Déjame Amarte

NO TE SIENTAS CULPABLE

Un par de días después de habernos casado, viajamos a Los Ángeles para la reunión que Agatha tenía pactada con miembros del director que estaba interesado en su novela. Yo poseía muy poca información al respecto pero con acompañar a mi amada y no perderla de vista era suficiente para mí.

A poco de habernos instalado en un hotel, recibí el llamado de mi amigo Baymaz y me dijo que ya todo estaba listo para que Agatha y yo nos casáramos de manera legítima como debía ser.

— ¿Cuándo vendrán?

— Pues no sabría decirte, estamos en Los Ángeles.

— ¿Qué hacen allá?

— Cosas de Agatha. Beni dinle! hablaré con ella apenas tenga oportunidad y seguramente pronto estaremos en Estambul.

— Kardeşim! Tenías prisa por casarte con ella y ahora dices esto.

— De hecho ya le pedí matrimonio y nos casamos por la Iglesia.

— ¿Por la Iglesia? ¿Qué estás diciendo?

— Lo que oíste. Tú solo archiva todos los documentos que has preparado, que pronto estaremos allá.

El día de la reunión finalmente había llegado y nos dirigimos a la oficina donde se organizaría el encuentro. Yo no tenía intenciones mínimas de intervenir y es que tampoco tenía motivos para tal cosa, simplemente permanecer allí junto a ella, era todo lo que a mí me importaba.

Cuando ingresamos al despacho, dos personas se hallaban aguardando a Agatha y todo inició de modo correcto. La saludaron y le pidieron amablemente que tomara asiento de modo a entablar las conversaciones sobre lo referente al proyecto en cuestión.

Todas las partes llegaron a un acuerdo favorable y mi encantadora esposa se veía realmente entusiasmada al respecto pues según aquellas conversaciones, todo sería tal cual las exigencias que ella había impuesto para que su novela fuera respetada de principio a fin en la serie televisiva.

Antes de firmar el contrato extendido para dos temporadas y ceder como corresponde, los derechos para la realización del proyecto, Agatha debía asesorarse minuciosamente y fue entonces que pidió copias del archivo y un par de días para analizarlo con su entonces asesor, Gerrit Bakker. Los interesados, concedieron la petición de ella y posteriormente abandonamos el despacho.

Ya al borde de las escaleras, que nos conduciría a la salida, una mujer con aspecto a ser una secretaria, detuvo a Agatha y pidió de favor que la acompañara pues a uno de los directores se le había pasado mencionarle algunos aspectos relacionados al contrato.

Desde luego a Agatha le resultó algo extraño pero de todos modos accedió a volver acompañada de la secretaria.

— ¿Me esperarás aquí? —Me preguntó—

— Te acompañó y te esperé en el pasillo.

No se trataba del mismo despacho del cual acabábamos de salir, sino de uno ubicado en un sector opuesto, al que Agatha finalmente ingresó.

— ¡Mi amor, por fin puedo volver a verte y abrazarte! He pensado tanto en ti y me tenías tan preocupado. ¿Cómo estás?

— ¿Edward? ¿Qué significa esto?

— Lo siento, tuve que mentir un poco para poder estar a solas contigo y podamos hablar. Tú y yo tenemos una charla pendiente y lo sabes.

— Nada quedó pendiente entre tú y yo —Oí decir mientras me hervía la sangre y me tenía al borde de ingresar—

— Sabes que si tenemos mucho sobre que hablar, Agatha. ¿Dime como estás? ¿Estás feliz? Tú gran anhelo finalmente se hará realidad.

— Puedo afirmarte con certeza que sí estoy feliz. Sentimiento que pensé, nunca lograría percibir y disfrutar en mi vida. —Le dijo en lo que no me aguanté un segundo más e ingresé para llevármela de ese lugar—

— ¡Vámonos de aquí, Agatha! —Irrumpí tomando su mano—

— ¿Tú de nuevo? ¿Qué haces aquí? ¿Sabes que ya estás hartándome, imbécil? —Encaró con un empujón, en lo que yo le devolvía dicha agresión—

— Tú ya estás hartándome.

— Oğuz, mejor vámonos ya —Suplicó mi amada— ¡Vámonos!

— No quiero volver a verte cerca de mi esposa ¿Me has entendido?

— ¿Tú esposa? —Preguntó con asombro observando a Agatha— Dime que eso no es cierto. Dime que no lo es, mi amor.

— No quiero que vuelvas a llamarme de esa manera y no quiero que me busques, Edward. Te lo he pedido una vez y lo hago nuevamente para que respetes mi decisión y me dejes tranquila. Continúa tu vida con tu familia y déjame vivir la mía.

Sin voltear a verlo siquiera, tomó mi mano y nos dirigimos de vuelta rumbo a la salida, ignorando el llamado de su nombre que provenía suplicante de la voz de Edward Hans.

De nuevo antes de bajar las escaleras, nos detuvimos. Esta vez porque una de las agujetas del calzado de Agatha se había desatado y yo me incliné para amarrársela. En ese sorpresivo y desafortunado instante, aquella mujer, la esposa de Edward Hans quien al parecer vivía sin sosiego alguno vigilando a su marido, se apareció acusando nuevamente a Agatha de encontrarse a escondidas con su esposo.

Aquella desquiciada mujer, enceguecida por unos celos incontrolables, empujó a mí esposa. ¡Como Allah todo poderoso no la hubiese protegido! ¡Como no me hubiese puesto a mí detrás de ella! habría rodado por aquellas escaleras ocasionándole una desgracia irreparable que yo no deseaba siquiera imaginar.



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En el texto hay: drama, amor, perceverancia

Editado: 30.08.2021

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