Deidad Cupido

Capítulo 10

~ D-26 ~
 


Cupido D4.

—¿Vives sola? Es una casa un poco grande para una sola persona. —le digo al entrar después de ella.

—Quítate los zapatos antes de entrar, puedes dejarlos aquí —me dice mientras se quita sus zapatillas y las deja en una esquina sin estorbar el camino. Le hago caso y me quito mis zapatos y los dejo al lado de los de ella.

Verlos juntos me da una ligera sensación de anhelo desconocido, que jamás tuve o sentí antes. No puedo dejar de verlos y apreciar la distinta pero armoniosa unión que hacen. Mis zapatos son simples, negros y sin ningún diseño, sus zapatillas en cambio son blancas pero con muchos dibujos al azar. Estrellas, nubes, diferentes clases de flores y líneas de colores en distintas direcciones.

—Tus zapatillas son muy lindas —le digo sin pensar, ella se voltea y pasa la vista de sus zapatillas a mis ojos, con sorpresa.

—Oh... Sí. Gracias, yo misma las personalice —responde con un ligero enrojecimiento tierno en las mejillas. —Cuando me compro cosas blancas suelo hacerles algún cambio, mayormente solo son dibujos al azar. —se da la vuelta y se pone unas pantuflas rosa pálido como para estar dentro de casa, yo sigo su ejemplo y me pongo unas grises que estaban al lado de la suya.

¿Tendrá algún novio o novia? El sólo imaginarlo logra que se me revuelva el estómago. No sé por qué pero la idea no me entusiasma tanto. Casi me quito las pantuflas por respeto a su dueño sino es porque ella vuelve a hablar.

—Y no, no vivo sola, vivo con mi hermano y mi... —duda un poco en si seguir hablando pero termina diciendo: —Mi padre. Los tres vivimos aquí.

—¿No me dijiste que tenías veintinueve años? —pregunto un poco confundido mientras camino detrás de ella hacia una cocina.

Ella va directo a una nevera, saca una botella de agua y le da un gran trago antes de hablarme. Debió de estar muy sedienta por todo lo que la hice correr.

—Sí, ¿Qué hay con eso? —Toma otro trago de agua y me la ofrece —¿Quieres? —aunque aprecio su lindo gesto al pensar en mí, niego con la cabeza y le doy una pequeña sonrisa de agradecimiento.

—Lo preguntaba porque estoy acostumbrado a verlos a ustedes vivir solos incluso siendo más jóvenes —digo y ella asiente con la cabeza, dándome la razón.

—Bueno, hay dos razones por las que sigo viviendo con mi familia. —contesta —La primera es porque soy alguien familiar; somos una familia pequeña de tres así que no me molesta seguir compartiendo el mismo aire que ellos. La segunda razón es porque ya he intentado vivir sola antes y pues... —hace una mueca graciosa y deja la botella vacía en la encimera —digamos que fue muy difícil para mí económicamente, además de que tanta tranquilidad y soledad me aburrió.

—Porque eres hogareña —adivino, comprendiendo. Aunque algo me dice que fue más porque no le gustó tanta soledad. Tal vez no le gusta sentirse ni estar sola, sin compañía.

—Sí, porque soy hogareña —dice y me da una sonrisa de boca cerrada que se nota que es falsa. Como si quisiera cambiar de tema lo más pronto posible.

Yo no tengo problema con ello.

—Bueno, ¿Cómo quieres que empecemos esto? Es obvio que nuestra situación se volvió más complicada de lo que creí que sería.

—Hay algo que siempre me pregunté desde ese día que nos vimos por primera vez.

—¿El día que me perseguiste como desquiciada? —digo en broma y ella me lanza una mala mirada que logra que borre mi sonrisa al instante. De acuerdo, sin bromear. —¿Y cuál es esa pregunta?

—Tú ese día ibas a flechar a alguien... Era mi amiga ¿Cierto?

—¿Tu amiga era la rubia frente a tí? —le pregunto.

—Sí. —responde —La flecha era para ella ¿No?. Si yo no me hubiera cruzado en el trayecto de aquella flecha, ya la hubieras unido a alguien en contra de su voluntad. —dice con voz tranquila pero por la forma en que cierra uno de sus manos en puño, veo su contención.

Camino hacia la pequeña mesa en medio de la cocina y me siento en uno de los cuatro puestos que tiene. Hanna mira mis movimientos y decide también acercarse y sentarse en el puesto frente a mi.

—No voy a negar lo obvio. —digo honesto y serio —Mi misión desde el inicio fue tu amiga, aún lo sigue siendo —me quedo en silencio por unos segundos para ver su reacción hacia mis palabras. No me muestra mucho, por no decir nada. Se mantiene impasible —Pero todo eso se complicó por obvias razones —alzo la mano con el hilo atado a mi dedo y sonrió con sarcasmo.

—Sí, bueno, yo tampoco estoy muy feliz de estar atada a ti pero tampoco me arrepiento de haber salvado a mi amiga de tus garras... o más bien flechas.

—¿Qué tienes en contra del amor, de nosotros? —le pregunto un poco ofendido.

No hemos hablado mucho, casi nada, desde que la conozco; incluso esta es la primera vez que mantenemos una conversación tan larga y civilizada en un mismo espacio pero no necesito conocerla de toda la vida para notar lo muy resentida y molesta que está con todo esto del amor, nuestra unión y el que los demás encuentren el amor por medio de los hilos.

¿Ella es así solo porque sí? ¿Tiene alguna creencia propia o algo la hizo ser así? No parece alguien que odie todo, porque noté el amor puro e incondicional que tenía hacia el chico, su hermano, que B1 lastimó por error.

—No tengo nada en contra del amor —exclama y yo alzo una ceja sin creerme lo que dijo, ella bufa y gira los ojos —¡Hablo en serio! A mí no me importa con quién está atado medio mundo pero no me gusta que se metan con quienes amo —su mirada es penetrante y firme, tanto que casi me hace desviar la mirada al no poder mantenerla —Mi familia sufrió mucho por culpa de estos estúpidos hilos y lo peor es que yo era la única que me daba cuenta de ello, porque solo yo podía verlos. —suspira y mira hacia otro lado —Por eso odio todo esto —coloca encima de la mesa la mano donde está atado la otra mitad de nuestro hilo, solo que su mitad brilla ligeramente en un color rojo mientras que mi mitad sigue extrañamente en un gris opaco y sin vida. —Esto es falso. Cualquier cosa que sienta por ti será falso porque está influenciado por este hilo.




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