Deidad Cupido

Capítulo 4

~ D-28 ~

Hanna.

Todo parecía tan irreal, incluso después de que el chico Cupido huyó aprovechando mi estado de shock. No recuerdo qué me dijo Maddison cuando me encontró parada al lado de la calle. No recuerdo cómo llegué a casa ni en qué momento me dormí. Solo recuerdo haber despertado y seguir teniendo sueño como si me hubiera quedado despierta toda la noche.

Son las nueve de la mañana y sigo en cama viendo el hilo rojo atado en mi dedo meñique. Hace dos horas atrás le llamé a la señora Anderson para decirle que no podría ir a trabajar hoy porque me sentía mal; ella me lo permitió y me dijo que Maddison haría mi parte ya que no había ido a trabajar el día anterior. También me preguntó si estaba realmente mal, que por cualquier cosa le avise. Yo agradecí genuinamente lo amable que siempre ha sido conmigo y toda nuestra familia.

No fue una mentira cuando dije que me sentía mal. A mi cuerpo le dio por darme una no muy grata sorpresa roja al ir al baño. Que bueno que me di cuenta a tiempo antes de manchar las sábanas o mi ropa.

Así que no estoy de tan buen humor en estos momentos por muchas razones; la principal es por este maldito hilo en mi dedo.

No es la primera vez que me pasa esto. Tengo ya una pequeña lista de las veces que pasé por estas cosas mágicas que aún no entiendo cómo y por qué puedo verlas.

De pequeña pensé que era normal, que todo el mundo podía verlos. Me fui dando cuenta de mi cruel realidad cuando le pregunté a mi madre si sabía lo que significaban esos hilos. Está demás decir que ella no entendía lo que trataba de decir y simplemente creyó que era un juego de niños como lo de los "amigos imaginarios" que muchos tenían. Me sentí muy confundida y asustada porque mis abuelos también creían que todo era parte de mi imaginación.

Pero realmente entendí lo anormal que era cuando tenía diez años. Las cosas se complicaron en ese momento al sumarse un nuevo miembro en la familia. Mi hermanito, Hajoon. Hay momentos de mi pasado que no recuerdo con claridad, más porque me he esforzado en olvidarlos, pero recuerdo con exactitud el día que todo me estalló en la cara. Pero antes de llegar a eso, pasaron ciertas cosas que poco a poco me llevaron a ese momento en el que todo empezó a salir de mal en peor...

~ ~ ~ . ~ ~ ~

Crecí siendo una niña linda, obediente y encantadora. El tipo de hija que muchos querían tener o elogiaban. Mis padres me criaron con mucha paciencia, cariño y dedicación. No nos hacía falta nada pero tampoco nos sobraba. Todo lo que teníamos era lo justo y necesario, sin excesos ni carencias. Hasta nuestro amor era lo justo y necesario, o así lo sentí yo al recibir un tipo distinto de amor con mis abuelos. Pero esa fue la vida tranquila, cómoda y sin excesos innecesarios con la que me había criado. Crecí sin envidiar a otros, aprendí a solo pedir cosas que realmente necesitara o mereciera.

La vida tranquila y armoniosa que tenía rápidamente fue perdiendo esa tranquilizante aura cuando mamá quedó embarazada de mi hermano. Al inicio hubo un poco de felicidad y emoción, más al saberse que sería un niño. Papá siempre quiso un niño. Luego todo poco a poco fue perdiendo su brillo y felicidad cuando Hajoon cumplió un año.

Yo tenía diez años en ese entonces y todavía necesitaba un poco de ayuda para hacer algunas de mis tareas de la escuela. Por otra parte, Hajoon era muy pequeño y necesitaba aún más cuidados y atención que yo. Papá trabajaba y mamá solía conseguir pequeños trabajos de vez en cuando. La abuela la ayudaba a cuidar de Hajoon y de mí esos días.

Todo ese equilibrio y paz desapareció cuando la abuela murió.

Mamá y el abuelo estaban devastados y mi padre estaba preocupado por nuestra vida, el dinero y el futuro. Mamá estaba tan deprimida que parecía que no le importara nada en ese momento.

Mis padres se llevaban 6 años de diferencia. Ellos se enamoraron y empezaron a salir cuando ella tenía dieciocho años y estaba en la universidad. Él ya estaba iniciando a trabajar en una pequeña empresa de publicidad. Al año de su relación se enteraron de que mi madre estaba embarazada de mí. Ella me tuvo a los diecinueve años, mi padre tenía 25 en ese entonces. Mamá tuvo que darle una pausa a sus estudios para tenerme y poder cuidarme. Después cuando ya no necesité tantos cuidados mis abuelos convencieron a mamá para que retomara sus estudios y la ayudaron a cuidarme, a veces también de forma económica cuando lo necesitara.

Mi padre también apoyó a mamá... Aunque no pareciera muy entusiasmado con ello. Al final ella pudo retomar sus estudios y hasta pudo graduarse. Como ya dije, tuve una vida feliz y cómoda con todo lo que necesitaba... pero todo se desmoronó con la muerte de la abuela.

Ya no había quien ayudara a cuidarnos a Hajoon y a mi, mi madre y el abuelo estaban muy tristes para hacer o pensar en nada, mi padre tenía que ir a trabajar porque sino no habría comida en casa y las cuentas no se pagarían solas. Una vecina nos cuidaba algunos pocos días o estaba pendiente de nosotros desde su casa ya que yo era amiga de su hijo y ella también solía apreciar mucho a mis abuelos.

Pero ese no siempre fue el caso y muchas veces papá tuvo que faltar o pedir un permiso en el trabajo para salir temprano y así poder asistir a reuniones de mi escuela o por alguna emergencia con Hajoon.

Mamá mejoró a los pocos meses pero las cosas no se arreglaron, sino que empeoraron.

Mis padres empezaron a pelear mucho. Mamá quería aceptar un trabajo que una empresa extranjera le estaba ofreciendo porque no quería que todos sus esfuerzos por graduarse se fueran por la borda. Quería honrar a la abuela porque seguramente a ella le hubiera gustado verla prosperar, no estancada.

Papá no quería porque no habría nadie que nos cuidara a nosotros ni que hiciera los quehaceres de la casa. El abuelo no podía, él seguía triste y en momentos parecía muy distraído, además de que su energía y edad no le permitía poder cuidar de un bebé de un año las veinticuatro horas. Lo difícil no era cuidar de mí, era cuidar de Hajoon.




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