Uno de esos días, mi Agatha propuso que fuéramos a la playa para pasar un fin de semana. Dijo que merecíamos un poco de descanso y volver a sentir que nuestras vidas podían ir más allá de un hospital.
Personalmente no me sentiría nada cómodo en una playa o al menos eso fue lo que pensé de inmediato y como mi esposa había adquirido el don de descifrar todo lo que pasaba por mi mente, me advirtió que sería una playa muy tranquila y que me sentiría muy cómodo y relajado.
Le pregunté si acaso existían playas tranquilas en verano y me contestó que si, que no me preocupara y que me pusiera a pensar en el muy bonito fin de semana que íbamos a pasar.
— Imagina a nuestro cielito jugando en la arena con sus juguetes de playa. ¡Le gustará mucho, Oğuz!
Aquello fue suficiente para mi pues no existía nada más importante en mi vida aparte de mi esposa, que ver feliz a mi hija y supuse entonces que sí le gustaría mucho jugar en la arena y conocer el mar.
Agatha lo dejó todo muy bien organizado antes de que partiéramos a Bloemendaal. Desde luego Farah iría con nosotros y en vista de que dejaríamos a Min en la casa, se encargó de dejar comida y bebida suficiente hasta nuestro retorno al igual que la caja de arenal donde habitualmente hacía sus necesidades.
La Dra. Loan y mi amigo Baymaz, aún permanecían en Ámsterdam y en vista de que todavía les quedaba unos cuantos días de vacaciones, decidieron ir con nosotros a Bloemendaal.
— Hermano, no necesitarás de tu enfermero para que te cargue si me tendrás a mí —Dijo mi amigo— ¿No me crees capaz acaso? Sigo yendo al gimnasio, algunas veces.
Se suponía que aquello debía hacerme algo de gracia pero no fue así. No quería ser una carga para nadie y que nuestras vacaciones fueran de esa manera.
Prefería quedarme en la casa, que fueran sin mí y que pudieran disfrutar de todo lo que yo no podría.
— ¡Muchas gracias Peter! Te llamaré cuando estemos de regreso —Dijo mi esposa—
— De acuerdo, igual ya sabes que puedes llamarme si me necesitan.
— Lo sé.
Luego de que Peter me haya ayudado a abordar el coche, se despidió y nosotros finalmente estuvimos dispuestos para el viaje.
En Ámsterdam no necesitábamos coche pues vivíamos a muy pocas cuadras del hospital y en aquella ciudad todo era más rápido a pie o sobre bicicleta pero para aquel viaje hasta la playa, requerimos de uno por lo que Agatha alquiló un coche suficientemente amplio y cómodo que pudiéramos utilizar.
En un repentino instante caí en cuenta que no teníamos chofer y que Baymaz no contaba con permiso para conducir en Ámsterdam al igual que la Dra. Loan, entonces le pregunté a mi esposa quien nos trasladaría hasta Bloemendaal.
— ¿Qué pregunta es esa, mi amor? Yo conduciré, desde luego —Contestó mientras yo me hundía vanamente en pánico pues ella acabaría conduciendo aunque le rogara que no lo hiciera— Se conducir, Oğuz por lo tanto quiero que estés tranquilo.
Nunca la vi conduciendo, es más, nunca me comentó que sabía conducir.
— ¿Loan, está bien la silla de mi bebé? —Preguntó—
— Lo está Agatha.
— ¿Agatha, estás segura que has manejado alguna vez un coche? —Preguntó Baymaz y se lo agradecí infinitamente—
— ¿Pero qué sucede con ustedes dos? —Cuestionó apuntándonos a ambos— Sí no confían en mí, puedo llamarles un taxi.
— ¡Bien dicho! —Acotó la doctora—
Cuando Farah finalmente abordó, partimos rumbo a Bloemendaal y Allah fue testigo de que me pase todo el trayecto rogándole que llegásemos sanos y salvos a nuestro destino.
UNA HORA MÁS TARDE
— Oğuz, no voy a perdonarte esto ¿Sabes? ¿Cómo puedes dudar de mí de esa manera?
No comprendí por qué se molestó de ese modo. Mi reacción fue normal y era yo quien debía estar molesto al darme cuenta que seguía sin conocer del todo mi esposa.
El viaje no fue largo a final de cuentas y en menos de una hora de viaje ya nos encontrábamos en Bloemendaal. Nos hospedamos en un hotel, muy cerca de las costas en Trompstraat y desde la ventana de nuestra habitación sí se veía una playa con sectores bastante tranquilos para todo tipo de gustos.
A cada paso podían hallarse restaurantes, clubes nocturnos y pabellones para pasar el rato y las personas que deseaban instalarse y armar su propio camping en la playa, podían hacerlo de igual manera.
Las primeras horas de haber llegado, decidimos descansar un poco y ya luego ver que hacer según los deseos de mi Agatha pues si de mí dependiera preferiría permanecer en el hotel hasta que volviéramos a casa.
Baymaz, la Doctora Loan y Farah ocuparon sus propias habitaciones y a mi pequeña Hatice, la ubicamos en nuestra habitación, desde luego y su madre la acostó en la pequeña cuna plegable que habíamos traído.
— Mientras nuestra bebé duerme, tú y yo nos pondremos cómodos mi amor.
No tardé mucho en saber que significaba para mí esposa, ponerse cómodos. Pidió al servicio que trajeran un poco de frutas y piña colada y mientras lo traían me ayudó a acomodarme sobre la cama quitándome las sandalias y desabrochándome la camisa.
— Quiero que te relajes mi Oğuz. Estamos aquí para eso —Dijo colocando la copa de piña colada entre mis manos, tomando posteriormente la suya—
Ya estaba relajado y como no iba a estarlo si ella pensaba en todo y estaba allí sentada encima de mi, dándole sorbos a su piña colada, tan bella, tan fresca y tan atrevida en ocasiones. Sabía de que manera hacerme sentir bien y en aquellos instantes me dio una pequeña introducción del maravilloso fin de semana que tendríamos.
— Te haría una propuesta indecente ahora mismo pero nuestra Hatice despertará pronto —Decía mientras besaba mi cuello con mucha suavidad una y otra vez— ¿Te gusta la piña colada?
Me gustaban mucho más sus besos que la que piña colada pero sí estuvo buena y me la bebí toda.
— Lo dejaremos para la noche ¿De acuerdo, mi vida?
Me pareció lo mejor y acepte, entonces decidimos echarnos una pequeña siesta o al menos intentarlo antes que nuestra hija despertara y se pusiera a gritarnos desde su cuna.
En la tarde fuimos los tres a dar un paseo por las orillas de la playa. A nuestra bebé le encantaba que la paseara sobre mi silla pero de tanto en tanto prefería bajar para dar unos pasos sujetada a las manos de su madre.
Aun no se animaba a dar sus primeros pasos por sí misma pero se encontraba a muy poco de lograrlo.
— Cielito, espero en verdad que camines pronto o voy a quedarme inmóvil en esta posición por sujetarte.
Agatha quiso ponerla de nuevo sobre mi regazo pero Hatice se echó en un llanto que resonó por toda la playa, entonces llamó a Farah para que se encargara de pasearla por un rato más.
En la noche decidimos cenar todos en el hotel y personalmente Agatha y yo no teníamos más planes que quedarnos en nuestra habitación. No quería que mi esposa se metiera a ninguno de esos bares y mucho menos a alguno de esos clubes nocturnos y ella lo sabía por lo tanto no me cuestionaría siquiera al respecto.
Quiénes sí decidieron salir aquella noche fueron mi amigo Baymaz y la Dra. Loan. Juntos según Agatha aunque ambos lo tuvieron en absoluto secreto.
— ¿Crees que tu amigo se haya enamorado de Loan, Oğuz? Loan es una mujer muy bella y está soltera.
Yo prefería no creer nada pero en el remoto caso que así fuera, le pediría mucho a Allah que le otorgara el don suficiente a la Dra. Loan para de amarrar a ese hombre para hacerle sentar cabeza.
— ¿Señora, desea que haga dormir a la niña?
— Lo haré yo, Farah —Contestó sentada sobre un sofá mientras amamantaba a nuestra hija— ¿Podrías preparar su cuna por favor?
— Enseguida señora.
Los senos de mi Agatha definitivamente eran como fuentes benditas que no dejaban de generar alimento y Hatice sabía muy bien como aprovechar tanta gracia por sobre todo durante las noches mientras deambulaba al borde del sueño y jugaba con el cabello de su madre.
Una hora. Quizás un poco más o quizás un poco menos era el tiempo que duraba aquel precioso acto diario, tanto en las mañanas como en las noches y a mi todo lo que me quedaba era ponerme a hacer alguna cosa como leer o ver televisión o simplemente esperar observándolas sin cansancio.
— No me quejo absolutamente de nada porque esta es la bendición que Dios me ha otorgado y que yo tanto deseaba —Dijo acostándose exhausta junto a mi, sonriente luego de haber culminado con todo el proceso post alimentación de Hatice— Vamos a beber un poco —Acotó levantándose nuevamente—
¿Beber? Eso en verdad no era necesario a no ser que quisiera beber un vaso de agua.
— Solo un poco, mi amor. Estoy cansada, necesito relajarme y tu necesitas un poco de estimulación.
Sirvió dos copas de champán y una la colocó en mis manos.
Yo no quería beber y me negué con la cabeza. Tampoco quería que ella bebiera. ¿Cómo podría? Tomaba medicamentos y aun amamantaba a nuestra hija.
— ¿Cómo que no quieres? Bebe mi amor, la copa es pequeña —Pidió en lo que me negaba nuevamente— Como quieras, Oğuz. Yo si voy a beber al menos esta pequeña copa que no me hará daño y no me reproches nada que no he ingerido una gota de alcohol desde que supe que estaba embarazada —Dijo acabando la copa de un solo sorbo—
Colocó las copas sobre una pequeña mesita y volvió hasta mí. Esos malos hábitos aún vivían en ella y aquel lugar los tenía al borde de resurgir. Ojalá me hubiese podido negar en ir a la playa., no me atreví pero seria la última vez, al menos hasta que yo pudiera tenerla más controlada.
— No se todo lo que estarás pensando y la verdad no quiero saber porque tengo un esposo muy exagerado, mal geniudo y paranoico —Citó mientras desabrochaba la bragueta de mi pantalón—
Me puso muy molesto en verdad pero no lo suficiente como para negarme a todo aquello que ya teníamos en mente desde que llegamos al hotel. La deseaba demasiado y no perdí la mínima ocasión de presionarla entre mis brazos para sentir su aroma entre cada latido de su corazón.
Al poco tiempo ya me sentí perdido entre sus gemidos, entre sus besos y en la siempre inevitable tentación de beber el dulce alimento que me obsequiaban sus senos. Por horas me mantuve completamente absorto en ella, sintiendo que día con día nuestras sesiones de sexo se volvían mucho mejores e intensas.
— Te amo mucho mi Oğuzhan —Dijo mientras mi cabeza yacía posada sobre su pecho y ella me acariciaba el cabello—
Yo también la amaba y mucho aunque no podía expresarlo con palabras. La adorada con toda mi alma y se lo demostraba siempre de mil maneras, como aquella noche. Como cada día de nuestras complicadas pero a la vez, maravillosas vidas.