~ D-11 ~
Hanna.
Desde el jueves, luego de que B1 y Myeong-Seok salieran de la habitación al terminar de hablar y nos pidieron que nos fuéramos, que no había nada para preocuparse, no los he vuelto a ver a ninguno de los tres. Porque Universo también decidió quedarse, y lo más raro es que Myeong-Seok se lo permitió.
Así que no nos quedó más remedio a mi hermano y a mí que irnos. Lo último que supe de ellos fue por medio de Universo, que se pasó ayer por mi trabajo para decirme que Myeong-Seok ya se sentía mejor y que no me preocupara, que de seguro ya estaría bien para hoy.
Por más que traté de sacarle alguna información de si sabía algo de lo que habían hablado o decidido B1 y Myeong-Seok, solo ignoró mis palabras y se fue.
Odiaba estar al margen de todo. Me preocupaba, sobre todo si decidían informar de lo ocurrido, eso conllevaría a que nos borraran la memoria a todos y puede que hasta terminen alejándonos de nuevo.
Yo no sabía qué era lo que realmente quería.
Por una parte, no me importaba tener que desaparecer de la vida de Myeong-Seok si eso aseguraba que estuviera bien y no terminara muerto, como se mencionó en el pergamino que me dio Universo. Y por otro lado, temía volver a mi vida llena de tristeza y culpa, con el recuerdo de su trágica muerte, sin saber que, de alguna manera, vivió y creció sano y fuerte.
Pero también me gustaría que pudiera tener una vida. Aún recuerdo lo entusiasmado que estaba cuando fuimos al parque de diversiones, lo pleno y alegre que se veía luego de que amanecimos juntos en el sofá de la casa de Maddison, lo sonriente que siempre está cada vez que nuestros ojos se encontraban...
Justo como ahora, cuando volteo con escoba en mano y lo veo atravesar la puerta de la librería. No sé si es porque llevo poco más de un día desde que lo vi o porque la última vez que lo hice se veía tan enfermo y sin energía que solo daban ganas de protegerlo a toda costa, pero la vista que tengo de él ahora mismo me deja sin aliento.
No se ve para nada enfermo. No parece que haya estado enfermo en ningún momento, la verdad. Viste con un abrigo largo beige, estilo gabardina, que le llega casi hasta las rodillas, una sudadera con capucha negra debajo del abrigo, unos pantalones oscuros y botas color miel tipo Timberland.
Sus ojos brillan al conectar miradas, y me es imposible no suspirar internamente ante la bonita sonrisa que me ofrece, pero lo que más me deja sin aliento es el ramo de claveles que lleva en una mano.
—¿Qué haces aquí? —pregunto sorprendida.
—¿Estás sola? —pregunta en su lugar, mirando a su alrededor hasta volver a posar su atención en mí.
—Sí. Los fines de semana me toca cerrar a mí y, pues, hoy es sábado. —Miro la hora en el reloj detrás del mostrador y abro los ojos al darme cuenta de que son las nueve con cuarenta y dos de la noche.
Debí haber cerrado a las nueve y media, y el último bus que pasa por la parada más cercana a la barriada de mi casa solo está disponible hasta las diez. Lo voy a perder.
—Me arriesgué a pasar por aquí, ya que podrías haberte ido hace rato —dice y se acerca hasta quedar a unos pasos de mí.
—Solo tendrías que guiarte viendo el hilo que nos une y así sabrías antes de entrar si estoy dentro o no —digo divertida.
A él se le borra un poco la sonrisa y mira hacia otro lado con incomodidad. Instantáneamente me preocupo.
—¿Qué? —pregunto y me muevo hasta quedar a su vista.
Él me mira un poco avergonzado y me tiende los claveles. Dejo recostada la escoba en algún lado para recibirlas. Mi preocupación no disminuye, pero igual acepto las flores. Son un hermoso gesto, así que le digo un bajito "gracias" mientras las contemplo.
—Lo que pasa es que... ahora ya no puedo ver los hilos tan claros como antes. A veces están ahí, claros, vibrantes de color. Algunas veces parecen aparecer y desaparecer, y otras pocas... no los puedo ver nada aunque me concentre —explica, e inmediatamente alzo mi mirada hacia él con sorpresa. Antes de que pueda abrir la boca para decir algo, él alza las suyas y me hace callar —No te preocupes por ello. Te lo cuento porque no quiero tener ningún secreto contigo, pero no quiero que me mires como si eso fuera algo de lo que hay que lamentarse, porque no lo hago —dice firme.
—¿Cómo pretendes que no le tome importancia? Me estás diciendo que ahora no puedes ver los hilos como antes... eso solo quiere decir que se está cumpliendo cada vez más todo aquello que me mostró Universo, que decía ese pergamino —inquiero y pego el ramo entre mis brazos a mi pecho como una manera de encontrar consuelo.
Myeong-Seok se acerca y me quita el ramo de los brazos para luego dejarlo encima de una de las mesas con libros populares actuales, que colocamos a la vista de todos para llamar la atención de los clientes.
Regresa frente a mí y me rodea con sus brazos. Me quedo inmóvil por varios segundos hasta que ya no puedo resistirme y le devuelvo el abrazo. Reposa su cabeza encima de la mía, y ahí puedo notar que está sonriendo levemente, por el movimiento de sus mejillas encima de mi cabeza.
—Ya he hablado de esto con B1. Ahora te diré lo mismo a ti —se separa y peina mi cabello con mucho mimo mientras me admira con tanto cariño que no sé cómo reaccionar —Quiero esto. Quiero tener estas emociones nuevas que antes no tenía y de las que no todas me sé los nombres. Quiero poder tocarte y sentir lo mismo que tú sin que ninguna regla me lo impida —baja sus manos hasta mis mejillas y me acaricia los pómulos con sus pulgares.
Entiendo sus razones, y no más quisiera yo que poder ofrecerle todo lo que desea sin reservas, pero no puedo ignorar el terrorífico elefante en la habitación. No debemos ignorarlo.
—Pero... podrías morir —digo en tono bajo, temiendo que decirlo más alto sea como una sentencia aún más poderosa.
#3307 en Novela romántica
#753 en Fantasía
cupido inmortales fantasia, humor amistad amor, romance magia
Editado: 30.05.2025