— ¡God! Mira nada más que belleza, mi amor ¿Cómo estás, hermosa? Yo soy tu tía Loan, no vas a recordarme por que estabas recién nacida cuando nos vimos por primera vez pero ya nos iremos conociendo mejor, pequeña. ¿Sabes que todos estos regalos son para ti? ¿Lo sabes? —Conversaba la Dra. Loan con Hatice—
Aprovechando las vacaciones de verano que le correspondían, la Doctora Loan también se encontraba de visita en Ámsterdam y ni bien puso los pies en la casa, se apoderó por completo de Hatice. Estaba fascinada con ella, encantada y no podía culparla pues mi pequeña princesita era en verdad una luz que hechizaba de amor a cualquiera.
Mi Agatha nunca dejó de estar en contacto con su doctora y amiga y siempre la mantuvo informada de todo, tanto de las cosas buenas como de las malas que nos habían sucedido.
— Me da mucho gusto que estés aquí Loan.
— Te prometí que vendría. Por nada del mundo iba a perderme del primer añito de esta princesita.
— Hatice es toda nuestra felicidad, Loan y si estamos aquí para celebrar su primer añito, es gracias a ti y al Dr. Austin. La observo todos los días y aún me cuesta creer que sea mí hija.
— ¡Agatha! Salió de ti, Hatice es tu hija ¿Y el Sr. Berli como se encuentra? —Preguntó acercándose a mí y le contesté del único modo en que podía. Con escritos—
Tal y como era visible no me encontraba bien en cuanto a lo físico pero si se refería a mis sentimientos, diría que era un hombre feliz pese a todo,. Tanto que ya no me importaba pasar el resto de mi vida viviendo en Ámsterdam siempre y cuando estuviera junto a mi esposa y mi hija.
— Me alegra mucho saber que estás mejorando Oğuzhan.
— Un poco más de tiempo y estoy segura de que mi Oğuz podrá ponerse de pie otra vez. Ese es su próximo objetivo pues debe ayudarme a corretear a Hatice cuando empiece a caminar. Yo no quiero imaginar siquiera mis dolores de cintura cuando eso pase —Dijo riendo—
Su optimismo extremo era lo que me impulsaba cada día a continuar. Gracias a eso, mi recuperación continuaba de manera positiva según los terapeutas pero a la vez ese mismo optimismo suyo era una presión con la cual no podía lidiar en ocasiones.
Me puse a pensar en cómo podría ayudarla yo a corretear a nuestra pequeña Hatice. Por mucho que lograra ponerme de pie en algún momento, sería apenas eso y en el caso de que lograra dar algunos pasos, éstos serían muy lentos y dificultosos con la ayuda de un caminador.
Me deprimía bastante asimilar que por mucho que intentara reponerme, por más fuerza de voluntad y empeño que pusiera en cada día de mis terapias, no serían suficientes jamás. Nunca volvería a ser el mismo hombre ni mucho menos hacer todas las cosas que hacía antes.
No era en absoluto un momento propicio para ponerme en ese estado. Mi pequeña Hatice estaba de fiesta y solo debía darle gracias a Allah por permitir tenerla con nosotros pues ella no sólo era la fortaleza de su madre sino también la mía y nos sentíamos completamente bendecidos por su preciosa existencia.
— Austin te envía muchos saludos, princesita.
— ¿Sí vio a mi bebé?
— Puse una foto en mi historia y la vio. ¡God! Quiero comerla a besos. Soy capaz de renunciar a mi labor y convertirme en su tía niñera.
— Tendrías entonces que pelear con Farah por ese puesto.
Mi amigo Baymaz finalmente había dado la cara apareciéndose como si nada pero no tuve ganas de preguntarle siquiera donde se había metido. Él solo llegó con un par de bolsos diciendo que eran obsequios para su sobrina.
— ¿Crees que no te conozco hermano? No vas a reprocharme nada pero con esa mirada basta por lo tanto te diré de todos modos donde estuve. Fui a conocer Róterdam. ¡Allah! Es realmente una ciudad maravillosa.
— ¿Ves mi amor? Y tu todo paranoico pensando que tu amigo se encontraba en el Barrio Rojo.
— ¿Qué dices? ¿Cómo pudiste pensar eso de mí, Oğuzhan?
Lo pensé porque sabía cómo era mi amigo y se lo dije.
— Solo fui a conocer otra ciudad, luego me pase buscando una juguetería para comprarle obsequios a mi sobrina ¿Agatha, no me presentas a tu amiga? —Susurró—
— ¡Ah!...Loan, él es Baymaz, abogado y amigo de mi Oğuzhan. Baymaz, ella es mi amiga y mi Doctora, Stephanie Loan. Vive y trabaja en Londres pero vino para el primer añito de mi bebé.
Él la saludó con extremada cordialidad y eso me hizo algo de gracia pues besarle la mano a una mujer no estaba en su naturaleza habitual. La Dra. Loan sin embargo, se limitó únicamente a otorgarle su mano, algo sonrojada al no esperarse en absoluto tal cordial acción.
— ¡Bien! Acerquémonos a la mesa —Irrumpió Agatha—
Todo estaba listo en el pequeño comedor de aquella casa. Farah y mi esposa se habían encargado de decorar con globos, banderillas y serpentinas, todos alusivos a una de aquellas caricaturas favoritas de Hatice, al igual que el pastel, los platillos, las servilletas, los conos, los vasos y hasta la vestimenta de la pequeña.
Se veía como una auténtica muñequita irradiando absoluta felicidad pues todo a su alrededor le llamaba mucho la atención.
Junto a ella éramos cinco personas y Min para aquel pequeño agasajo donde primeramente con la ayuda de su madre se dispuso a apagar la primera velita de los muchos cumpleaños que tendría en su vida.
Era una velita persistente de esas que parecían haberse apagado y como por arte de magia volvían a encenderse y mi pequeña Hatice, demostrando haber heredado, la poca paciencia de su madre, decidió dejarlo así y meter las manitos en el pastel mientras mi amigo grababa todo el acontecimiento con una filmadora, a petición mía.
— ¿Qué has hecho mi vida? ¿Vas a comerte esas manitos o me las como yo? —Dijo entre risas mientras besaba su abultado cachete rosa—
— Voy a tomarle una foto. Esta definitivamente será su primera anécdota —Acotó riendo la Dra. Loan y luego Agatha la colocó sobre mi regazo mientras Farah iba por un pañuelo húmedo para limpiarle las manitos—
— Muéstrale a papá lo que has hecho. Hadi!
Ella me enseñó sus manitos que habían quedado untados en crema de pastel y luego se llevó una a la boca. ¡Mi encantadora Hatice! Allah era testigo de cuanto la amaba y de que manera me carcomían las ganas de querer desearle un feliz primer añito con mis propias palabras.
No podía hacerlo y me asustaba pensar en la posibilidad de que nunca podría al igual que muchas otras cosas en su vida.
Sé que me había prometido a mí mismo reponerme lo más que pudiera por ella y por su madre pero por alguna razón, mis fuerzas y mis ganas iban decayendo día tras día mientras luchaba contra esos sentimientos negativos para que mi familia no los notara.
Aquel memorable agasajo prosiguió con bocadillos, refrescos y pastel hasta el momento final en el que Hatice abriera todos los obsequios que había recibido y que sin dudas, le causarían aún mucha más alegría al verlos y jugar con ellos. Todo estuvo bonito y mi Agatha quedó satisfecha entre miradas humedecidas de lágrimas sentimentales pues según sus propias palabras, en ocasiones aun sentía incredulidad al observar a nuestra hija y comprender la oportunidad tan inmensa que le había otorgado la vida, de ser madre. ¡Una extraordinaria y valiente madre!