La primavera había llegado y nada hacia más evidente eso en Netherlands que los tulipanes de incontables colores. Aquellos mismos tulipanes que me ayudarían a contentar nuevamente a mi esposa.
Sabía que eran de su agrado, por sobre todo los de color rojo, entonces me dispuse a obsequiarle uno e ir aumentándolos con cada día que pasara. El día uno y antes del desayuno le obsequié un tulipán rojo, su favorito. El día dos le obsequié dos tulipanes, uno rojo y otro color rosa. El día tres le obsequié tres tulipanes y de ese modo fueron en aumento hasta el día siete en el que pude obsequiarle un ramo de tulipanes tan colorido como el propio arcoíris.
— No creas que las cosas serán tan fáciles como obsequiar un ramo de tulipanes en primavera.
¿Fáciles? Las cosas no me resultaron nada fáciles para regalarle aquellos tulipanes. Me levantaba a las 5 de la mañana mucho antes de que ella lo hiciera para ir a comprarlos de la florería más cercana y luego volver para darme un baño, vestirme con ropa fragante y verme bien impecable como a ella le gustaba para entregarle su obsequio.
— Pensaré si te mereces algún tipo de recompensa —Me dijo mientras colocaba los tulipanes en un jarrón con agua—
Ya han pasado siete días y creo que sí merezco una recompensa —Pensé mientras tomaba su mano para besarla sin esperar demasiado ante aquella acción— Sin embargo ella se acercó a mí llenándome de besos toda la cara.
— Nada más porque te veo limpiecito y te huelo bien perfumado desde hace siete días y sin que yo te obligue —Me dijo con esa sonrisa que yo tanto amaba— Más te vale que sigas así, cielo.
Aquel definitivamente fue el mejor de los avances, mucho más de lo que pude haber esperado pero desde luego no poseía la mínima intención de frenarme en mi principal objetivo. Necesitaba el abrazo de mi esposa tanto como volver a dormir a su lado pero para que eso sucediera en verdad, requeriría mucho más que ramos de coloridos tulipanes.
Un par de días después, la Dra. Loan volvió tal como había prometido y es que finalmente había llegado el momento en el que le retirarían el yeso a mí Agatha.
¿Por qué razón temía tanto que le retiraran el yeso? —Pensé— Yo no tenía idea y en verdad deseaba saberlo pero seguiría sin respuestas hasta que ella misma tuviera intenciones de contármelo.
— ¿Y esto? —Fue lo primero que preguntó la doctora al ingresar a la casa y percatarse de mi presencia— ¿No que habías perdido a tu esposo?
¿Agatha dijo que me perdió? —Me pregunté—
— Pues eso fue lo que creí, Loan. Igual Oğuzhan sigue a prueba —Aclaró observándome—
— Ahá… Pues yo nunca me tragué tal verso de tu parte, Agatha. Sabía que acabarían solucionando sus esporádicos conflictos ¿Qué fue lo que hiciste, Oğuzhan?
Sentir celos de un hombre que resultó ser tu hermano —Dije en mi mente, deseando poder decírselo en voz alta— Ese sujeto era un oportunista y yo ya estaba al tanto de que anduvo por Paris coincidentemente donde se encontraba mi familia, sin embargo decidí no manifestarme al respecto pues mi intención era solucionar las cosas con mi esposa, no empeorarlas.
— Se comportó como un energúmeno —Dijo Agatha—
— Bueno… Sospeché tal cosa —Replicó la doctora mientras tomaba entre sus brazos a Hatice quien se encontraba sobre mi regazo y corrió de inmediato a darle la bienvenida con besos y abrazos— ¡God! Tendré a la cortejo más hermosa de este mundo ¿Sabes que la tía ya tiene el vestido para su princesa? —Le comentó con entusiasmo—
Mi hija tenía el armario repleto de vestidos pues su madre la vestía siempre como una auténtica princesa por lo que a mi pequeña le hizo mucha felicidad oír aquello de la doctora.
Cuando llegó la hora de ir al hospital, tuve la leve esperanza de que mi esposa me pidiera que la acompañara también pero eso no fue así. Me dejó a cargo de la niña y partió en compañía de su amiga.
HOSPITAL BRAASSEM
— ¡Agatha! Esto será breve y verás luego que no hubo razón para temer.
— No será breve. Me van a cortar.
— ¿Qué dices? No van a cortarte. Además por eso estoy aquí contigo ¡Cálmate por favor!
Yo no tenia idea de como se retiraba un yeso pues nunca me había quebrado un hueso, a excepción de las cosillas y la nariz aquel día que casi me mataron a golpes, sin embargo mi esposa conocía de sobra el procedimiento ¿Pero a que le temía tanto? Ojalá en verdad pudiera estar a su lado para contenerla.
Me metí a la Internet y busqué sobre el procedimiento y las herramientas que se usaban para el efecto. A simple vista sí causarían cierta impresión negativa a cualquiera por sobre todo a un niño. ¿Cierra eléctrica? ¿Tijeras grandes? ¿Tenazas separadoras? ¿A quien no le entraría el temor con todo eso? —Pensé bastante afligido al imaginar lo que pudiera estar sintiendo mi reina—
Allí me encontraba una vez más en compañía de mi hija Hatice quien en su más grande inocente era incapaz de percibir mi angustia y desesperación. Mientras ella se entretenía con sus juguetes, yo me encontraba en el más hondo pozo de la impaciencia y torturado por los minutos que pasaban sin que yo tuviera noticias.
Cuando finalmente llegó, Farah fue la primera en acercarse a preguntarle a Agatha que tal ha había ido todo pero la Dra. Loan acabó contestando en su lugar. Mi esposa todo lo que hizo fue acercarse a mí y sentarse en silencio sobre mi regazo para que la abrazara.
— Todo está bien —Afirmó la doctora haciéndole señas a Farah de que Agatha no tenía ganas de hablar— Ven mi amorcita que voy a enseñarte tu vestido para que te lo pruebes —Le dijo a la niña—
No hacia falta que mi reina dijera siquiera media palabra pues yo la tendría entre mis brazos el tiempo que ella quisiera y en absoluto silencio.
— ¡Agatha! ¿No tienes pensado moverte del regazo de tu esposo? —Irrumpió la doctora como diez minutos más tarde— ¿No quieres ver a tu hija con su vestido de cortejo?
Esa fue toda la motivación que necesitó para animarse y ni bien observó a nuestra pequeña luciendo su hermoso vestido y el tocado en su cabello, se levantó de inmediato y con una sonrisa alagó a la más hermosa princesita que tenía en frente.
— ¡Mi cielito! ¡Mi amor! Te ves realmente hermosa! Mucho más hermosa y sofisticada que aquellas princesitas de la realeza —Exclamó avivando aun mucho más la alegría de nuestra hija.
— Hatice adora los vestidos. Se ve encantada —Dijo Farah—
— Lo está y en verdad no tiene nada que envidiarle a ninguna pequeña infanta —Acotó la doctora— Ahora volvamos para que te saques el vestido y lo guardes porque lo vas a lucir el día de mi boda —Le explicó tomándola de una maninito—
Repentinamente me puse a pensar en aquello. La boda de mi amigo con la doctora era en dos semanas y se llevaría a cabo en Londres pues así lo dispuso ella luego de casi una disputa insostenible entre ambos debido a que Baymaz deseaba que la boda se realizara en Ankara.
A mi no me hacía ninguna gracia ir a Londres. La única gracia que tuve en aquella ciudad fue haber conocido a mi hermosa Agatha por lo que me perturbaba bastante la idea de regresar allá y encontrarnos a Edward Hans, pero no solo eso. Me generaba mucha rabia tener que soportar al tal Nathan Mathis quien sin duda alguna estaría presente en la boda de su hermana.
— ¡Oğuz! ¿En que piensas? —Preguntó mi reina ubicándose nuevamente sobre mi regazo—
No iba a expresarle ni medio motivo de mis pensamientos. No iba a arruinar aquel momento sino más bien disponerme a aprovechar cada acercamiento de mi esposa que era lo único que me importaba.
— El almuerzo está listo, señora. ¿Sirvo la mesa?
— Sí Farah. Loan comerá con nosotros —Le dijo—
Debido a que la Dra. Loan contaba con incontables compromisos, tuvo que viajar de regreso a Londres aquel mismo día, entonces nos despedimos de ella hasta el día de su boda.
— Gracias por apartar un tiempo para venir a acompañarme.
— Sabes que lo haré siempre —Dijo con un abrazo de despedida— ¡Oye! No olvides un solo día, tomar tus medicinas.
— No lo olvidaré.
— ¡Y tu Oğuzhan! Controla tus impulsos porque luego esta mujer me llama para decirme dramáticamente que te perdió.
Después de las horrorosas semanas que pasé sin mi esposa y sin mi hija, podía estar segura de que a mis impulsos los había encerrado bajo siete llaves y que con unas cuantas sesiones de control de la ira, permanecerían encerrados por siempre con la ayuda y gracia de Allah.