Mi Agatha repentinamente había enfermado un poco. Producto quizás de tantos ajetreos en los últimos días y peor aún por los malos ratos vividos a causa de mis visitas.
Sus dolores articulares se habían agudizado y en vista de que la fecha de su dosis mensual de Bifosfonato intravenoso se hallaba cerca y afortunadamente estábamos en un buen hospital, allí contaban con dicha dosis y luego de consultar con un especialista, éste consintió en aplicarle dicha medicina.
Posteriormente volvimos a mi habitación, una de las enfermeras de turno me ayudó a ubicarme en la cama y mi Agatha se acostó junto a mí. Por fortuna las camas de los hospitales eran relativamente amplias y de ese modo podíamos caber perfectamente los dos.
— ¿En verdad no le gustaría descansar en otra habitación? —Le preguntó a Agatha, la enfermera—
— Estaré bien aquí a no ser que moleste a mi esposo —Dijo—
— Asla!... Eso nunca, además sabes que no quiero que estés lejos de mí en otra habitación. Estaremos bien —Lw dije a la enfermera—
Su cansancio extremo la tenía al borde del sueño y no quería que cerrara sus bellos ojos sin que oyera mis disculpas por aquellos improperios de los cuales había sido víctima.
— Te prometo que no volverá a ocurrir algo así mi amor. ¡No lo permitiré jamás! —Prometí acariciando su mejilla—
— Creo que no le caí nada bien a tu hermana y a tu madre, Oğuz —Dijo mientras dormitaba—
— No te conocen, mi vida ¿Cómo podrías caerles bien o mal?
Podía pasarme horas enteras observándola, intentando descifrar cuanto la amaba. No existía forma alguna pero Allah era mi testigo pues él la puso ante mis ojos y desde aquel instante se convirtió en mi luz y mi vida entera.
Al día siguiente en la mañana, mi amigo vino a verme antes de su regreso a Turquía para despedirse y comunicarme que mi hermana, mi madre y Sahira, habían vuelto a casa.
Debo decir que sentí alivio al respecto pues no estaba en mis ánimos agravar las consecuencias de los agravios e improperios que ellas habían generado.
Era mi último día en el hospital pues el médico ocupado de mi afección finalmente me otorgaría el alta, entonces Agatha y yo retornaríamos a Ámsterdam. Ella amaneció mucho mejor aquella mañana y en vista de que yo abandonaría pronto ese lugar, fue en compañía de Baymaz hasta el hotel donde nos habíamos hospedado para reordenar nuestras pertenecías y también para ver a Min.
— ¿Qué haces tú aquí? ¿Cómo te atreves a pisar este lugar?
— No te atrevas a hacer un escándalo —Advirtió sujetando ambos codos de mi silla de ruedas—
Edward Hans se había aparecido repentinamente en mi habitación y cerró la puerta con seguro para luego acercarse a mí de un modo amenazante.
— Tú tienes una orden de restricción y no puedes acercarte a mi esposa.
— ¡Tu esposa! —Exclamó riendo con profunda burla— Supongo que sientes mucha satisfacción al pronunciar esas palabras. Te sientes victorioso de su amor, todo un héroe, el hombre perfecto en su vida.
— El modo en que yo me sienta no es de tu incumbencia. Todo lo que he hecho por Agatha fue por amor y no para sentirme vanagloriado.
— ¡Tal vez! —Exclamó él— Has hecho por ella cosas que yo no pude y no porque me faltaran ganas de hacerlas. La libertad que yo no poseía, la tuviste tú para seguirla hasta los lugares más recónditos y desde luego ella halló en ti un escaparate, un consuelo y un poco de compañía. ¿Pero sabes qué? Ella nunca te amará porque su corazón me pertenece y el mío le pertenece a ella y así será hasta el final de nuestras vidas. ¿Sí me has entendido?
— ¿Has venido hasta aquí para decirme todas estas tonterías? Puedes pensar lo que quieras si eso se hace sentir mejor.
— Tú puedes engañarte creyendo que ella te ama si eso te hace sentir mejor pero disfrútalo mientras puedas porque ahora ya no tendré obstáculos para cumplirle las promesas que siempre le he hecho- Ahora yo podré darle la vida que se merece.
— Así no haya sido tu intención, la has dañado demasiado ¿Sabes que estuvo a punto de morir en dos ocasiones? Agatha intentó quitarse la vida dos veces y tú no estuviste allí. Ella no estaría viva ahora, siendo protagonista de tu absurda disputa. Tampoco estaría aquí ahora si tu esposa lograba su cometido de lanzarla por las escaleras. Si en verdad la amas como dices, la dejarás en paz .Si deseas su felicidad, la dejarás ser feliz conmigo.
Sin decir más palabras, se vio aparentemente afectado por lo que le había contado y fuese o no a alejarse y dejar de molestar a mi esposa, en aquel momento me libré de su presencia. Edward Hans se marchó de mi sala y llamé a Baymaz para advertirle que no se apartara de Agatha en el desafortunado caso de que se encontraran por la calle con aquel hombre.
En horas de la tarde, con un hasta pronto, Baymaz se marchó y yo con mi alta en mano abandoné finalmente el hospital en compañía de mi esposa para dirigirnos al hotel.
— ¿Qué hubiese sucedido, Oğuz?
— ¿De qué hablas mi amor? —Pregunté en lo que ella se sentaba—
— Si tu ex esposa hubiese venido.
— ¿Porque me preguntas eso Agatha?