Deidad Cupido

Capítulo 11

~ D-25 ~

 

Hanna.

 

Estoy tan molesta. Pero ya no sé si es más conmigo misma o con Maddison.

Estuve a un respiro de besarme con el chico Cupido, ¡Yo realmente lo iba a permitir, dí mi consentimiento incluso! Nunca anhelé tanto besar a alguien en toda mi vida. He tenido novios, he besado a muchos por simples retos o porque estuve tan ebria que no recordaba ni los zapatos que llevaba puestos. Besarlo debía de ser como besar a cualquier otro chico.

Pero no lo era.

Con solo rozar sus labios con los míos ya me tenía el corazón latiendo a mil. Lo peor de todo es que eso fue todo; solo hubo unos míseros roces de labios, la vida quiso ser una perra al enviarnos a alguien -Maddison- para que nos interrumpiera en el momento justo. Si tan solo hubiéramos tenido dos segundos más por lo menos nuestros labios se hubieran tocado en su totalidad.

Pero la vida siempre tiene otros planes para mí. Tan frustrante. No puedo evitar dejar salir mi molestia y mal humor a ratos. Tampoco es como que pueda enojarme con Maddison, no es como si supiera lo que estaba pasando antes de que apareciera.

Resulta que justo cuando al fin iba a recibir el mejor beso que sentí que tendría, que cambiaría por completo mi forma de verlo y sentirlo todo, Maddison entra por la puerta de mi casa de imprevisto y lo siguiente que sé es que D4 desaparece, justo como vi hacer a su compañera cuando se materializó de la nada.

Al principio estuve muy confundida y desorientada, no entendía lo que estaba pasando. Reaccioné cuando Maddison pasó por la cocina y gritó asustada al verme sentada y con la mirada perdida al frente de mí como si estuviera viendo a algún fantasma. Cuando volví en sí le pregunté qué hacía ahí y como entró.

La respuesta fue simple: Nicholas había llamado a la señora Anderson preguntando si tenía algunos tipos de herramientas específicas en la biblioteca o en casa. El taller mecánico quedaba más cerca de la casa y el negocio de la señora Anderson, que de nuestra casa, así que no me extraña que le haya preguntado, así se evita el largo viaje a nuestra casa. Pero no tenían ningún repuesto de nada guardado. Maddison se ofreció a ir a buscar lo que necesitara de mi casa. Nicholas aceptó, Maddison solo pasó al taller para buscar las llaves de la casa y así fue como entró aquí.

Eso fue todo.

No me extraña esta situación ya que nuestras familias se hicieron mucho más unidas desde la muerte del padre de Maddison. Para nosotros no es raro hacerles favores a la familia del otro; llevarlos al médico cuando alguno está muy enfermo, pagar las cuentas, incluso pasar todos juntos las navidades o año nuevo como si fuéramos una sola familia.

Al inicio Hajoon y Maddison creían que sus padres mantenían algún tipo de romance secreto que no nos contaban por miedo a que nos enojemos o estuviéramos resentidos. Cuando se enteraron de las locas ideas y fantasías que rondaban por la cabeza de sus hijos se vieron en la obligación de hacer una reunión familiar de urgencia para dejar las cosas muy en claro y romper cualquier globo fantasioso.

Nicholas ama a la señora Anderson como a una amiga y hermana, dejó en claro que a pesar de todo él seguía muy enamorado de mi mamá; y la señora Anderson ve a Nicholas de la misma manera, también ella sigue amando a su difunto esposo con todas sus fuerzas y no se ve saliendo con alguien más.

Por lo menos no aún.

Por mi parte no era que me disgustara la idea pero tampoco era algo que se me hubiera ocurrido, verlos juntos no me hacía pensar en un romance en absoluto. Verlos era como apreciar una hermosa amistad incondicional que te da envidia y con ganas de tener algo igual.

Pero ya volviendo al amargo recuerdo del casi-beso pues... No me di cuenta de su desaparición y estuve por varios minutos desconcertada mientras Maddison seguía parloteando de lo mucho que la asusté.

¿Cómo y cuándo pudo irse? Por más que intenté llamarlo en susurros nunca apareció de nuevo ni dio señales de que siguiera dentro de mi casa.

Él realmente es bueno escapando de los demás.

—Estoy genuinamente preocupada por ti, Hanna —Maddison me saca de mis pensamientos y la veo meterse varias palomitas a la boca.

Veo la hora en el pequeño reloj de color blanco y cuadrado que está encima del escritorio al lado de mi cama, donde estamos Maddison y yo sentadas mientras vemos -más bien ella ve- una película de Adam Sandler de la que ni recuerdo el nombre.

Son las 1:03 de la madrugada.

¿Cuántas películas ha puesto? No recuerdo ninguna. 

—Desde que llegué has estado de un pésimo humor. Más que de costumbre.

—Me pregunto por qué será —gruño bajo. Miro hacia la pantalla de la computadora encima de mi cama, donde está puesta la película, pero sin prestarle atención de verdad.

—¿Dijiste algo? —pregunta Maddison sin despegar la mirada de la pantalla y atragantándose con palomitas de maíz sin parar.

La obligaré a ayudarme a limpiar mi cama después, no planeo que hoy me coman las hormigas. 

–No, nada. Creo que me quiere dar un pequeño dolor de cabeza, eso es todo —finjo masajear mi frente. Me observa, dudosa de mis palabras, pero le resta importancia a los segundos de ver al personaje de Adam Sandler darse cuenta de los sentimientos que tiene por la mujer que era su mejor amiga y mintió por él para que pudiera conquistar a otra mujer.

Dios, hasta las películas de comedias románticas me hacen fruncir el ceño y perder toda esperanza en el amor de verdad.

¿Realmente alguien es capaz de soportar ver a la persona que quiere, irse con alguien más? Yo no creo poder. Yo sería egoísta y trataría de luchar hasta el final sin importar las consecuencias. Incluso si me rechazan no voy a tener arrepentimientos. Por lo menos lo intenté con todas mis fuerzas y dí todo lo que tenía para ofrecer, lo bueno y lo malo.




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