Dagresk
26 de octubre del 2055
La pintura de la casa estaba fresca, un blanco definía la madera tratada y aislaba del calor a sus habitantes, su montaje se había realizado con los estándares más altos de calidad. Levantada sobre cimientos de piedra negra, finamente pulida como un espejo, dándole estabilidad y estructura al igual que elegancia. La única estructura en kilómetros a la redonda.
La fresca mañana era plácida entre las suaves sábanas blancas, una briza entra por las grandes ventanas que movían las cortinas en un baile. La luz entra indirectamente iluminando toda la habitación, se me dificulta observar con claridad, muevo mis manos alrededor, siento unos dedos entrelazados con los míos, me retraigo un poco, mientras una suave delgada mano busca la mía. Al abrir mis ojos por completo lo primero que observo es la sonrisa más hermosa, mientras deja ver un poco sus dientes blancos como perlas. Completamente despeinada, cuanto a rocío su cabello se extendía como hilos de oro por toda su almohada. Los recuerdos del ayer vienen a mi mente como los primeros recuerdos del sueño que tenemos por las noches, son tan reales y palpables donde no sabemos distinguir la verdad, como en este mundo virtual donde nos encontramos, estaba en el calor de una batalla a muerte, mi espada detenía golpes capaces de cortar un árbol en dos de un tajo, pensó Dagresk.
La mirada de Dagresk estaba fija en cada pequeño movimiento de su rostro, tratando de no parpadear y entrecerrando la vista, pensando que en el más mínimo parpadeo ella desaparecería de su vida para siempre.
Dagresk susurra descuidadamente «Ahora si bien no me quejo, siento una mentira al verte a mi lado, por fin mi sueño cumplido y no puedo creerlo».
Dagresk no se da cuenta que le habla a la nada. —Solo faltaba un pequeño parpadeo para que tú te fueras de mi lado, «te levantaste»—se dice, pero en lo profundo de su interior sentía que ya nunca volvería.
Empieza analizar cada uno de sus movimientos. Me levanté y atravesé la habitación hasta las escaleras. Sus pasos una vez en los escalones se escuchaba rechinar por toda la casa. Se dirige a la cocina y antes de verla la escucha.
—Ya te levantaste, antes eras menos flojo, te levantabas antes que todos los demás y dormitabas todo el día. Es muy gracioso. Recuerdo que es tema de conversación cada vez que estamos juntos—. Una chica le hablaba a Dagresk, no se molestó en levantar la mirada.
—Nunca dejaran de recordármelo.
—No te preocupes, si se les olvida yo se los recordare—. Le contesta sutilmente con una sonrisa en el rostro.
—Elizabeth— la por su nombre y de inmediato la mirada de Elizabeth cae en Dagresk, se quedó inmóvil. Tan solo basto con una leve sonrisa de la chica para iluminar todo su ser.
Sin dejar de sonreír responde.
—¿Qué?, te estas burlando— Dagresk comenzó a sonreír al escuchar su pregunta.
—No dije nada.
—Me estas observando y molestando— por fin la sonrisa de Elizabeth se desvanece.
—Solo quería confirmar cosas.
—¿Cuáles?
—Que eres tú, que éstas aquí—. Dagresk cuida cada palabra a partir de ese momento.
—¿Qué?, estas muy raro el día de hoy, ¿Por qué dices eso? —La dulce voz de Elizabeth termina en un tono bajo y furioso.
—Porque tuve un sueño, un sueño que pareciera toda una vida. —el rostro de Dagresk se tornó serio.
—¿Qué soñaste? —. La voz de Elizabeth vuelve a cambiar con un tono dulce y compresivo.
—Soñé toda una vida sin ti, fue tan real. Parecía todo exactamente igual pero diferente—. Al fin se quedó sin aliento con cada palabra.
—No te desharás de mi tan fácil. Inclusive me imagino que en ese mundo que dices solo piensas en mí— la razón de sus palabras se nota en el rostro de Dagresk, su mirada cambia, se tranquiliza y un gesto melancólico de incomodidad aparece.
—Eso fue lo peor de todo, aún te recordaba.
El desayuno paso sin más contratiempos, pero más silencioso de lo normal.
—¿Y a dónde quieres ir Elizabeth?
—Vamos a caminar a la playa.
Es medio día y el sol pareciera estar ocultándose. Hacía calor y una corriente fría refrescaba nuestros cuerpos. Las pisadas en la arena eran rápidamente diseminadas por el agua, mientras nos sujetábamos de las manos, nuestros dedos se entrelazaban y se desenlazan sin perder el contacto en algún momento, ella colocaba su cabeza en mi hombro cada vez que se acercaba lo suficiente.
—¿Te parece hermoso este mundo? — pregunta Elizabeth.
—Todo mundo en el que tú estás, es hermoso—. Dagresk trata de responder con gentileza, pero no puede evitar suspirar.
—Deja de hablar así, me estas molestando—. Las palabras de Dagresk fueron dulces para cualquier relación, aun así, esos tiempos de poemas y romance yacían olvidados en tiempos pasados, pero mejores.
—¿Cómo así? —. Ingenuamente responde.
—Hablas como si ya nunca nos volviéramos a ver, como si te estuvieras despidiendo, hablas como un completo estúpido.