— ¡Bienvenido a nuestra nueva casa mi amor! —Exclamó sonriente, intentando eliminar mi absoluto descontento por haber vuelto a aquel lugar— Oğuzhan, sé bien los que está pasando por esa cabecita tuya pero intenta ver este lugar de un modo distinto. Yo voy a demostrarte lo maravilloso que puede ser Ámsterdam para nosotros aunque creas todo lo contrario —Recalcó llenándome de besos—
Él viaje me había resultado bastante cansador por lo que ni bien llegamos, Agatha me llevó hasta la que sería nuestra habitación. Debo decir que todo se veía perfecto en aquella casa y ella había pensado en absolutamente todo para que me sintiera confortable desde el primer día.
— Él es Peter Dirchs y será tu enfermero.
¿Un enfermero? —Pensé—
— Vendrá solo por las mañanas y por las tardes. No se quedará pegado a ti todo el día. Ya sabes, uno como el que tenías en Estambul. Peter, mi esposo estará hecho un ogro por tiempo indefinido, por lo tanto espero que no te sientas incómodo.
— Sr. Berli yo solo aportaré un poco de mi fuerza para usted. Vendré en las mañanas y en las tardes para ayudarlo con sus traslados —Dijo— Claro que si llegaran a necesitar alguna cosa de emergencia, también estaré absolutamente disponible.
— Así es mi amor. Él nos llevará a tus terapias todas las mañanas por ejemplo. Entre otras cosas.
Aquel enfermero me ayudó a colocarme en la cama y ya del resto se encargó mi esposa.
— ¿Podrás volver dentro de un par de horas?
— Volveré, sí. Iré a ver a dos pacientes más y regreso.
— Ok.
Aquel sujeto se despidió, mi esposa tomó a Hatice, le pidió a Farah que acomodara sus cosas y que por favor liberara a Min de su jaula y le diera agua y comida.
— Mi hermosa bebé ¿Tú también estas cansada? ¿Quieres descansar junto a tu papá?
Ella la colocó junto a mí pero mi pequeña no se veía con ganas de dormir. Era un bebé muy inquieto que sonreía entre balbuceos y pataleaba sin descanso todo el tiempo.
— Mira mi amor, todos estos almohadones son para que te sientas cómodo y éste es un cojín para la espalda. Ya verás que te sentirás muy confortable,. Serás el rey de esta casa mi Oğuz. Yo jamás te tendría viviendo de manera miserable como dijo tu hermana —Acotó acomodándome con uno de los cojines— ¿Sigues de mal humor?
Con un parpadeo confirmé que si lo estaba, luego cerré mis ojos y me dispuse a dormir un poco.
— De acuerdo, espero que cuando despiertes ya se te haya pasado un poco. Me Llevaré a Hatice o no te dejará dormir.
Al despertar de mi descanso, la tina estaba lista, aquel enfermero había vuelto y me ayudó a llevarme hasta el baño. Ya dentro de la tina en el agua, cubierto de espuma, el salió y mi esposa permaneció junto a mí para ayudarme con mi aseo.
Le agradaba mucho y nunca perdía ocasión en hacer de las suyas con sus toqueteos atrevidos. A mí también me agradaba desde luego, era mi esposa y podía disfrutar de aquello sin el mínimo pudor pero aquel día no me encontraba de buen ánimo y ella lo sabía.
No me sentía nada bien de hecho y dudaba que en algún momento pudiera salir de aquel estado de ánimo. Me sentía como un ser inservible e incapaz de todo, hasta de generar en mi esposa el mínimo placer sexual.
— Hoy no voy a propasarme contigo porque ya me di cuenta que no se te ha ido el mal genio —Me dijo con un beso— Déjame fregarte la espalda y acabamos.
No dejaba de conversar conmigo y continuaba como si yo pudiera hablarle. Se veía contenta en aquel instante tal cual como cuando abordamos el avión para nuestro retorno a Ámsterdam.
Ella se veía radiante y realmente feliz de haber vuelto, entonces pensé una y mil veces y no pude recordar haberla visto del mismo modo desde que nos mudamos a Estambul. Ella no fue feliz allá y comprendí que todo mi esfuerzo había sido en vano.
— ¿Qué sucede mi amor? ¿Por qué estás mirándome así?
Ella sabía que yo no podía responderle ¿Por qué me preguntaba cosas entonces?
Si hubiese podido hablar, muy probablemente en aquel momento le habría dicho alguna cosa que hiriera sus sentimientos pues es que en verdad estaba muy molesto.
Me sentía molesto de no poder hablar, de no poder moverme como quisiera. Me molestaba estar en aquel lugar, me molestaba seguir respirando. Solo deseaba que cerrara la boca y me dejara solo.
— ¿Estas molesto de haber vuelto? ¿Es eso? No me veas como si en verdad yo te he obligado a volver porque me diste tu aprobación. Yo te lo pregunté.
Si en aquel momento odié su dicha, mi estúpido mal comportamiento hizo que aquella sonrisa se borrara de su rostro. Sus ojos se aguaron de lágrimas y se envolvió en aquel estado que yo siempre intentaba que nunca estuviera.
Mi Agatha se había puesto triste, salió del baño y llamó al enfermero para que me quitara de la Tina. ¿Ahora cómo se supone que podré contentarla? —Me pregunté sintiéndome el hombre más estúpido del planeta—
Ni media palabra volvió a emanar de sus labios mientras me ayudaba a vestir y cuando acabó, el enfermero me colocó en mi silla y ella abandonó la habitación.
Todas las mañanas, ella acostumbraba a despertarme con muchos besos y ya era una costumbre para mí pero a la mañana siguiente no fue así. Cuando abrí los ojos mi Agatha ya no estaba junto a mí, se había levantado un poco más temprano y a mí me dejó a cargo de aquel enfermero.
Era evidente que estaba molesta conmigo y con justa razón. Todo mientras yo me sentía atado de pies y manos sin hallar maneras de hacer alguna cosa para enmendar mi error.
Durante todo el desayuno permaneció callada y de tanto en tanto iba a ver a Hatice a la pequeña sala donde se encontraba entretenida con sus juguetes colgantes mientras yo todo lo que podía era seguirla con mi mirada.
— ¿Se encuentra bien, Sra.?
— Estoy bien Farah. Iré al hospital para solicitar la admisión de Oğuz en el programa de terapias físicas. Claro que antes debe decirme si en verdad desea iniciarlas o si prefiere que llame a su madre para que se lo lleve de regreso a Estambul.
¿De qué está hablando? Yo jamás volvería a Estambul sin ella y sin mí hija. Si mi destino era pudrirme en aquel laberinto por mi Reina y por mi pequeña Princesa, lo aceptaría sin dudarlo.
— ¿Eso quieres Oğuzhan? —Preguntó acercándose a mí mientras yo negaba con la cabeza una y otra vez— Entonces cambia esa actitud porque si tu no lo haces no podrás mejorar y yo no podré hacer nada más para ayudarte.
Tenía razón, ella tenía razón en todo.
Mi actitud solo había hecho que olvidara muchas cosas de la vida cotidiana de mi Agatha, como la enfermedad que padecía y que hasta ese momento la había sabido sobrellevar con mucha fortaleza.
Olvidé todo el sufrimiento que debió haber vivido durante sus últimas semanas de embarazo y que no estuve allí a su lado.
Olvidé que en ocasiones amanecía con muchos dolores, tal cual como aquella mañana. Lo noté pues se frotaba los brazos y las manos constantemente.
Hundido en mi propio abismo, olvidé que ella vivía en el suyo propio y no supe valorar todo el esfuerzo que hacía para no caer, para animarme y hacerme sentir bien.
Encargando mucho a la pequeña, se marchó y yo no quería que se fuera en ese estado. ¿Pero qué podía hacer? En aquel instante absolutamente nada, sin embargo existía la manera de lograr que todo el sacrificio de mi esposa, valiera la pena.
Necesitaba convencerme a mí mismo de que podía lograr recuperarme. Lo hice una vez y podía hacerlo nuevamente. No sólo por mí, sino por mi familia.
Mi Agatha y mi hija iban a necesitar mucho de mí y no precisamente amarrado y rendido a una silla de ruedas.
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(Prohibida la copia de este capítulo y los conceptos generales de la trama)