Un nuevo día inició y trajo consigo aquella felicidad de saber que Agatha estaría a mi lado siempre. Inmerso en mi dicha, aquella mañana pedí un gran desayuno con la intención de darle los buenos días en su cama, sin embargo los cálculos de mi reloj me habían fallado y ella salió de su habitación antes de que pudiera sorprenderla.
Agatha se veía bien puesta y bastante arreglada. ¡Hermosa como cuando la vi por primera vez en el Hyde Park de Londres!
— ¿Y eso? —pregunté tomando sus manos—
— ¿Eso, qué?
— ¿Por qué tan arreglada?
— ¿Oğuzhan, acaso quieres verme, despeinada, pálida y mal vestida por la vida? Suelo estar así, pero ahora debo salir.
— ¡De acuerdo! perdona mi estúpida pregunta. ¡Es momento de desayunar! —le die y tomamos asiento—
Mientras desayunábamos, ella me dijo que debía verse esa misma mañana con Edward Hans, y ya me temía que fuera a decirme tal cosa. ¿Se habrá puesto así de bella y encantadora para él? —fue la pregunta que asaltó mis pensamientos en ese instante, pero sin que me atreviera a expresárselo—
Un gran nudo en mi garganta me impidió continuar ingiriendo alimento y por consiguiente, seguir preguntándole cosas.
— No pongas esa cara, Oğuzhan. Debo hacerlo pues por tu culpa ayer no pude hablar con él.
— ¡Claro! Por mi culpa.
— Sabes que sí fue por tu culpa. Mira que si yo me quedaba a hablar con él ayer a la salida del hospital, tú ya no estarías aquí ahora.
— ¡Tamam! (Está bien) puedo aceptar esa culpa únicamente porque en verdad no querías que me marchara —le dije con cierto aire de alegría— Iré contigo ahora.
— Oh, no… No lo harás. Te dije que yo debo hablar con él a solas.
— Hablarás con él a solas, pero yo te acompañaré. Y ya no quiero discutir contigo.
— Há… ¿Acaso fui yo quien empezó?
— ¡Lo siento!
— Creo que estás muy estresado.
— ¿Por qué lo estaría?
— Yo que sé —contestó encogiéndose de hombros—
— Tal vez lo estoy, sí, y tal vez con un abrazo tuyo se me quite.
Eb esos instantes me acerqué a mi Agatha para pedirle un abrazo. — ¿Me abrazas?
— ¿Por qué yo debo abrazarte?
— Te abrazaré yo entonces —le dije rodeándola entre mis brazos—
— Oğuzhan, prométeme que no buscarás líos con Edward. Necesito hablar con él y no quiero que te metas.
— No lo haré. Te lo prometo. Solo quiero estar cerca de ti.
Se lo prometí y tenía pensado cumplirle, sin embargo necesitaba estar realmente cerca, donde pudiera oírla en caso de que le sucediera alguna cosa en manos de aquel sujeto, entonces la seguí hasta la habitación del hotel donde habían quedado en encontrarse, y permanecí allí pegado a la puerta para esperarla y oír que todo estuviera bien.
— Ya no hay ningún bebé, Edward.
— ¿De qué estás hablando?
— ¿Tú en verdad pensaste que yo podría retener un bebé en mi vientre? Me conoces Edward, o al menos creí que me conocías. Estas al tanto de todos mis padecimientos.
— ¿Mi amor, acaso lo perdiste? —se oyó preguntarle con cierto tono de falso pesar—
— No me toques, y no me llames así. Perdí a mi bebé por tu culpa el día que me dejaste sin que te importara la promesa que me hiciste. Ahora quiero que me dejes en paz Edward. Quiero que dejes de buscarme y que dejes de llamarme. Quiero que te olvides de mí para siempre.
— No puedes pedirme algo así, Agatha. Tus eres el amor de mi vida. ¡Yo te amo! Ya hemos superado muchas cosas, juntos y superaremos esto también.
— Yo sabía que iba a perder a mi bebé, Edward, y todo lo que deseaba era que estuvieras a mi lado cuando eso pasara, pero me dejaste sola en aquel hotel. Me faltaste una vez más.
— Sabes porqué tuve que irme. Te lo expliqué, y volví luego tal y como te dije que lo haría, pero tú ya no estabas Agatha.
— ¿Y tu hijo sí estaba enfermo en verdad o fue otro invento de aquella bruja que tienes por esposa? —preguntó ella generándose un repentino silencio— Por supuesto... Me lo suponía, pero como iba a suplicarte yo que no le creyeras si al fin y al cabo tu familia está por encima de todo. Yo soy solo tu amante —recalcó—
— Tú sabes que mi hijo en verdad está enfermo, Agatha, pero mi amor, escúchame. Nada de esto se volverá a repetir. Yo te lo prometo. Necesito que pienses con calma y que creas en mí.
— Claro que no se volverá a repetir y espero que sepas respetar mi decisión.
— No puedes pedirme que me aleje de ti.
— ¡Por supuesto que puedo!
— Agatha, sé que esto ha sido doloroso pero…
— No sabes nada, Edward.
— ¿Crees que no? ¿Crees que esto no ha sido duro para mí?
— Ya no sé exactamente que creer, pero estarás tranquilo desde ahora porque ya no deberás estar divido entre tu familia y yo.