En esos momentos, Ryujin observó la expresión de sorpresa en el rostro de Yorutsuki. La joven estaba inmóvil, con los labios entreabiertos y la mirada fija en la superficie del agua que aún vibraba con ecos de lo imposible. Confundido por lo que acababa de suceder, Ryujin comprendió que la Mizu se había rebelado. No había sido un accidente. No fue invocada. La voluntad del agua se había revelado por sí misma, antinatural, libre… antigua.
Un silencio denso siguió envolviendo el Sanctum Sanctorum, como si las paredes mismas contuvieran la respiración. Entonces, Garuda —con su voz grave, serena como el cielo antes de la tormenta— rompió el mutismo.
—Esto es solo el comienzo. No tengo permitido interpretarlo, ni guiarte, Ryujin.
El Kami lo miró con desconfianza.
—Garuda… no entiendo qué haces aquí, si no puedes hacerlo.
—Mi papel siempre ha sido ser el mensajero de los Kami —respondió con calma—.
—Hermes también puede hacerlo.
—Hermes no puede andar entre los mundos de las grietas como yo.
—¿Eso te hace especial?
Garuda no sonrió. Sus ojos dorados parpadearon con un brillo de comprensión que Ryujin aún no poseía.
—No lo entiendes, Suijin. Mi papel ya está hecho. Vishnu quiso advertirte. Queda de ti tomar su ayuda… o rechazarla.
—¿Por qué?
Garuda bajó la mirada por un instante, casi como si lamentara lo que aún no podía decir.
—Ahora no recuerdas nada… pero cuando llegue la helada, lo entenderás.
Ryujin esbozó una sonrisa tensa, mezcla de frustración e ironía. Frunció el ceño, molesto por lo que implicaban las palabras del ave sagrada. ¿Por qué otros Kami querían ayudarlo… si ni siquiera lo conocían?
Yorutsuki, aún temblorosa, caminó hasta él. Su voz era baja, como si no quisiera perturbar el aire.
—Mi Ai, esto es extraño… siento un flujo distinto en mí.
Él la observó con atención. Ya no era solo una Miko. Algo había cambiado en su alma, en su presencia. Lo sabía.
—Yorutsuki, el pacto de lealtad te conecta conmigo. Puedes ver y sentir lo mismo que yo… así como yo contigo. Ahora estás vinculada a la Mizu. Eres parte de ella. Su flujo corre por tu aura.
Ella se llevó una mano al pecho, como si pudiera palpar esa corriente invisible. Los ojos se le humedecieron, no de tristeza, sino de desconcierto.
—¿Por esa razón se comunicó conmigo como médium?
—No. La Mizu es un elemental. Es la última de su Tane. No fue un simple contacto espiritual… fue un llamado antiguo. Un eco de algo que no debió despertar.
El silencio volvió por unos segundos. El agua del santuario estaba quieta, pero algo en ella parecía vigilar desde las profundidades. Una conciencia dormida. O tal vez despierta… y esperando.
—Mi Ai, ¿qué pasará ahora?
—No lo sé —dijo Ryujin, secamente—. Demos por terminado este asunto. Debo ir a hablar con Izanagi.
—Como ordene, mi Ai. Nos retiramos.
Yorutsuki se inclinó en una reverencia ceremonial. Las demás mikos la imitaron sin decir palabra. Todas salieron del santuario con pasos suaves, confundidas, arrastrando consigo una sensación de ruptura sagrada.
Pero la antigua sabía. Ella lo presentía. Había muchos misterios por desentrañar. Debía estar segura antes de compartir sus sospechas con el Kami… porque si lo que creía era cierto, no era solo una leyenda. Era una advertencia.
Un cuento antiguo, contado para asustar niños, que quizás nunca fue mentira.
Cuando Ryujin se quedó a solas, giró hacia Garuda.
—Y bien… ya puedes retirarte. Necesito pensar en lo que sucedió e ir con mi padre y los celestiales.
Garuda asintió, desplegando lentamente sus alas. Pero antes de alzar el vuelo, dejó una última advertencia:
—Recuerda… los elementales son un secreto que no debe ser dicho. Recuerda el pacto antiguo. Los Ningen no pueden saber más de lo que conocen. La balanza depende de ello.
Ryujin no respondió. Solo cerró los ojos.
Garuda levantó vuelo en silencio. Solo el sonido de sus alas rompía el aire cargado de presagios. Partió rumbo a su encuentro con Vishnu, sabiendo que su Ai ya sabría lo que había ocurrido.
Pero aún así debía contarlo.
Su deber era llevar el mensaje.
"Oh Vishnu… ¿Qué ha hecho el hijo de la mizu?", pensó en un susurro que no necesitó voz.
Editado: 16.06.2025