Sumergido en mi desesperación e impotencia, tuve que lidiar con todas mis actividades diarias y con la ausencia de mi esposa. En aquellos días, solo mi hija le daba color a mi vida y me ayudaba a escapar al menos por unos minutos de toda mi tristeza.
En mis terapias físicas sentía el leve consuelo de poder trabajar dando pequeños pasos que si bien eran limitados, también eran de gran satisfacción pues había logrado algo que parecía imposible.
Si mejoro el ritmo de mis pasos y mis piernas se fortalecen por completo quizás pueda hacer más cosas —Pensé— Eso me tomaría meses y yo moriría un poco cada instante de la angustia por mi hermano.
No puedo hacer lo que deseo. Regresar a Turquía y estar en Ankara era una posibilidad que se encontraba muy pero muy lejos de mí.
— ¡Estoy de regreso! —Exclamó aquella voz que tanto había extrañado—
Mi esposa finalmente volvió luego de 4 espantosos días sin ella, demasiados para mi tranquilidad. Regresó cargada de un par de maletas más de la que había llevado y llena de dicha rebosante para quienes la habíamos extrañado tanto, que supuse que le había ido muy bien en Suecia.
Hatice fue la primera en recibir la gracia de los besos y abrazos de su madre hasta que finalmente me tocó a mí, incontables minutos después. ¡Claro! No sin que antes aguardáramos todo su acostumbrado protocolo de toc.
— ¡Mi cielo! ¡Amor de mi vida! —Repetía una y otra vez mientras me llenaba de besos— Te extrañé tanto —Recalcó sentándose sobre mi regazo para abrazarme—
También te extrañé mucho, de un modo insostenible —Me dije cubierto de todo su delicioso aroma—
En aquellos momentos yo no iba a agobiarla con mi pesar, todo lo que deseaba era reposar entre sus brazos y hallar en ellos un poco de paz. ¿Qué si lo logré? Desde luego que sí.
Agatha era mi fortaleza y su esencia se decoraba ante mis ojos como seis majestuosos alminares. Su sonrisa, su mirada, su piel, su pelo, su perfume y su nobleza.
— ¡My God! Estoy toda adolorida —Dijo tumbándose en el sofá—
— Le preparo un té, señora.
— Por favor, Farah.
— Ya se lo traigo.
Pasé de mi silla al sofá junto a ella y nuestra niña no tardó en acoplarse también. Ella era muy apegada a ambos y todo se ponía más complicado si uno de los dos no nos encontráramos en casa.
— ¡Mi cielito! Te prometo que ya no te dejaré solita. Tampoco a papá. Si tengo que volver a viajar, nos vamos todos y eso incluye a Min y a Farah.
En esos momentos fui yo quien las abrazó dándole a entender a mí Agatha que para un próximo viaje suyo, si no íbamos todos, no iba nadie.
— No puedo dormir lejos de ti y de mi hija, Oğuz, me angustia mucho dejarlos solitos. Cuando acabe mi te, les mostraré los obsequios que he traído.
— Benim için?
— Senin için, baban için, Min için, Farah için.
Yo no podía hablar pero en esa casa todos se habían puesto a conversar en mi idioma y hasta ese momento lo noté con profundidad. De principio solo Farah conversaba de ese modo con Hatice y lo creí bonito pues mi hija decía más palabras en turco que en neerlandés. ¿Pero mi Agatha? ¿Por qué repentinamente se había interesado tanto?
Tal vez porque le gusta el idioma —Pensé— o tal vez para no confundir a la niña simplemente. Como sea, no pude evitar sentir nostalgia de mi tierra en esos momentos y una profunda tristeza al recordar nuevamente a mi hermano Ömer.
— ¿Askim, que te sucede? ¿Estás triste por algo?
— Hayır!
— ¡Oğuzhan!
Le negué que sucediera alguna cosa pues no creí oportuno que supiera de mi angustia cuando apenas acababa de llegar. En algún momento se lo contaría pero en esos instantes deseaba continuar refugiándome en su alegría.
Tal y como lo prometió, luego de acabar su te, abrió una maleta exclusivamente de obsequios y comenzó a repartirla empezando por nuestra hija quien quedó fascinada como cada vez recibía regalos. También le entregó sus presentes a Farah y no se olvidó de nuestro gato Min.
— Te queda muy bonito tu nuevo collar, Min. Ya tienes una amplia colección —Dijo sonriente— ahora llegó tu turno mi bello príncipe —Exclamó—
Solo espero que no extienda ante mis ojos unos calzones con dibujos para niños —Pensé sonriendo—
— Un reloj inteligente, cielo, para que esté al pendiente de ti por si a mí se me escape alguna cosa. Este reloj es capaz de palpar tu temperatura, de medir tu ritmo cardíaco, recordarte tus actividades físicas y la hora de tomar tus medicinas. Pero lo más importante, podrás comunicarte conmigo más fácilmente porque tengo mi propio reloj que estará conectado al tuyo por medio de Bluetooth ¿Te gusta?
— ¡Evet!
Me gustó mucho en verdad y no precisamente por aquello de que cuidaría de mí sino más bien porque con ese reloj, mi esposa y yo estaríamos 100% conectados y de ese modo la mantendría vigilada
Supongo que ella compró el suyo por la misma razón —Me dije intentando justificar mis celos— También quiere mantenerme vigilado.
Ese fin de semana habíamos planeado salir a pasear entre los tres y dejarle el día libre a Farah para que descansara ya sea en la casa o fuera de ella. Muy probablemente, lejos de descansar, iría al supermercado para escoger minuciosamente la despensa de toda la semana pues así era ella. Incansable en su labor.
— ¡Amor, me asustaste! — Dijo en voz elevada, envuelta en toalla—
¿Por qué la asusté?
— ¿Qué crees que haces, ah? Debo vestírseme o se nos hará tarde —Dijo atrapada entre mis brazos—
Ojalá hubiese ingresado un poco más tarde mientras se quitaba la toalla —Pensé—
— ¡Basta, Oğuzhan! Vete y espérame en la sala.
¿Por qué debo irme? Quiero quedarme y observarte mientras te vistes —Le dije enviándole un mensaje—
— ¿Qué dices descarado?
— No soy un descarado, soy tu esposo y puedo verte desnuda. Tú me has visto desnudo infinitas veces.
— Te he visto sí amor y eres perfecto —Dijo sonriendo—
— ¿Por qué nunca te quitas el camisón cuando tenemos sexo? Y nunca puedo hacerte el amor.
— ¿Tú quieres hablar sobre esto ahora?
— ¡Evet!
— Pues me siento más cómoda teniendo sexo con mi camisón puesto y no me haces el amor porque no lo intentas. ¿Alguna otra pregunta?
— ¡Evet!
— Ah pues entonces tendrás que hacerlas luego porque de lo contrario acabaremos quedándonos aquí en casa. ¡Hadi! ¡Vamos!
Únicamente porque en verdad se nos haría tarde, decidí dejarla sola para que acabara de prepararse, pero ya no huiría más de las preguntas que tenía preparadas para ella.
Agatha, Hatice y yo fuimos al parque, luego al centro comercial donde nos detuvimos en un patio de comidas para almorzar. Allí se encontraba el lugar favorito de nuestra hija, un espacio de juegos donde los niños se entretenían jugando mientras los padres podían comer sin preocuparse por ellos. Mi reina de todos modos no dejaba de vigilarla de tanto en tanto para que no cometiera ninguna travesura fuera de órbita y cuando su atención no estaba puesta en nuestra hija, la ponía en mí.
¿Qué sucede mi reina? —Le pregunté—
— ¿Que sucede de qué? ¿No puedo mirarte acaso, mi hombre bello? ¡Mi príncipe! —Dijo poniéndose de pie para darme un beso— Déjame limpiarte la boquita para que no se te escurra en la barba.
Puedo hacer eso yo solo ¿Acaso está tratándome como un niño de nuevo?
— ¡Oye! No te pongas así. Sabes que amo consentirte, cielo —Dijo observándome de nuevo, lanzando suspiros—
¿Qué le sucede a mí Agatha? —Me pregunté pensativo— ¿No se habrá tomado algún medicamento, de más? O peor aún. ¿No se habrá comido en el desayuno uno de esos cupcakes malignos de cannabis? ¿En qué tonterías estoy pensando? Mi esposa solo está feliz, y radiantemente desquiciada hoy.
Mejor contéstame la pregunta que te hice en la casa —Le escribí luego de acabar de comer—
— Ya te dije que me siento más cómoda teniendo sexo con mi camisón puesto —Me susurró—
¿Por qué no me dejas hacerte el amor? —Repetí la pregunta que le había hecho en la casa—
— ¿Sabes que creo mi príncipe?
— Mhm…
— Qué soy un dalit o poseo la reencarnación de uno.
— Ne?
— Lo que oíste —Dijo mientras inevitablemente yo me echaba a reír—
— Me haces preguntas, te contesto y te burlas de mí.
¿Un dalit? Solo en la desbordada imaginación de mi esposa que es capaz de atravesar el cielo y llegar al espacio, puede existir la cosa —Pensé mientras aún me echaba a reír—
— Oğuz, amo que te rías pero no si te burlas de mí.
Jamás me burlaría de ti mi reina —Le dije y luego solo la abracé y la llené de besos intentando absurdamente demostrarle hasta la última partícula de todo mi amor por ella—
Si en verdad eres un dalit o un ser luminoso que bajó a esta tierra, lo descubriré en cuanto volvamos a casa —Pensé— Como sea, te amaré intensamente de pies a cabeza hasta que los rayos del sol de un nuevo día se filtren bajo nuestras sábanas.
Tuvimos un día maravilloso y me hizo mucho bien refugiarme del tormento, en las personas que más amaba en el mundo. Era consciente de que al amanecer tendría que volver a lidiar con el mismo sentimiento y que no podría escapar pero al menos ya no estaría solo.
Aquella noche mi único pensamiento fue llevar a la cama a mi esposa y hacerle el amor hasta que cada centímetro de toda su magnífica piel de seda ardiera entre mis besos pero algo nuevamente falló a inicios de aquel largo camino nocturno mientras trazada los mejores trayectos entre dos vehementes colinas y una tierra fértil que había logrado cosechar con incansable sacrificio, el fruto más grande de nuestro amor.
— ¡Basta! No puedo, amor. Lo siento, no puedo—
— Niye?
— No puedo, Oğuzhan.
A escasos segundos de lograr despojarla completamente de su camisón, mi Agatha me lanzó nuevamente al espantoso abismo de aquella restricción. Se cubrió con el mismo, abotonándolo de arriba a abajo y se ubicó en su sitio ignorando por completo lo que acababa de suceder.
— Mejor vamos a dormir, cielo que estás muy cansado y yo también. İyi geceler!