LONDON HEATHROW AIRPORT
— ¿Es en serio?
— ¿Qué cosa?
— ¿Que estés siguiéndome?
— Te dije que iría contigo.
— ¡Estás loco! —Exclamó colocándose nuevamente sus gafas oscuras y sentándose en uno de los asientos para aguardar el momento de abordar—
— ¡Ámsterdam! —Exclamé arrebatando el boleto de su mano—
— ¿Qué haces? —Preguntó molesta quitándomelo de vuelta—
— ¿Esa es la ciudad de la que me hablaste dentro del taxi?
Ella no me contestó pero tampoco hizo falta que lo hiciera, lo único que yo debía hacer en ese momento era ir a comprar mi boleto con el mismo destino y fue lo que hice.
Me tardé un poco pues debía gestionar el viaje de mi pequeño gato y cuando estuvo todo listo, regresé hasta donde ella se encontraba. En todo momento permaneció en silencio y decidí no molestarla pues sentí que ya la había molestado suficiente.
Cuando abordamos finalmente, intentó por todos los medios perderse de mi vista y sentarse lo más apartada posible de mí pero no lo logró.
— Intenta no dirigirme la palabra. No quiero que me molestes.
— No voy a molestarte —Aseguré—
Durante todo el vuelo que duró casi una hora, ella, arrinconada del lado de la ventanilla, no se movió, no habló y mucho menos volteó hacía mi. Únicamente cuando aterrizamos, reaccionó y siempre delante de mí, descendió, yendo en busca de su maleta.
Al poco rato me entregaron a mi pequeño gato quien afortunadamente se encontraba bien, tomé mi maleta y minutos después ella encontró la suya.
— ¿En cuál hotel te hospedarás?
— Eso no es asunto tuyo y ya deja de seguirme —Recalcó en el preciso instante que un repentino mal estar le provocó vómitos que no pudo contener en plena calle—
Desde luego la socorrí y ni bien se sintió un poco mejor abordamos un taxi y pedí que nos llevara hasta el hotel más cercano pero durante nuestro trayecto acabó descompensándose por completo y tuve que llevarla al hospital.
— Su esposa se pondrá mejor pronto, pero lamento informarle que sufrió un aborto espontáneo —Comunicó aquel Doctor— ¡Lo siento mucho!
No supe que decir y mucho menos que hacer. No supe que pensar y como acercarme a ella cuando fuera a despertar.
Lo que hice no fue correcto, lo sé pero como apenas me sabía su apellido, tomé su cartera y busqué su identificación. Agatha, ese era su nombre. Agatha Martins y pude indagar mucho más pero no lo hice pues era todo lo que deseaba saber en ese instante.
Su celular no dejaba de sonar. Una y otra vez se repetía la misma llamada de aquel persistente actor, Edward Hans a quien no me faltaron ganas de contestar. ¿Pero que iba a decirle yo? Agatha se enfadaría aún mucho más conmigo si llegara a enterarse de que hablé con ese sujeto.
¿Habrá sido él quien la embarazó? ¿Qué fue lo que sucedió aquel medio día en el hotel donde ambos fueron juntos? —Me pregunté a mí mismo—
Y muchas más preguntas me rondaron por la cabeza pero ninguna con esperanzas a obtener respuestas.
AL DÍA SIGUIENTE
— Disculpe, el Dr. Eerkens solicita su presencia —Irrumpió una de las enfermeras de turno—
Aquel Dr. me entregó el alta de Agatha y un pequeño cofre mientras me explicaba brevemente ciertas cuestiones y me indicaba que al despertar ya podría marcharse a su casa para descansar.
— Al no contar con el expediente clínico de la paciente, no puedo emitir las causas exactas del aborto espontáneo que sufrió pero a simple vista, los estudios realizados determinan que ella no puede retener embarazos debido a una malformación uterina. Aquí tiene el alta y el cofre con el feto. Fue ella quien pidió esto —Aclaró— firme aquí por favor —Pidió pasándome un papel—
Cuando Agatha despertó finalmente, la llevé hasta el hotel donde me había hospedado. Ella permaneció en un estado de silencio absoluto hasta el momento de llegar y ya en la habitación que había pedido para ella, se encerró y no volvió a salir durante todo lo que quedó de aquel día o al menos eso fue lo que yo creí.
A la mañana siguiente, como no respondía el llamado de la puerta al camarero y no había comido nada, fui yo mismo a ver qué pasaba sin resultados positivos. Quedé preocupado y fui a pedir en recepción el duplicado de la llave, explicando la situación al recepcionista pero éste sin nada de preámbulos me dijo que la Srta. Martins había salido.
— ¿Cómo? Ella acaba de salir del hospital y debe permanecer en reposo.
— Lo siento... Nosotros no podemos detener a los huéspedes.
— .Debieron informarme entonces —Grité enfurecido—
Pedí el duplicado de la llave y fui a ver de todos modos su habitación. La mayor parte de sus pertenencias al igual que el cofre, estaban allí, sin embargo su maleta estaba abierta y medianamente vacía como si hubiese llevado consigo unas cuantas prendas.
La esperé durante todo ese día de un modo desesperante y como no llegó, a la mañana siguiente fui a comunicar su desaparición ante las autoridades.