Un par de días después todo parecía haber vuelto a su lugar en compañía de mi esposa o al menos casi todo pues yo aún dormía en el sofá de la sala, sin embargo no me preocupaba por aquello pues estaba seguro de que en algún momento volveríamos a dormir juntos y mientras ese día llegara yo continuaría obsequiándole colores a su vida. ¡Claro! Ya no ramos de tulipanes, sino hermosas florecitas en pequeñas macetas para que las colocara en el jardín de la casa.
— Si continúas trayéndome flores, nuestro jardín quedará repleto, amor.
— Biliyorum!
Exactamente esa es mi intención y únicamente para que todas estas flores sepan que ninguna es tan hermosa como mi esposa.
— Pues entonces tendremos el mejor jardín de toda Kudelstaart —Dijo ubicándose sobre mi regazo para llenarme de besos—
A lo largo de aquella semana, su afán de querer acompañarme a mis terapias físicas y al gimnasio, se habían acrecentado y en absoluto yo podía negarme a tales deseos suyos pues era lo que yo quería desde hacía mucho tiempo.
Una tarde de miércoles luego de visitar a su hermano al centro de rehabilitación, ella pasó por primera vez al gimnasio donde yo acudía pero por alguna razón que en esos momentos yo aún desconocía, no fue de su agrado.
Agatha observaba a su alrededor constantemente y se inquietaba bastante cuando la personal trainer se me acercaba de tanto en tanto.
— ¡Oğuz! ¿Cuándo ibas a contarme que tu personal trainer es mujer?
No se lo comenté porque no lo creí de importancia y en ese momento no tenía ni lápiz ni papel cerca para contestarle su pregunta.
Al igual que en las terapias físicas, en el gimnasio también había comenzado a trabajar con mis piernas por lo que necesitaba de concentración y por sobre todo de ayuda para no cometer imprudencias que pudieran lesionarme.
— No te fuerces de más. Solo sigue el ritmo de la máquina —Dijo la entrenadora ayudándome a colocar mis piernas sobre el ejercitador—
El nombre de ella es Sophia Tiej y asistía a otras personas al igual que a mí por lo tanto no era solo mi entrenadora sino de varios más desde que fueron incorporados. Ella me había ayudado bastante por lo que mi gratitud hacia su labor era inmensa y muy contraria de lo que a mi esposa se le comenzaba a gestar en la cabeza.
UN PAR DE HORAS DESPUÉS
— Eres un sinvergüenza de lo peor Oğuzhan Berli —Dijo acusándome ni bien ingresamos a la casa— ¿Pero sabes qué? Esto no te lo dejaré pasar —Advirtió aventándome un par de almohadas—
¿Qué le sucede a esta mujer? —Pensé mientras intentaba esquivar sus agresiones—
En lugar de acompañarme a mis terapias físicas y al gimnasio, debería más bien acompañarme a mis terapias del control de la ira.
— Yo ni siquiera permitía que ninguna enfermera te toqueteara cuando estabas postrado en la cama y hoy tuve que soportar ver como una personal trainer te manoseara a su antojo.
— Ne?
— No te hagas el inocente ahora —Dijo aventándome más almohadas—
¿Manosear? Definitivamente mi esposa perdió un tornillo de la cabeza o varios.
— ¿De nuevo están peleando? —Irrumpió Farah al oír nuestra discusión—
— Tu patrón es un sinvergüenza descarado, Farah. Ahora entiendo porque te gusta tanto ir allá. No solamente tienes a una personal trainer que te toquetea a su antojo sino también a muchas otras mujeres luciéndose ante ti con el cuerpo bien trabajado, firme y casi desnudo.
Simplemente respiré profundo luego de oír tanto disparate y de recibir la última almohada por mi cara. En otras circunstancias yo hubiese reaccionado a sus insultos y hubiésemos acabado peleando terriblemente pero claramente no quería tal cosa.
Su comportamiento no fue distinto al mío cuando me enteré sobre Nathan Mathis por lo tanto lo tomé como una devolución de celos agresivos que a final de cuentas acabaría pasando lentamente.
— ¡Señora! La niña oirá sus gritos y se asustará —Advirtió Farah—
Mi Agatha no dijo nada más entonces e ingresó a la habitación para permanecer allí hasta la hora de la cena.
Durante la comida me sentí algo fatigado de manera repentina pero no le presté demasiada importancia pues había tenido un día muy agitado y pensé que quizás se debía a mi excesivo cansancio. Antes de ir a mi sofá, fui a darle las buenas noches a mi hija quien ya se encontraba dormitando en su habitación, junto a su madre quien la acompañaba y cuando finalmente Hatice se durmió, Agatha salió de la habitación de la niña y la seguí queriendo desearle también las buenas noches a ella pese a que se encontraba disgustada conmigo.
La tomé de una mano pero la jaló de mí inmediatamente advirtiéndome que no me acercara a ella y que no insistiera más en querer contentarla con tonterías.
¿Acaso los tulipanes de colores le parecieron una tontería? ¿Y las florecitas en macetas para hermosear el jardín? ¿Todos mis esfuerzos le parecieron puras tonterías?
Agatha sin siquiera voltear a compadecerse del corazón que acababa de hacer trizas, ingresó a la habitación y yo fui hasta el sofá de la sala donde todo lo que deseaba era echarme a dormir con absoluta profundidad y despertar únicamente si toda mi vida volvería a ser como alguna vez fue.
— Oğuzhan… Mi amor despierta. No me hagas esto, por favor. ¿Oğuz que tienes?
Oía unas súplicas que se repetían en forma de llanto una y otra vez desde lo más lejano de mis sueños. Un lugar del cual quería escapar y no pude sino incontables intentos después.
Sentí como si hubiese salido de las profundidades del agua en busca de una bocanada de aire. Sentí escalofríos y temor como si hubiese estado a punto de ahogarme en aguas turbulentas que amenazaban con arrastrarme por siempre.
¿Mi reina? ¿Acaso continuaba dormido y estaba soñando o en verdad la tenía durmiendo junto a mí?
— ¿Oğuz? Oğuz mi amor, abriste tus ojitos finalmente. ¡Sí los abriste! —Repitió entre llantos varias veces mientras me llenaba de besos—
Desconocía en absoluto lo que había sucedido y donde nos encontrábamos pues aquel lugar no era nuestra habitación, pero luego de haber cerrado mis ojos en la absoluta frialdad de su ausencia sobre el sofá de la sala, desperté con la gracia de ver su hermoso rostro y su cuerpo pegado al mío.
Finalmente habíamos vuelto a dormir juntos y al despertar observándola, el sol iluminó mi vida entera y todo lo que deseaba era que aquello se tratara de algo real y no de un engañoso sueño.
— Estuviste dormidito por dos días, cielo. Los doctores no saben lo que te sucedió y tampoco sabían si ibas a volver a despertar —Explicó llorando–
¿Estuve dormido por dos días? ¿Cómo?
— ¡Amor! Casi muero de tristeza y culpa por lo que te sucedió. Ya no voy a pelear contigo y volveremos a dormir juntitos en nuestra habitación para que yo pueda velar tus sueños. Seremos muy felices todos los días y dejaré que me regales todas las florecitas que quieras pero ya no me asustes de este modo, por favor.
Yo seguía sin comprender lo que había sucedido pero nunca fue mi intención asustarla y mucho menos hacerla llorar de tristeza y culpa. La sostuve entre mis brazos para consolarla y allí cesaron sus lágrimas al ritmo de mi corazón. Aquel que había vuelto a latir en mi pecho ante la inmensa gracia de su preciosa existencia y su maravillosa presencia.
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(Prohibida la copia de este capítulo y los conceptos generales de la trama)