Deimon.

Capítulo 5.

Ma... mamá.

Suena la campana del receso y me dirijo a la cafetería de la escuela, pido una ensalada de fruta y agua, me siento en una de las mesas más alejadas del resto y me enfoco en que nadie note mi mera existencia pero lamentablemente no todo dura para siempre.

—Oye rarita— Maite se queda de pie frente a mi mesa.

La ignoro por completo, ella vuelve a hablar y la vuelvo a ignorar, hasta que golpea la mesa con su mano llamando la atención de toda la cafetería, y cuando digo toda es toda. Dejo mi ensalada, cruzo mis brazos sobre la mesa y levanto mi mirada lentamente, eso al parecer le molesta y siendo sincera eso me satisface, cosa que se lo hago notar con mi sutil sonrisa.

—¿Me hablabas Maite? Pues ahora tienes toda mi atención— ella se sienta frente a mí, cada persona queda en total silencio con tal de tener chisme

—Sí, dije que te disculparas conmigo— dice con una mini sonrisa que desaparece al toque cuando me escucha reír.

—¿Y por qué haría eso?—

—Amm da, por la vergüenza que me hiciste pasar en clase con tu mareo— hace comillas con los dedos, me quedo callada. Si cree que me voy a disculpar por hacerla pasar vergüenza, está muy equivocada, demasiado equivocada —Sigo esperando—

—Olvídalo— me levanto de la mesa y empiezo a caminar hacia la salida.

Pero me temo que olvidé un pequeño detalle: las amigas de Maite. Una de ellas me toma del pelo y me tira hacia atrás, el impacto de mi espalda contra el piso es doloroso, tanto Maite como sus amigas me rodean, giro mi cuerpo y veo a Jayme arrodillada al lado mío intentando ayudarme.

—¿Estás bien?—

—Sí... bueno eso creo— susurro mientras me apoyo sobre mis antebrazos.

—¿A quién le hablas rarita? ¿A un fantasma?— se burla una de las chicas y todos ríen.

Había olvidado que nadie puede verla.

—¿Qué pasa? ¿El golpe te afectó?— Maite se agacha frente a mí.

Mala idea chica.

—No tanto como a ti— le propino una patada en la cara.

Ella cae de espaldas sujetándose la zona afectada, todos la rodean dejándome sola, me levanto rápido y me acerco a la multitud, una de sus amigas la ayuda a sentarse, todos la miran horrorizados.

—¿Qué sucede?— pregunta Maite, la chica que la ayudó le señala su rostro, ella se toca y pega un grito al ver la sangre.

—¡¿PERO QUÉ CARAJOS TE PASA PSICÓPATA?! ¡LE ROMPISTE LA NARIZ!— me grita un chico, me encojo de hombros sin afectarme su insulto.

—Pues debería agradecerme, ahora no necesita pagar para una operación, ya le arregle el rostro— me llevo una mano al pecho con una sonrisa para así salir de la cafetería.

Me dirijo al salón, recojo mi mochila y me largo de la escuela, sé que había dicho que me esforzaría mucho para conseguir esa beca, pero con lo que acabo de hacer es mejor decirle adiós.

—¿Te arrepientes verdad?— Jayme camina a mi lado.

—Siendo sincera no, al contrario se sintió bien—

Nos mantenemos en silencio mientras caminamos, estamos a unas dos calles de mi casa y siento una puntada en mis sienes que enseguida me recorre hasta la nuca, lo siguiente es que me empiezo a marear.

—¿Estás bien?— la respuesta llega más que rápido al verme caer al piso —¿Dei?, Dei reacciona por favor— Jayme me sacude, la tomo fuerte de su brazo en el momento que empiezo a ver algo.

Es Gilda, está asustada y nerviosa, se encuentra en el parque, mira para todos lados y empieza a correr de forma desesperada, a lo lejos tres perros callejeros la rodean, son de raza Rottweiler, ella intenta alejarlos pero uno de ellos la toma del tobillo y empieza a arrastrarla por el pasto, ella intenta sujetarse de algo pero no puede, sus dedos se entierran en la tierra y se raspan mientras el perro la jala, ella grita por ayuda y forcejea pero el animal es más fuerte... lo último que veo es a otro de los perros subirse arriba de ella.

Salgo del trance al sentir el impacto de la mano de Jayme en mi mejilla, la observo asustada, me levanto rápido del piso mientras me tambaleo.

—Oye, ¿qué pasa?— sujeta mi cara con sus manos haciendo que la mire, es ahí que caigo en cuenta.

—Mi mamá— salgo corriendo dejándola con la palabra en la boca.

Corro lo más rápido que puedo, el parque está a tres calles de mi casa así que llego más rápido de lo pensado, me detengo en la entrada del parque al ver los patrulleros con las luces encendidas, veo a unos policías y me acerco a ellos.

—Wow, alto ahí señorita, no puede pasar esto es una escena del crimen— dice uno de los oficiales acercándose a mí.

—Pero...  señor...  mi... — trato de hablar pero es inútil, mi respiración está acelerada.

—Pero nada, ahora váyase por favor— me corta haciéndome señas con la cabeza, simplemente asiento y me alejo un poco sin quitarle la vista de encima.

El oficial vuelve con su compañero dándome la espalda, aprovecho y corro hacia el interior del parque, escucho la voz del oficial gritándome que me detenga pero no lo hago.




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