— Deja de seguirme… ¿Te comportaste muy grosero conmigo y ahora pretendes que lo deje pasar así como si nada?
No iba a dejar de seguirla por mucho que me regañara. Estaba listo para contentarla y todo era cuestión de que volteara a verme por un par de segundos.
— Tienes que hacer mucho más que darme un ramo de rosas, Oğuzhan. ¿Piensas que esto es suficiente?
— Yok
Las rosas no eran suficientes pero cuando finalmente la complací en aquello que tanto deseaba, cualquier otro presente que fuera yo a darle posteriormente, resultaría insignificante.
— ¡Mi amor! —Exclamó—
Solo deseaba que no fuera tan exagerada pues eso no me hacía sentir bien. Daba mi mayor esfuerzo para recuperarme y lograr algo nuevo cada día y lo que menos necesitaba era que mi Agatha lo considerara como los de un niño que aprendía a decir su primera palabra.
Yo soy su esposo, no su hijo. Alguna vez la cuide mucho, era yo quien la protegía y quería volver a hacerlo un día.
— ¡Mi Oğuz! Amor de mi vida, prometo no exagerar. Al menos voy a intentarlo —Dijo sentada sobre mi regazo mientras me llenaba de infinitos besos— pondré mis rosas en agua.
Aquella media mañana Farah se había llevado a Hatice para que jugara en el parque y yo recién tendría terapias en la tarde por lo que se me ocurrió que podría llevarme a mi esposa a la cama o proponerle tener sexo allí mismo en la cocina. La jalé nuevamente sobre mi regazo y metí mis manos bajo su suéter.
— ¡Oğuz! Farah puede volver en cualquier momento con nuestra bebé.
Puedo faltar a mis terapias para que fuéramos juntos a un motel. Le dije aunque ya me sabía la respuesta
— ¡De ninguna manera! Además no puedo creer lo que estas proponiéndome. En otros tiempos jamás habrías querido llevarme a un motel.
En otros tiempos nuestra casa era más amplia y podíamos hacerlo sin miedo a que Farah oyera alguna cosa. En otros tiempos tampoco teníamos a nuestra niña traviesa para que nos interrumpiera repentinamente.
La vida había cambiado para ambos por lo que mencionar la palabra motel ya no me sonaba tan terrible después de todo.
— También tengo ganas cielo pero lo dejaremos para la noche. No nos queda de otra por lo tanto no pongas cara de enfado.
Resignado, respiré profundo pues tal cual lo había dicho Agatha, Farah no tardó en retornar a casa junto con la pequeña.
— ¿Te divertiste en el parque mi bebé? —Le preguntó—
Hatice amaba ir a pasear al parque y siempre que iba, volvía con una desbordante alegría mientras intentaba contarle a su madre todo lo que había hecho. Nuestra hija también era bastante mimada y apegada a nosotros dos, razón por la cual nos dificultaba mucho hallar momentos para estar a solas.
— ¡Bien! Hora de tu baño mi cielito… Farah, prepara su ropa por favor.
— Sí señora.
En la tarde asistí a mis terapias como todos los días y en vista de que había dejado a un lado las terapias ocupacionales, el trato con la Dra. Horst había cambiado. Ya no sentía tantas ganas de querer evitarla faltando a mis sesiones, más bien todo lo contrario.
Yo deseaba mucho avanzar en el largo proceso de recuperación de mis piernas por esa razón cada minuto de trabajo era muy valioso para mí y la doctora lo sabía.
— ¡Vamos muy bien Oğuzhan! Que muevas tus pies es muy importante, el hecho de que puedas hacerlo significa que la sensibilidad va expandiéndose.
— ¿Significa que un día podrá ponerse de pie?
— No puedo decir que no logrará tal cosa pero tampoco puedo prometer que sí. Como sabes su sistema nervioso de motricidad se vio bastante afectado por lo que el desempeño de las vías motoras no responde de manera equitativa en todas sus extremidades. Debemos trabajar bastante con el dominio de sus piernas para que logre ponerse de pie con ayuda de un caminador.
Como en los próximos días viajaría con mi esposa a New York, ella comunicó a la doctora que por aquellos días faltaría a mis terapias pero que los repondría con sesiones dobles en cuanto retornáramos a casa.
— Serán sólo tres días —Aseguró Agatha—
— Bien… De todos modos no olvides hacer tu parte Oğuzhan. Toma un tiempo para relajarte y hacer tus ejercicios de pies diariamente.
Nunca olvidaba tal cosa, lo hacía siempre en casa a cualquier hora del día y no lo olvidaría únicamente por estar en New York.
Habitualmente Agatha se encargaba de reservar con antelación nuestro pasaje con acceso especial pero está vez no fue necesario pues la editorial se había hecho cargo absolutamente de todo. Nosotros lo único que debíamos hacer eran las maletas.
— Les deje bien claro que no iba ir a ningún lado sin mi mi esposo y sin mi hija y que por lo tanto si o sí tú debías acompañarme también ya que eres mi mano derecha en todo, Farah.
— ¿Y que lugar es ese, señora? ¿Qué ropa debo empacar?
— Ropa de frío, que el invierno está cerca igual que aquí.
— Peki!
— Nos iremos de paseo en avión, mi bebé. ¿Te gusta la idea? —Le pregunto dando un par de giros con Hatice entre sus brazos—
Sonriente y dando pequeños aplausos le dijo a su madre que si y luego apuntó hacia mí diciendo papá.
— Desde luego que papá irá con nosotras.
Mi pequeña luego apuntó también a Farah y a Min y su madre le dijo que todos iríamos de paseo en avión.
— No vamos a dejar solito a Min. Por fortuna está acostumbrado a los aviones pues el pobrecillo se convirtió en un gato viajero por culpa de papá —Le dijo—
Un día antes de nuestro viaje fue el día de visitas de Agatha a su hermano Arjen y asistió a verlo como cada semana al centro de rehabilitación. Le llevó un bolso con cosas dentro que pudiera necesitar y también los infaltables postres de Farah al igual que el elma çayı que ya se habían hecho habituales.
Compartió con él durante la hora entera de visita estipulada. Charlaron y merendaron juntos en el comedor del centro, de un modo muy tranquilo.
— Este té es muy delicioso en verdad. Me gusta.
— Solo Farah sabe preparar este té. Posee una pequeña vasija especial donde lo hace.
— No te olvides de darle las gracias de mi parte como siempre.
— No lo olvidaré.
Al día siguiente partimos finalmente rumbo a New York y por fortuna en un trayecto bastante tranquilo para todos, por sobre todo para mí. Me sentía bastante cómodo y se lo hice saber a mi esposa en incontables ocasiones puesto que me lo preguntaba a cada instante.
De tanto en tanto se ponía a observar a nuestra pequeña quien ni bien abordamos el avión, permaneció dormida casi hasta el final del vuelo. Le dejaba más tranquila checar a la pequeña ella misma pese a que Farah no despejada los ojos de ella. En otro momento quedaba quieta y pensativa observando a través de la ventanilla.
Apreté su mano deseando que me compartiera sus pensamientos pero me aseguró que no se trataba de nada que pudiera quebrantarla.
— No le comenté a mi hermano que vendríamos a New York. Él piensa que en algún momento lo abandonaré en aquel lugar y lo hubiese dejado muy intranquilo si le hablaba sobre este viaje —Me comentó—
Agatha al menos tenía la certeza sobre dónde se encontraba su hermano. El mío sin embargo había vuelto a desaparecer y todo lo que me dejó fue una carta con medias verdades de las cuales no poseía la mínima certeza de cómo iban a acabar.
Tenía miedo de saber la verdad absoluta y a veces quería compartirlo con mi Agatha para alivianar el peso de mis temores pero no quería que se involucrara en cosas que ni siquiera yo conocía.
Con casi 8 horas de vuelo, finalmente aterrizamos en el aeropuerto Internacional Idlenwild en el distrito de Queens y yo contaba con ansias los segundos en los que saldríamos a observar toda la inmensidad de aquella gran ciudad a nuestro alrededor.
— ¿Qué haremos ahora, señora? ¿Si no vienen por nosotros y nos perdemos en este lugar?
— Vendrán, Farah, no tengas miedo.
Hatice había despertado con apetito y como solo teníamos la leche en su biberón que le habían dado los del servicio del avión, luego de recoger nuestras maletas y reclamar por Min a quien casi perdimos por una confusión de jaulines, fuimos hasta el restaurante del aeropuerto para comer alguna cosa en lo que llegaban por nosotros.
Hatice acompañó su leche con las galletas que le había comprado mamá y nosotros pedimos café con medialunas.
— Papáááá —Gritó mi bebé pidiendo que yo la cargara—
— Cielo, papá está tomando su café. Espera que acabe.
Al rato una persona se acercó a nosotros y se trataba de uno de los agentes que había viajado a Ámsterdam en representación del Skyfireflies Press.
— Lamento mucho la demora. Me disculpo enormemente en verdad. ¿Esperaron mucho? —Preguntó aquel agente de nombre Steven Brooks—
— No de hecho… Aprovechamos el tiempo para comer algo aquí.
— ¡Excelente! Si me permiten yo mismo los trasladaré al hotel donde estarán hospedados.
El Wyndham New Yorker Hotel sería nuestro destino y el trayecto hasta ella generó la sensación de mil emociones que erizaba mi piel a cada vistazo de los rascacielos y las inmensas avenidas.
— Mi amor, si hubiera sabido antes que vería brillar de esa manera tus bellos ojitos, habríamos venido mucho antes a Nueva York —Dijo dándome muchos besos, mientras nos deteníamos a observar frente a aquel majestuoso hotel rodeado de otros imponentes edificios—
— ¿Cómo es posible que nunca antes hayas podido venir a New York? —Me dijo—
Alguna vez estuvo en mis planes, sobre todo en mis inicios con de teatro. Soñaba con pisar New York y que mis obras representadas con mi elenco, trascendieran hasta los mejores escenarios de Broadway.
Quizás lo hubiéramos logrado en alguna ocasión, quizás mis viejos colegas pudieron lograrlo o lo logren algún día pero yo no.
Pesé a que allí me encontraba, no era del modo en que me hubiera gustado y mis emociones apenas eran parte de un sueño que ya no existía, de un anhelo arrollado por un destino inexplicable y la condena sobre una silla de ruedas.