Epílogo: Susurros de la Mizu

El Santuario del Alma Aural se había aquietado. Los Kusuri observaban a Suijin ccontemplando algo inexplicable: su respiración era regular, su cuerpo estaba intacto. Nadie sabía que la calma era solo superficie, por que su escencia no se podía calmar.

Gang Tae permanecía en silencio, sus ojos permanecian fijos en la corriente invisible de la Mizu. Allí, entre cada latido, percibía un hilo negro que se extendía más allá del santuario, un sendero que ningún ojo mortal ni Kami podría trazar. Era un susurro antiguo, un lugar donde las memorias olvidadas y los secretos prohibidos se entrelazaban.

Un canto fragmentado se filtró desde esa distancia le hizo rizar la piel de Ningen que portaba, un eco que apenas rozaba sus sentidos. No era melodía ni palabra; era advertencia. Algo dormido, frío y vasto, despertaba, y su presencia se extendía con la suavidad de la penumbra helada.

—El camino… —murmuró Gang Tae, sin atreverse a nombrarlo—. Allí… esperan lo que no debemos tocar.

Ni los padres de Suijin, ni sus hermanos, ni los Kusuri entendieron. Solo vieron al Kami que los guiaba, siendo un faro frente a lo invisible. El hilo negro avanzaba, y un hilo dorado apenas lograba rozarlo, resistiendo, como si anunciara que no todo estaba perdido.

En la distancia, un lugar oculto aguardaba. La Mizu lo recordaba, y con cada vibración, parecía susurrar: algo espera despertar, y nadie sabe aún quién será su portador.

Gang Tae cerró los ojos y dejó que la Mizu fluyera, conteniendo la verdad que no podía compartir. No era su misión salvar, sino observar, proteger y esperar. La penumbra había despertado, y con ella, los secretos del Monte del Olvido comenzaban a moverse.

El silencio del santuario se volvió más pesado. La historia no había terminado. Solo había comenzado un nuevo ciclo, y la Mizu queria torcer el Dogma y obligar a su Ai a recordar se negaba a olvidar .

Pero Gang Tae sí recordaba.

Justo lo que Suijin le había dicho, en una noche de confesiones bajo el cielo triste por constelaciones rotas:

"La Mizu no teme a la oscuridad… porque siempre encuentra cómo fluir.", La Mizu siempre recuerda en cada hilo que vibra; no solo es líquido, es esencia de vida.

Y ahora, frente al cuerpo que parecía dormido pero vibraba con corrientes invisibles, Gang Tae se preguntaba si la Mizu podía fluir… cuando el Yomi no tenía fondo.

Se inclinó, rozó la mano de Suijin, y sintió el pulso de algo que no era vida ni muerte. si no tránsito. Era grieta. Era espera.

Entonces, la Mizu respondió.

Una onda se expandió sobre el altar, apenas perceptible, como si la Mizu hubiera escuchado el hilo dorado… y respondiera con un suspiro. El canto lejano volvió a filtrarse, esta vez más claro, como si una voz maternal tejiera palabras en Rav’shal:

"Toda herida sabe sanar… si el alma aún canta."

Gang Tae al dar se cuenta no lloro palidecio. Pero su pecho se llenó de una certeza que dolía como verdad recién nacida: Suijin no estaba perdido. Solo estaba en tránsito. Y el canto aún no había terminado.

Observo en lo alto del Monte del Olvido, una silueta se alzó entre la niebla. No tenía rostro, pero sus ojos brillaban como si recordaran cada nombre que el Dogma había sellado. No habla. No se movia. Solo espera.

Porque incluso los pactos rotos… tienen eco.

Y mientras el hilo dorado se perdía en la distancia, la Mizu cantó en silencio. No para sanar. No para advertir. Solo para recordar que, incluso en el olvido… hay memoria que aún respira.

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Queridos lectores este es el final de este libro pero no de la historia, les agradezco su paoyo en cada lectura y mensaje, pronto publicaré el siguiente libro espero que les guste tanto como este; realizaré la edición y volveré a publicar, no se preocupen nada de la trama cambiara, les deseo lo mejor y nunca olviden...

La Mizu siempre recuerda en cada hilo que vibra; no solo es líquido, es esencia de vida.