La noticia de tener un hijo, de ser padres debía ser el momento más feliz para cualquier matrimonio pero no lo fue para nosotros y no por el hecho de no desear uno sino por las afecciones que le impedían a Agatha, ser madre y que al recibir la noticia la dejó tan devastada que sentía no poder más con el peso de su alma.
El cielo se le vino encima a mi esposa, la tristeza la arrastró como una corriente de agua de causes infinitos y yo me lancé a su dolor intentando vanamente salvarla una vez más de su abismo.
— ¿Por cuánto tiempo estarás así, mi amor? No puedes pasarte los días enteros llorando —Le dije—
Los recuerdos del bebé que había perdido, la asaltaban constantemente y cada día padecía su calvario al saber que aquel que llevaba en su vientre, correría la misma suerte en cualquier momento.
Yo no supe que hacer, no sabía de qué manera ayudarla. Quizás se pudiera hacer algo al respecto ¿Pero qué? ¿Cómo la convencería yo de aquello? Según las palabras de aquel médico que la había asistido en Ámsterdam, ella no podría retener un embarazo y según sus diagnósticos clínicos, resultaría absolutamente contraproducente para su salud física.
Echada en la cama, se repetía constantemente que era una inútil, una mujer incapaz de sobrellevar una vida normal y yo no toleraba aquellas palabras. Debía tomar alguna acción así las esperanzas de solucionar aquella situación fueran mínimas.
Llamé entonces a la Dra. Loan y le conté todo lo sucedido. Ella llevaba el caso de Agatha, además era su amiga y la conocía lo suficiente por lo tanto podría resultar de gran ayuda incluso para recomendar un buen médico que pudiera otorgar alguna alternativa y nuevos diagnósticos para mi esposa.
— Agradezco su disposición en haber venido. Sé que por su trabajo debió haberle costado pero no sabía a quien más pedir ayuda. Me siento atado de pies y manos Dra. Loan.
— No se preocupe Sr. Berli que hizo muy bien en llamarme, además es una buena oportunidad para poder verla y saber sobre su estado.
— Ella estaba bastante bien hasta hace poco. Incluso íbamos juntos a las terapias físicas .Se veía tan animada pero luego de la noticia sobre su embarazo, ella quedó hundida, devastada. No quiere hablar con nadie, no quiere comer, ni quiere salir de la habitación.
— Ya veremos que hacer pero déjeme decirle que esto en verdad me preocupa. No tenía idea de que Agatha había perdido un bebé. En ningún momento me lo contó.
— Fue cuando yo acababa de conocerla y fui yo quien la socorrió hasta el hospital aquel día.
— La obstetricia no es mi área por lo tanto no daré mi opinión con respecto a eso. Debemos buscar un obstetra muy bueno en verdad, de todos modos yo puedo hablarle referente a su salud física y un embarazo no será nada fácil para ella en caso de que la gestación continúe. —Dijo la Dra. Loan mientras sus palabras amenazaban con aniquilar mis pocas esperanzas— Desde luego no la voy a desanimar diciéndole esto. Las ciencias médicas avanzan constantemente Sr. Berli y Agatha deberá entender eso. A mí tendrá que escucharme.
Confié finalmente en sus últimas acotaciones pero todavía quedaba por ver la reacción de Agatha al oír todo aquello.
Durante la conversación, decidí permanecer afuera, pegado a la puerta, deseando que se diera algún efecto positivo en mi esposa.
— Agatha, al menos siéntate para que podamos conversar.
— No tengo nada sobre que conversar. No debiste tomarte la molestia en venir hasta aquí para nada.
— ¿Para nada? ¿Así le llamas a tu estado de embarazo?
— ¡Déjame en paz! —Gritó—
— ¿Qué ganas comportándote de esta manera Agatha? ¿Crees que desparramada sobre esta cama y lamentándote cada día lograrás hacer algo bueno por ese bebé?
— No hables tonterías Loan. Me conoces muy bien y sabes que no hay nada que hacer. Ahora quiero que te vayas y me dejes sola.
— Siempre hay algo que hacer pero si tú sigues de esta manera, no lo sabrás jamás. Te quedaste con la opinión de un solo médico y nunca te tomaste la molestia en buscar otras opiniones. Los médicos también podemos equivocarnos ¿Sabes?
— Se lo que pasará, Loan. No intentes convencerme de lo contrario.
— Esa no es mi intención. Puede que pierdas a ese bebé pero también puede que no y por esa razón debes hacer el intento. ¡A ver, cuéntame! ¿A las cuantas semanas perdiste a tu otro bebé? ¿Por qué no me lo habías contado?
— No le vi sentido decírtelo.
— Há ¡Gracias!
— Me encontraba de 7 semanas.
— ¿De cuántas semanas estás ahora?
— Casi 11 semanas.
— ¡Bien! Lo primero que haré será contactar con un colega mío. Él es obstetra y actualmente se encuentra en un congreso médico en Roma pero en cuanto le comente sobre tu caso, estoy segura que querrá tomarte como paciente. También contactaré con un genetista. Personalmente no conozco a ninguno pero podrán recomendarme a alguien del círculo de médicos.
Mi Agatha no lo aceptó pero tampoco se negó y en aquello podía percibirse quizás una minúscula esperanza.
Cuando ingresé a la habitación, me senté junto a ella y la abracé. Sus lágrimas nunca cesaban y no lo harían hasta que tuviera la mínima certeza de que todo estaría bien con el bebé.