Agatha era realmente desconcertante en ocasiones aunque debo decir que desde hacía tiempo no se comportaba de tal manera pero la carta que había recibido, volvió a recordarme parte de su inquebrantable esencia pues lejos de ponerla feliz y tenerla desparramando emociones, la dejó en silencio y sin mencionar absolutamente nada al respecto durante todo ese día.
— ¿Estás listo para tu terapia de hoy, mi amor? —Preguntó y yo negué con la cabeza— ¿Cómo que no, Oğuz? Me prometiste que retomarías tus terapias y sin el mínimo berrinche.
No podía iniciar mis terapias físicas cargando la intriga de su comportamiento e indecisión con respecto a aquella carta. Necesitaba saber que pensaba, deseaba que me hablara al respecto pero nada de eso hacía, únicamente callar.
Aquella serie que habían adaptado de su novela, tuvo tanto éxito que los productores ya tenían pensado en una segunda parte y en consecuencia las ventas de sus libros se dispararon por los cielos. El caso era que aquellos libros fueron lanzados de manera limitada y el contrato con la editorial asociada, había expirado mientras que otras, al enterarse, se vieron interesadas en firmar, ofreciendo contratos realmente tentadores como la de una Editorial de nombre Skyfireflies Press con sede en Nueva York y la cual había enviado aquella mencionada carta.
— ¿Y puedo saber que tiene que ver mi decisión con tus terapias? Lo que creo es que estas inventando excusas para no ir.
No estaba inventando nada. Le prometí que retomaría mis terapias y la iba a cumplir pero aquella era una oportunidad muy importante la cual no debía desaprobar por mi causa.
— Yo ni siquiera me atreví a pensar en tomar una decisión, Oğuzhan por lo tanto no vuelvas a decir que mis dudas son por tu causa. Ahora tu y yo entraremos a tus terapias y no ocuparás tus pensamientos en cosas que no tengan que ver con las actividades que te imponga la Dra. Horst. ¿Si me entiendes?
Únicamente para que no nos pusiéramos a pelear, decidí hacer lo que ella quería centrándome únicamente en mis terapias de aquel día.
— Hasta que finalmente mi paciente estrella ha vuelto.
¿Su paciente estrella? —Pensé observándola con muy poca gracia—
— No me veas así. Prometo que hoy intentaré que no me odies tanto.
— ¡Basta, cielo! Comportarte por favor —Me susurró mi esposa—
— Oğuzhan no la odia Dra. Horst. Él solo busca excusas para sus perezas.
— Haré de cuenta que en verdad eso es así pero para demostrarte que hago mi mayor esfuerzo por tu recuperación, hoy trabajarás como has querido desde un principio —Dijo colocando un caminador delante de mí—
— ¿Un caminador, doctora? Mi Oğuz aún no está listo para usarlo.
La Dra. Horst no replicó las palabras de Agatha. Dirigió su mirada hacia mí y pidió que yo dijera aquello o en caso contrario que me animara a ponerme de pie con ayuda de aquel caminador.
— Vas a intentarlo, Oğuzhan? —Preguntó la doctora—
¿Ella en verdad estaba burlándose de mí? ¿Estaba desafiándome acaso? Apenas podía mover mis pies ¿De qué manera podría yo sostenerme con mis piernas?
— ¿Vas a intentarlo?
Ella sabía que yo no podría y aun así tuvo la crueldad suficiente de preguntarme tal cosa y amargar mi día por completo.
— ¿Puedes o no puedes Oğuzhan?
No puedo… no puedo —Negué con la cabeza una y otra vez deseando únicamente que mi Agatha me sacara de aquel lugar—
— No puedes… por supuesto que no puedes y yo como tu doctora lo sé tanto como tú pero necesitaba que lo admitieras y que te dieras cuenta que tu recuperación no será fácil. Querías apresurar tus terapias pero aquí estamos frente a un caminador que no podrás utilizar mientras sigas comportándote cómo un chiquillo necio y mal criado. Ahora te dejaré un momento para que te calmes y pienses que lo mejor para tu recuperación serán la paciencia y la constancia.
¿Cómo se atrevió a hacerme una cosa como esa? ¿Qué clase de doctora era aquella? Le rogaba a Allah cada día de mi vida que me otorgara fuerzas para continuar y juré por mi esposa y por mi hija que lo intentaría todo, por eso estaba allí.
Me encontraba amarrado a una silla de ruedas y sin embargo creyó necesario recordarme que no podría yo ponerme de pie. En ese instante me sentí rodeado de impotencia, me sentí abatido una vez más mientras tenía delante de mí a mi esposa quien posterior a eso, salió del salón detrás de la Dra. Horst.
— ¿Por qué hizo eso doctora Horst? ¿Sabe cuánto me costó traer a mi esposo de regreso a sus terapias? ¿Levantarlo de la cama y convencerlo?
— ¿Cree que fui dura con su esposo, Sra. Berli? El concepto que tengan ambos sobre mí es lo de menos ante todo lo que hemos logrado en su recuperación. Recibí de sus propias manos el expediente médico de su esposo, si en estos momentos le entrego yo los últimos resultados de su recuperación, dudo que pueda insinuar siquiera algo de disgusto.
— Se muy bien cuanto se ha recuperado mi Oğuzhan y no tengo nada que reprocharle doctora Horst. Nos abrieron las puertas aquí y lo recibieron a él del modo en que yo deseaba pero pese a todo, no ha sido fácil. A mi esposo aún le cuesta asimilar muchas cosas, aceptar que le dañaron la vida de un modo irreversible.
— Mejor volvamos al salón que su esposo ya puede manejar perfectamente su silla de ruedas y no dudo en absoluto que intente escapar.
¿Intentar escapar? Lo único que intentaba en esos momentos era no quebrarme, no ponerme a llorar, no estallar de tanta rabia pero resultó imposible a final de cuentas. Abrazado a mi esposa, le supliqué que volviéramos a casa, ya no quería estar allí y se lo expresé del único modo que podía en aquel instante.
— Eso que está haciendo ahora, Sr. Berli. Abrazar su esposa no hubiese sido posible sin sus terapias. Sin todas aquellas tareas estúpidas y sin sentido que yo le asignaba y que pudo haberle asignado cualquier otro médico. Usted apenas hubiera podido mover los dedos de las manos. Gracias a las terapias ocupacionales, aparte de poder abrazar a su esposa, Sr. Berli, puede cargar a su pequeña hija, puede comer, beber, peinarse, lavarse el rostro, los dientes, todo sin depender de nadie. Gracias a estos métodos no solamente se fortalece físicamente, también fortalece sus emociones, sus sentimientos, su concentración y paciencia aunque poco o nada lo note, aunque sienta que me odia y quiera salir de aquí del modo que sea.
— Ya no llores mi amor. Si lloras, todo mi cielo se nubla y es oscuro. No lo hagas —Suplicó acariciando mi cabello—
— Tengo pacientes con diagnósticos realmente desalentadores, Sr. Berli. En su mayoría con paraplejia y esas personas darían lo que fuera por lograr las cosas que usted ha logrado. Poder sentarse y tomar unos crayones para colorear o intentar enhebrar una aguja serían milagros indescriptibles en sus vidas.
— ¿Oíste todo eso, cielo? Ya hemos avanzado mucho y no podemos detenernos ahora. ¿Nos quedamos? Yo siempre estaré contigo.
— Puede pedir que le asignen otro médico pero créame que nada será diferente si no adopta a la paciencia, Sr. Berli.
No me consideraba un hombre paciente, en absoluto y en medio de la desesperación siempre acababa asfixiado, ahogado en los recuerdos de mis desgracias pero no iba a marcharme y no por aquella doctora que había explayado sus argumentos de manera válida. Iba a quedarme allí por mi esposa y por mi hija que eran los motores de toda mi existencia y lo serían siempre sin importar las adversidades.
— En vista de que odia mucho las terapias ocupacionales y teniendo en cuenta que puede llevar a la práctica en su casa todo lo que ha logrado. Iniciaremos las terapias físicas con sus extremidades inferiores. ¡Eso sí! —Advirtió observando a mi esposa— todo lo que pueda hacer solo, lo hará sólo, Sr. Berli. Sólo —Recalcó— ¿Si entendió Señora Berli?
— Lo entendí —Contestó con un tono que en verdad no lo entendió en absoluto—
A ella le encantaba cuidar de mí y lo hacía pese a que yo ya podía valerme por mí mismo en ciertos aspectos por lo tanto las advertencias de la doctora Horst habían molestado más a Agatha que a mí.
— ¿Cómo puede prohibirme que cuide de ti?
¿Ahora ella también iba aborrecer a la doctora Horst? —Me pregunté observándola— Quizás sí podíamos cambiar de doctora.
— Tal vez ella si tenga razón. Debo dejar que hagas las cosas que puedes hacer tu solito, mi amor —Suspiró— pero a veces te daré de comer, te ayudaré a bañarte y a vestirte y será nuestro secreto —Acotó sonriente llenándome de besos—
Estaba de acuerdo con aquel secreto y se lo hice saber, no porque me gustaba que me tratara como a un niño sino porque amaba toda la felicidad que emanaba su bello ser al cuidarme a mí y a nuestra pequeña Hatice.
Un par de días pasaron y mi Agatha seguía sin pronunciarse con respecto a la oferta de contrato de aquella editorial y yo deseaba saber la razón. Si en verdad no era por mi causa necesitaba que me explicara los motivos.
— ¿Qué te he pedido Oğuzhan? No vuelvas a repetirlo o voy a molestarme contigo. Mi amor tú no dimensionas lo que significaría aceptar contrato con una editorial como esa.
Pues no… En verdad no lo dimensionaba por eso aguardaba sus explicaciones.
— Esa editorial tiene sede en Nueva York.
¿Y eso qué? A mí me gustaría ir a Nueva York.
— Involucrarme con esa editorial implicaría viajar constantemente para promociones, entrevistas, firma de libros y más cosas. Me pasaría semanas enteras lejos de casa y yo no quiero esa vida,. No tuve una hija para separarme de ella por tanto tiempo y no poder cuidarla como corresponde. No cuidé tanto de ti como para dejarte ahora a cargo de extraños.
¿Estaba admitiendo que sí era por mi causa?
— Escúchame bien porque te lo diré por última vez, Esto no es por tu causa, es porque yo no quiero esa vida. Quiero ésta que tengo contigo y con nuestra hijita, con Min y Farah. Si te dejará tranquilo, hablaré con esa editorial, pondré mis condiciones y si no les parece, no habrá contrato. Tengo propuestas de otras dos editoriales y una de ellas posee sede aquí en Europa, probaré con esas y si tampoco resultan, no importa, porque recibiré lo que me corresponde por la segunda temporada de la serie que harán de mi novela y será una muy buena oportunidad para reestablecernos y ajustar nuestras vidas.
La oí tal y como me pidió que lo hiciera y respiré profundo cuando culminó pues mi esposa era como una máquina sin frenos cuando comenzaba a hablar explayando sus argumentos. De todos modos comprendí cada una de sus explicaciones y al pensarlo bien, tampoco me gustaría la idea de tenerla lejos de mí y que mi Hatice sufriera constantemente por la ausencia de su madre.
Mi Agatha era muy inteligente y sabría que hacer al respecto. Todo era cuestión de esperar y saber sobre los acuerdos o desacuerdos de la editorial Skyfireflies Press con respecto a las condiciones impuestas por ella.