Deidad Cupido

Capítulo 2

~ D-30 ~

Hanna.

Nací en Corea del Sur, Hajoon igual. Al él cumplir un año nos mudamos a los Estados Unidos, decisión apresurada que tomó nuestra madre. No estoy segura si eso fue algo bueno o malo, pero recuerdo perfectamente mi actitud tan grosera y rebelde los primeros años. Nadie puede culparme por ello, ¡Me estaba mudando a un país del que no conocía nada! No tenía amigos, no podía comunicarme con nadie al no saber inglés, también llegué a enfermar mucho por ciertas comidas que me cayeron mal, porque no estaba acostumbrada a comerlas.

Hajoon la tuvo más fácil al tener solo un año de edad. Creció aprendiendo el inglés directamente. Él no tuvo ningún problema para adaptarse. A parte de su apariencia, totalmente asiática, no había nada que lo vinculase con su país de nacimiento. 

Admito que los primeros años que viví aquí le llegué a tener odio y envidia a Hajoon, de lo cual después me arrepentí porque me parecía irracional tener tales sentimientos hacia un bebé que no tenía la culpa de las descuidadas decisiones de los adultos a mi alrededor.

A los 16 años fue que empecé a tener una mejor fluidez con mi inglés, pero también fue cuando empezó a ocurrir algo muy irónico que me hizo tener un vínculo especial con mi hermanito.

Hajoon, con 7 años, empezó a escucharme hablar menos el coreano, porque yo necesitaba empezar a hablar más el inglés para mejorar mi fluidez y confianza, entonces Hajoon me reclamó por no hablar coreano de nuevo. Incluso hizo un berrinche por todo un día porque me negué a complacerlo y hablarlo, ni siquiera Nicholas pudo calmarlo poniéndole su programa favorito. No había forma de calmarlo.

No fue hasta en la noche, que no quería dormirse, que entré a su habitación y le ofrecí un trato. Yo le leería todas las noches cualquier historia que quisiera en coreano, a cambio de que él dejara de hacer berrinches como el de ese día. Si él incumplía y se portaba mal algún día, como el niño caprichoso que era a esa edad, entonces no habría lectura de cuento esa noche. Él aceptó de inmediato y prometió que se comportaría mejor. Que no sería nunca más un niño malo.

Así nuestra relación se fortaleció significativamente. Pero esa misma noche también recuerdo lo que me dijo cuando le pregunté por qué estaba tan encaprichado con que volviera a hablar coreano. Total, no era como si él supiese lo que yo decía, él no sabía hablar coreano, nunca se le enseñó.

"Mamá me hablaba mucho en coreano, me contaba historias antes de dormir aunque yo no las entendía. A veces sonaba feliz, pero casi siempre sonaba triste. Igual me gustaba escucharla porque su voz me hacía dormir bien y sin miedo a los monstruos. Pero tu voz es suave, más alegre y dulce. Me gusta más tu voz. Pero no le digas a mamá, quiero que vuelva y vea que ya soy un niño que se porta bien". Eso me dijo. No pude hacer nada más que aguantarme las lágrimas y leerle un cuento para que durmiera tranquilo.

Luego, al volver a mi habitación, todo el dolor salió, mis lágrimas no pararon de salir por horas. Está demás decir que en la mañana mis ojos estaban hinchados por tanto llorar. Nicholas se dio cuenta pero no dijo nada. Me comprendió al instante, me sonrió y me acarició levemente la cabeza. Su manera de consolarme en silencio, sin juzgarme o preguntarme nada, casi hizo que volviera a llorar.

Pasaron los años, Hajoon creció, dejó de necesitar que le contaran cuentos antes de dormir, empezó a aprender coreano por su cuenta y yo solo hablaba en coreano para corregirlo. Me parece irónico como yo pasé de odiar estar aquí, a amarlo; y él empezó a querer saber más de su país de nacimiento. Yo terminé amando mi nuevo hogar. Hajoon empezó a planificar cómo irse de vacaciones a Corea algún día. Obvio Nicholas y yo lo apoyamos en todo, es su vida después de todo.

 

 

Salgo de mis recuerdos al escuchar el característico pitido cuando alguien aprieta el botón para pedir una parada. Al mirar por la ventana me doy cuenta que es donde me bajo. Casi pierdo mi parada de nuevo. Debo dejar de distraerme, una vez por estar viendo un vídeo en mi celular no me di cuenta de nada hasta dos paradas siguientes de mi parada habitual.

Me bajo y empiezo a caminar hacia mi trabajo. Luego de terminar la universidad, y no poder ejercer con nada que tenga que ver con mi carrera o lo que realmente quería hacer, terminé trabajando en una pequeña librería de una amiga de Nicholas. Llevo trabajando ahí desde hace tres años más o menos, tengo veintinueve años actualmente.

Tampoco es como que haya sido algo malo trabajar ahí. La amiga de Nicholas, la señora Anderson, fue muy amable al darme la oportunidad de trabajar con ella y su hija Maddison luego de que todos mis sueños se hundieron como el Titanic.

Quería ser creadora de cuentos infantiles. Crear un montón de novelas gráficas con cuentos o historias inspiradoras o divertidas para los niños. Realmente no soy una amante de los niños pero si me veo teniendo, mínimo, dos hijos.

Pero mi sueño no nació de mi lado "materno". No. Fue por mis abuelos. A mi abuelo le encantaba contarme sus historias de cuando era joven, de cuando intentó conquistar a la abuela, las peleas que tuvo y las que ganó. Él estaba orgulloso de cada momento y recuerdo de su vida, y no importaba que hora fuera, siempre veía la manera de contar alguna historia sin importar si ya la sabía o no.

La abuela por otro lado... Le encantaba dibujar y me trató de enseñar todas las pequeñas cosas que sabía. Ella nunca pudo tener una educación y aprendizaje completo, por lo tanto no pudo hacer mucho o nada por su amor al arte, a dibujar y pintar. Nunca supe por qué. A diferencia del abuelo, la abuela era más reservada y le gustaba solo enfocarse en el presente y el futuro.

Los atardeceres junto a las historias del abuelo mientras veía pintar a la abuela, o lo hacía con ella, fueron los motivos que me motivaron a tener ese sueño. Pero por más que lo intenté no logré alcanzarlo.




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