía ausentarme sin que sospechara.

La miré desde abajo sin que se diera cuenta, y vi que las dos personas a su lado estaban besándose acaloradamente. No estaba cien por ciento seguro, pero creía que esos dos eran Brian y Sam. Ella tenía razón.

El narrador anunció que todos miraran la pantalla y me puse más nervioso que cuando entré a jugar. Daniel apareció y me pasó la pequeña cajita disimuladamente. Nadie se esperaba la sorpresa, pero a mi no me importaba el resto de personas ahí, solo me importaba ella; y ella era la que menos se lo esperaba de todos.

De pronto la pantalla cambió, y en lugar de mostrar los segundos finales de un partido que ya se veía definido; en donde sin importar quien ganase, teníamos el pase seguro; cambió a una frase gigante que decía:

“AMALIA BROWN, ¿TE QUIERES CASAR CONMIGO?”

Todo el estadio se quedó en completo silencio, parecían estar a la expectativa de la respuesta de la chica misteriosa.

Volteé a mirarla en las gradas y ella parecía estar en shock. Sus ojos no dejaban de mirar la pantalla hasta que reaccionó y volteó a mirarme a mí.

Mis compañeros de equipo se hicieron a un lado y me dejaron casi a mitad del campo, los ojos de toda esa gente estaban puestos en mí.

El corazón me latía desbocado, me arrodillé sobre el césped y esperé a que ella bajara.

Tardó un poco en hacerlo, las cámaras la enfocaban y transmitían su imagen en las pantallas, mientras llegaba a donde estaba.

Sonreía de oreja a oreja y se tapaba la cara apenada, cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca de mí, hablé.

—Amalia, una vez te dije que lo que sentía por ti era un tal vez, pero hoy quiero decirte que eso no es cierto. Lo nuestro no es un tal vez porque ya no concibo mis días y mis noches sin ti. Te amo, definitivamente te amo, para siempre. Quiero estar contigo por el resto de mi vida, pulga, mi amor, mi princesa, ¿te casarías conmigo?




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