— Sr. Berli, no puede seguir de esta manera, debe levantarse de esta cama y reaccionar porque si no lo hace acabará perdiendo a su esposa. La vi ayer ingiriendo un comprimido de un frasco desconocido, luego salió de la casa. Ahora volvió a salir y ya se ha tardado bastante —Expresaba Farah en un vano intento de hacer que yo reaccionara—
Mi hermano me había dejado una carta contándome todo lo que había sucedido con él durante los años que permaneció desaparecido y de que manera me involucraron a mí por sus malas andanzas. Por su causa habían arruinado mi vida entera y en consecuencia también mi ex esposa se encargó de tirar al suelo todos mis logros y toda mi reputación.
Ella se paró frente a mi puerta un día para decirme que la hija que llevaba en su vientre era mía, resultando todo ser una auténtica mentira pues Elçin resultó finalmente no serlo en verdad.
¿Cómo pude ser atrapado de tal manera en esa telaraña de engaños y mentiras?
Casi perdí a mi esposa por cargar con ese peso que no me correspondía y un día casi me matan a golpes por causa de una venganza que yo desconocía.
¿Cómo pudo mi hermano permitir todo eso? ¿Por qué? ¿Y como iba yo a poder perdonarlo así me escribiera mil cartas de disculpas y arrepentimientos?
Luego de leer todas esas confesiones ya no tuve ganas de continuar con aquella vida insignificante a la cual me habían hundido por su causa. Mi corazón quedó abatido, sin fuerzas y resignado a no resurgir como sí lo había hecho otras tantas veces. Sin embargo todas aquellas palabras de Farah junto a mí cama, no pudieron pasar desapercibidas ante mis sentidos.
Observé a mi pequeña Hatice, jugando en su cuna corral, ajena a los problemas y sumergida en toda su inocencia. ¿Qué sería de mi pequeña sin nosotros? ¿Qué sería de la vida de mi Hatice sin una madre y un padre? ¿Con qué derecho la dejaríamos en el absoluto desamparo?
No la trajimos a este mundo para que padeciera tristezas por nuestra culpa. Ella se había convertido en toda nuestra felicidad y Agatha y yo teníamos la obligación de protegerla siempre.
Tuve que hacer a un lado toda mi autocompasión, levantarme de la cama y otorgarle mi última gota de voluntad a mi pequeña hija. Me acerqué hasta ella y con toda la luz que me ofrecía su sonrisa, me pidió que la cargara entre mis brazos.
— Déjeme que la coloque sobre su regazo, Sr.
Luego de tenerla finalmente entre mis brazos, nos dispusimos a esperar juntos a mamá quien para ese entonces se encontraba con paradero desconocido.
No deseaba entrar en desesperación pero se me hizo inevitable cuando marqué su número y daba apagado. Farah también lo intentó un par de veces, obteniendo el mismo resultado que el mío.
Conforme pasaba el tiempo, a la mente solo me venían cosas malas. Mi esposa no pudo haberse metido nuevamente a aquel laberinto sin salida. Agatha no sería capaz —Me repetía una y mil veces intentando controlarme—
— ¿Agatha? ¿Eres tú?
— ¿Arjen? Finalmente… por fin te encuentro, hermano. Te he buscado por cada rincón de aquí desde hace días. ¿Dónde está Lina? También pregunté por ella y nadie supo decirme.
— Lina ya no está Agatha. Me quedé sólo y sin nada más que hacer en este mundo. ¡Ayúdame por favor, necesito dinero! Lo que tengas a mano será suficiente.
— ¡Arjen, escúchame! Cálmate y escúchame momento. ¿Qué pasó con Lina? ¿A dónde fue?
— Lina ya no abrió los ojos. Decía que estaba harta de mundo y de la vida que llevaba y un día ya no despertó. Ella se fue sin mí. ¿Tienes dinero? ¿Vas a darme lo que traes?
— ¡Arjen, hermano! No puedes seguir en estas condiciones. Voy a ayudarte en todo lo que sea necesario pero déjame sacarte de aquí. Déjame hacerlo. Solo así podré ayudarte.
— ¿Sacarme de aquí? ¿Piensas que podrás sacarme de aquí como pudieron hacerlo contigo? ¿Por qué volviste a este lugar? Vete Agatha, aléjate de aquí y olvida que existo.
— No me iré sin ti, hermano. Salgamos de este lugar por favor.
— No puedo… No puedo hacerlo.
— Sí yo pude, tú podrás lograrlo. Permíteme ayudarte, te sacaré de este lugar y podrás recuperarte. Si continúas aquí, acabarás igual que Lina.
— Es lo que quiero. Agatha ¿Acaso no lo entiendes?
— Arjeeeeen… Tuve una hija ¿Sabes? Una hermosa bebé. Un milagro que nunca imaginé sucedería en mi vida. Tienes una encantadora sobrina. ¿Te perderías de conocerla?
— ¿Tuviste una hija?
— Así es.
— Siempre quisiste un bebé. ¿En verdad la tuviste?
— No mentiría con algo así. ¿Por qué no salimos de aquí? Vamos a comer algo y te enseñaré una foto de ella.
El tiempo seguía pasando y no tenía noticias sobre mi Agatha, tampoco sabía que hacer estando amarrado a esa silla de ruedas. ¿Qué me quedaba más que plantarme frente a la puerta mientras la aguardaba rogándole a Allah que por favor me la devolviera?
— ¿Aceptarás mi ayuda, hermano?
— No puedo, no voy a lograrlo y seré una angustia innecesaria para ti. Ya lo intenté una vez y no funcionó.
— Está vez será distinto.
— ¿Distinto, porqué?
— Yo estaré cerca de ti. Te acompañaré siempre. ¡Por favor Arjen! ¿No quieres conocer a tú sobrina acaso? ¿Darte a ti mismo una oportunidad?
— Ella es hermosa, encantadora en verdad.
— Lo es pero quedarías más encantado aún si la conocieras un día en persona. Si pudieras ver sus travesuras y su sonrisa.
— ¿En verdad estuvo en tu vientre? Te he visto llorar tantas veces porque creías que nunca podrías ser madre. ¿Cómo se llama?
— Si la tuve en mi vientre y no fue nada fácil para mí pero lo logré, hermano. Se llama Hatice y fue su papá que le puso ese nombre.
— ¿Hatice?
— Ahá… Nació en Estambul. ¡Es una pequeña turca! Arjen, dime que aceptas e iremos ahora mismo a un centro donde podrán tratarte como corresponde.
— Tú vas a dejarme allí, Agatha y harás lo mismo que hizo mamá.
— Eso no pasará. No voy a abandonarte hermano. ¡Oye! Sabes que en tu estado yo nunca dejaría que te acercaras a mi hija, pero de ti depende que ella conozca a su tío. Uno sano, fuerte y valiente que supo resurgir de un abismo. ¿Aceptas mi ayuda?
HORAS DESPUÉS
La puerta de la casa finalmente se abrió y era mi esposa quien había aparecido.
Al verla aparéntenseme sana y salva, el alma me volvió al cuerpo y mi corazón volvió a latir sin angustia mientras daba gracias infinitas a Allah todo poderoso por haber oído mis súplicas.
Con mucha extrañeza, Agatha nos miró de pies a cabeza y repentinamente quedó palidecida.
— Qué bueno que apareció, señora —Expresó Farah—
— ¿Qué sucede, Farah? ¿Le pasó algo a mi hija? Haticeeee… —Gritó asustada yendo hasta su habitación donde Farah había logrado distraer un poco a la niña poniéndole la televisión—
— La niña está bien señora. Nosotros estábamos preocupados por usted.
Agatha sostuvo a la pequeña entre sus brazos como si en verdad le hubiese preocupado nuestra hija. Si hubiese sido de tal manera no habría salido de la casa con paradero desconocido y tener el celular apagado.
— ¡Lo siento mi bebé! ¡Lo siento mucho! Te prometo que no volveré a dejarte solita.
Hatice no dejó de preguntar por su mamá un solo instante mientras que Farah y yo no supimos que hacer para entretenerla pero felizmente ya le había vuelto la sonrisa al ver a su madre y no se desprendió de ella hasta quedarse dormida.
En lo que colocaba a la pequeña en su cuna, escribí para ella y le pasé la tableta para que lo leyera. Le propuse que volviéramos a Estambul, que pusiéramos en venta la casa en Bebek y buscáramos una más modesta en un lugar menos ostentoso donde pudiéramos vivir sin tantos gastos.
— ¿Qué te ha faltado aquí, Oğuzhan? Contéstame… ¿Qué tendría de distinto un suburbio de Estambul a este lugar? —Exclamó devolviéndome la tableta— Aquí te di todo lo que necesitabas, busqué para ti a los mejores médicos que pudieran tratarte. Te convertí en la luz y en el alma de esta casa. Todo aquí está pensado en ti pues no hay nada absolutamente en los rincones que no haya puesto pensando en tu comodidad, para que fueras feliz teniendo una vida digna y tranquila. Tú puedes volver a Estambul si eso es lo que quieres pero quítate de la cabeza que iré contigo y por sobre todo, que te llevarás a mi hija —Expresó entre intensas lagrimas antes de encerrarse en el baño—
Cada una de esas palabras fueron como estacas incrustadas en mi corazón y nuevamente sentí que había fallado. Que la lastimé de un modo cruel e inconsciente, sin darme cuenta a tiempo.
Ambos nos sentíamos muy cansados y abatidos por todas aquellas pruebas que nos había impuesto el destino y mientras oía su llanto, recordaba las tantas veces que la felicidad se nos había empañado a causa de las desgracias.
Tal vez estaba a tiempo de repararlo todo. No podía permitir que mi esposa volviera a caer y que en uno de mis absurdos arrebatos, yo acabara cayendo también. Nuestra Hatice no merecería jamás tener padres así y por ella debíamos resurgir juntos de aquel abismo.
Mientras Agatha se tomaba su tiempo dándose un baño, fui a revisar su bolso. Ella detestaba que yo hiera eso pero necesita saber sobre el medicamento que Farah había mencionado.
Lo que hallé resultó ser un frasco de antidepresivos, aquellos de alta dosis que hacía mucho tiempo había dejado de ingerir y que definitivamente no eran para nada una buena señal.
Momentáneamente decidí dejarlo de nuevo en su bolso pues para ese entonces ya la tenía bastante alterada y entristecida, por lo que no quería empeorar las cosas. Todo lo que hice fue colocarme frente a la puerta del baño y aguardar a que saliera para abrazarla con todas mis fuerzas.
— ¿Quieres abrazarme ahora? ¿Por qué? ¿Porque me perdí, de casa por varias horas y pensaste quizás que fui a lanzarme desde el Python Bridge o que me encontraba a punto de morir por alguna sobredosis dentro de alguna mugrienta habitación de los suburbios? No tuviste ganas de abrazarme durante todos esos días que estuve junto a tu cama suplicándote que te levantaras para continuar con nuestras vidas —Gritó— para desayunar, almorzar y cenar con nuestra hija. Para llevarla a pasear luego de tus terapias y verla feliz jugando y corriendo en el parque. Eso es lo único que debe importarnos a los dos, Oğuzhan, por encima de todo lo demás.
Luego de todas aquellas palabras y siempre entre lágrimas y llantos entrecortados, ella extrajo de su bolso aquel frasco de antidepresivos y lo colocó en mis manos.
— ¿Esto es lo que te preocupa? Un día me enseñaste que puedo vivir feliz sin estos comprimidos pero también un día, tu mismo me empujaste hasta ellos de nuevo porque yo no puedo ser completamente feliz viéndote a ti, a mí esposo rendirse de esa manera. Quiero que dejes de creer que este lugar siempre será una perdición para mí y que te enfoques en lo que realmente te corresponde porque mi dicha completa depende únicamente de ti. Contigo yo seré feliz aquí y en lugares veinte veces peores que este.¡ Ahora bieen! si todo esto que te digo no es suficiente para ti, piensa únicamente en nuestra bebé al despertar todas las mañanas para que tengas de ese modo, las ganas necesarias de levantarte de ésta cama.