Deimon.

Capítulo 1.

Cafetería.

Domingo diez de la mañana, el sonido de la alarma me despierta, claramente indicando que tengo que levantarme e ir a mi cita con la psicóloga.

El hecho de ir a ver a esa mujer ya me pone de mal humor, gruño en molestia y me siento en la cama, me estiro haciendo que los huesos de mi columna crujan, paso mis dedos por mis ojos, me quedo mirando un zapato planteándome toda mi existencia, decido por levantarme y dirigirme al baño que tengo en mi habitación para tomar una ducha y ver si con eso logro despertarme por completo.

Salgo del baño envuelta en una toalla, con la cabellera castaña oscura totalmente húmeda dividida en ambos costados de mi cabeza mientras me dirijo a mi armario y lo revuelvo en busca de algo en que ponerme, me decido por un pantalón negro ajustado en la zona de los tobillos y cadera, una blusa gris, un buzo con capucha del mismo color y zapatos deportivos también grises, me lavo los dientes, peino mi cabello dejándolo suelto a los costados de mi cabeza, me coloco la capucha del buzo y bajo las escalera yendo hacia la cocina en donde me encuentro con Gilda, mi madre adoptiva.

Sí adoptada, Gilda me adopto a mis cuatro años y una semana después nos mudamos a Bygils, un pequeño pueblo que se podría decir fantasma ya que nadie lo conoce, la razón es porque estamos en una zona de bosques, es un lugar en donde la mayor parte del año está húmedo y hace frío.

Tenemos un hospital, un supermercado, una cafetería, un parque, una estación de policía y una escuela, de hecho es la única que hay, desgraciadamente estamos a quinientos cincuenta y ocho kilómetros de distancia de Gylsib, es el único pueblo más cercano a Bygils, en realidad contaría como una pequeña ciudad ya que tiene más variedad que nosotros, pero está a seis horas y cuarenta y siete minutos de aquí.

Llevo trece años viviendo en Bygils, en tres meses cumplo dieciocho años y también termino mi último año de secundaria, apenas termine me largare de Bygils e iré a la universidad de Gylsib, investigue sobre ella y la verdad es muy buena pero su presupuesto no, la única forma de ir es si me gano una beca, por esa razón tengo que esforzarme lo suficiente para obtenerla.

—Buenos días, ya era hora que te levantaras— veo a Gilda agarrar un vaso del mueble y servirse un chorro de vodka, para luego beberlo de una.

—¿No es muy temprano para beber?— paso por su lado para agarrar una taza del mueble.

—Nunca es muy temprano— dijo para volver a servirse y beberlo de la misma manera haciendo un gesto de fascinación por el sabor.

—Se nota— ruedo los ojos— Cambiando de tema, ¿sabes dónde está el café?— pregunto revolviendo el estante de espaldas a ella.

—Ya te lo acabaste— la escucho sentarse en un banco de la pequeña mesa de la cocina para seguir bebiendo.

—Eso es imposible hasta ayer había— me giro para mirarla.

—Pues ayer te terminaste lo que quedaba— levanto una ceja al ver como se terminó la botella.

—Genial ahora tendré que ir a comprar café— suelto un suspiro pesado— ¿Me prestas el auto?— me hace una seña con el dedo mientras intenta sacarle la última gota a la botella, doy vuelta los ojos y agarro las llaves del auto.

—Te recuerdo que aún sigues siendo menor para conducir, si continuas así me van a terminar quitando el auto—

—Y yo te recuerdo que eres una ebria compulsiva y que gracias a mí no te quitaron el auto— finalizo con una sonrisa falsa.

—Fingiré que no oí eso solo si me compras otra botella de vodka, una de ron y tres, no mejor cuatro latas de cerveza— pide con el ceño medio fruncido.

—Y si mejor me gano la lotería y te compro un bar— digo con sarcasmo mientras me acerco a la puerta principal sin antes meter disimuladamente mi mano en la bolsa de Gilda para agarrar algo de dinero— si tantas ganas tienes de beber, ve y cómpralo tú— digo para luego cerrar la puerta a mis espaldas.

Bajo los pequeños escalones de cemento que se encuentran en la entrada y dirigen todo un camino hacia el final de la vereda, me dirijo al garaje, entro al auto y salgo a la calle. Miro la hora en la radio, las diez treinta, tengo mi cita con la psicóloga en treinta minutos, estoy bien con la hora solo espero que no haya nadie en la cafetería. Freno en una esquina para que cruce una señora con su hijo de unos siete u ocho años, terminan de cruzar la calle y avanzo un poco para mirar a los costados.

—Muy bien no hay nadie— murmuro mientras avanzo pero termino pisando bruscamente el freno al ver pasar a unos chicos en un auto rojo descapotable a toda velocidad— FIJATE IDIOTA— grito mientras les toco la bocina— Dios, a veces le dan la licencia a cualquiera—

Que irónico tú ni licencia tienes.

Dejo el auto en el estacionamiento apenas llego, empiezo a caminar a la entra de la cafetería, en el proceso veo un auto rojo descapotable y me detengo de golpe, es el mismo que me cruce y al que le toque bocina pero de seguro sea otro auto, digo, ¿cuántos autos rojos descapotables hay por aquí cerca?

Además no llegué a ver su matrícula si no lo reconocería de inmediato.

Dejo de lado eso y procedo a la entrada de la cafetería. Vaya sorpresa, no hay tanta gente como creí, normalmente siempre está llena; camino al mostrador en donde se encuentra atendiendo un chico de unos veintidós años supongo.




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