Amaba observarla mientras dormía, pese a que lo hacía de un modo bastante peculiar como toda su esencia, desde luego. Apenas podía dejarse ver su rostro, acostada bocabajo, con los brazos extendidos hacia abajo y su hermosa cabellera, colocada con delicadeza hacia un costado de la almohada.
De tanto en tanto, volteaba la cabeza para el otro lado, pero nada más que eso pues permanecía en esa misma postura desde que dormía hasta que despertaba y yo pensaba mientras acariciaba su cabello ¿Cómo podía? Yo era de aquellos capaces de moverse como 20 veces mientras dormía y no es que me constara tal cosa. Era Nergis quien me lo decía y reprochaba siempre.
Yo acostumbraba a despertar temprano siempre y desde que la tenía junto a mi, aquel hábito se me había vuelto aún mucho más placentero pues de tal modo podía quedarme allí, viéndola sin cansancio.
Uno de esos días, bien temprano en la mañana y a punto de marcharnos de la siempre maravillosa Estambul, el teléfono de Agatha sonó y como ella permanecía aún profundamente dormida, decidí ser yo quien contestara, con más razón si se trataba de Edward Hans.
— ¿Doctora Loan? —Me pregunté observando la pantalla, para posteriormente contestar— ¿Diga?
— ¿Usted es?
— Soy... su esposo.
— ¿Su esposo?
— Evet... Soy esposo de Agatha y ella sigue descansando ¿Desea dejarle algún recado?
— Efectivamente ¿Señor?
— Oğuzhan Berli.
— Sr. Berli, ya han pasado un par de días y es importante que Agatha no corte su terapia. Necesita aplicarse la dosis del mes.
— ¿La dosis del mes?
— ¡Oğuz! Dame mi teléfono —Irrumpió la reina de mi corazón quién finalmente había despertado—
— Es una Doctora y dice que debes ir para tu dosis del mes. ¿Me explicas?
— Shhh... ¿Dra.? —Habló—
— ¿Te casaste, Agatha y no me has invitado a tu boda?
— Mmmhhh... fue una boda improvisada —Dijo observándome con enfado— Nada que acotar al respecto. Stephanie, estaré por ahí pronto ¿De acuerdo?
— Espero que así sea porque vas muy bien con tu terapia. Sería un retroceso muy grande si no te aplicas la dosis del mes —Aclaró aquella Doctora y la oí perfectamente porque me pegué lo más que pude a mi Agatha para enterarme de lo que decía—
— Ya sé,l. Volveré mañana mismo —Aseguró y al cabo de un par de palabras más, colgó la llamada— ¿Tú no aprendes, Oğuzhan?
— ¿Qué cosa?
— Tu proceso de divorcio ni ha empezado y ya hablas de otro matrimonio.
— Tú y yo nos casaremos —Le dije con seguridad en lo que ella lanzaba un gran suspiro—
— Faltaría antes que Edward me dejara en paz y eso no pasará tan fácil porque está más loco que tú.
— No me compares con ese sujeto que yo jamás te pondría triste y mucho menos te haría sufrir.
— Ahá —Lanzó esa expresión de manera totalmente incrédula—
— Mejor cuéntame que terapia es esa.
— ¿Pediste el desayuno? Tengo hambre.
— Lo haré ahora.
En todo momento Agatha esquivó aquella pregunta que le había hecho y entendí entonces que no me diría nada. Sin embargo acabaría sabiéndolo de todos modos tarde o temprano pues no tenía la mínima intención de dejarla sola, con mayor razón, sabiendo que Edward Hans seguiría asechándola.
— Dime al menos a dónde iremos, Agatha.
— A Londres... Mi Doctora está allá.
Londres... Por mí no la hubiese dejado volver allá y la habría convencido de quedarnos a vivir en Estambul que le había gustado tanto pero fue necesario ir por aquella terapia sobre la cual no poseía yo mayor conocimiento.
— Allá él te buscará pero te advierto que yo no dejaré que se te acerque.
— ¿Qué hubiese ocurrido si tu esposa decidía solucionar las cosas contigo, Oğuz? Todo lo que me dices ahora habría sido mentira. Él lo hizo muchas veces, me mintió siempre y aún así se llena la boca diciendo que me ama.
— Fui a Ankara dispuesto terminar con todo. Te ofrecí mi sinceridad desde el primer momento —Dije acariciando su cabello mientras ella desayunaba—
— Él sí va a buscarme.¡Es más! Seguro ya está esperándome porque sabe que ingreso a terapia una vez al mes. No quiero que te metas en problemas ¿Me oyes?
— No tienes que preocuparte por mí, solo quiero que me dejes estar a tu lado.
— Yo debo hablar con él y debes dejarme que lo haga. No quiero que te aparezcas cuando eso suceda.
No me pareció en absoluto pero no me quedó de otra que aceptar. Lo que no pude aceptar fue el hecho de no acompañarla al hospital para aquella mencionada terapia.
— No me pidas eso, te esperaré afuera si quieres pero déjame acompañarte.
— Quiero ver en verdad que me esperes afuera.
— Te prometo que lo haré.
Cuando volvimos a Londres, a primera hora de la mañana siguiente, Agatha fue al Hospital San Bartolomé y yo desde luego la acompañé; debiendo imperiosamente cumplir la promesa que le había hecho, de esperarla afuera en los pasillos del Hospital.