Cuando me habían dado el alta del hospital de Estambul luego de varios meses internado por el grave ataque que había sufrido y mi esposa tomó la decisión de que retornáramos a los Países Bajos, sentí que el mundo había acabado por completo para mí. Tener que retornar al lugar de donde la había liberado y hacerlo postrado en una silla de ruedas, casi inmovilizado, me tuvo hundido en una profunda depresión. Mis días dejaron de tener sentido pese a todo el esfuerzo de mí Agatha por hacer que me recobrara poco a poco.
No lo vi de tal modo, no lo valoré sino hasta meses más tarde cuando mi pequeña Hatice fue iluminando aquel abismo oscuro al cual el destino me había condenado. Al verla tan frágil e indefensa, tan maravillosa, llena de vida y alegría, me propuse inténtalo todo por ella y a través de ella al igual que por su madre.
Mientras más crecía mi hija, más se acrecentaban mis temores. Me atormentaba la idea de que Hatice creciera viendo a su padre postrado en una silla como un irremediable inútil, incapaz siquiera de poder cargarla y abrazarla.
No podía permitir tal cosa y afortunadamente gracias al amor que me rodeaba, gracias a la fortaleza que Allah me otorgaba pese a mis altibajos, pude escapar de mi abismo y luchar cada día para ser el padre que mi hija necesitaba y necesitaría.
Uno de aquellos tantos días en los que me quedaba en su compañía mientras su madre se encontraba fuera de casa, decidí ir más allá de mis propias posibilidades y hacer algo bonito para mi hija, algo que quedaría por siempre en su memoria llena de inocencia como un obsequio muy preciado de su padre. Escribí una saga de cuentos para mi princesa, cuentos que yo no podría contárselos pero que un día ella aprendería a leerlos sabiendo que fueron los regalos más grandes que pude otorgarle en medio de mis limitaciones físicas y de un proceso muy complicado en mi vida.
Esos cuentos hablaban de Las Aventuras de Min, el gato viajero y su pequeña amiga Hatice a quien conoció en una de sus travesías mientras navegaba por las turquesas aguas del Bósforo. “Min en la ciudad de los gatos”, “Min y la niña de la mansión”, “Min y Hatice en la tierra de los colores”, "Min y Hatice vuelven a su hogar” eran los cuentos que un día llevarían a mi hija a lugares llenos de aventuras cuando aprendiera a leer. ¿Pero qué fue lo que sucedió? Yo los tenía guardados en un archivo del computador sin embargo de la nada aparecieron ante mis ojos, ilustrados de un modo que jamás había imaginado.
En la carta que yacía junto a la saga de cuentos, citaba antes que nada unas protocolares felicitaciones hacia mi persona y posteriormente comunicaba de manera extensa los premios otorgados por la Editorial Dünya Grubu con sede en Estambul.
¿Qué premios son estos? Yo no he participado en ningún concurso —Me dije tomando entre mis manos los libros de cuentos, aún incrédulo por lo que observaban mis ojos—
— ¡Ya lo abriste por fin! —Exclamó mi esposa cargando a nuestra pequeña envuelta en toalla—
Deseaba con todas mis fuerzas poder hablar y hacerle mil preguntas a mí Agatha pero todo lo que podía hacer era tomar esos libros y enseñárselos a ver si de ese modo comenzaba a explicarme lo que significaba.
— ¡Mi cielito! ¿Sabes que papá creo cuentos muy bonitos para ti? Min y tú tuvieron muchas aventuras—
— ¿Benim için babacığım?
— Evet! — Contesté con una felicidad inmensa, de esas que definitivamente no me esperaba—
— Los cuatro son para ti mi cielito —Le recalcó a nuestra hija—
Cuando Agatha acabó de vestir a la niña, la colocó sobre mi regazo y aquellos libros de cuentos finalmente estuvieron entre sus pequeñas manos, mucho antes de lo que yo hubiese podido imaginar alguna vez. Un pasaje imaginativo en mi vida donde mi princesa me otorgaba los vestigios de su alegría al darle las primeras vueltas de páginas a las aventuras del gato viajero.
— ¡Oğuz! Nuestra hija un día aprenderá a leer pero mientras ese día llegue yo se los leeré ¿De acuerdo?
— ¡Tamam!
¿Cómo se formó toda aquella historia?
De un modo que solo mi esposa hubiese podido hacerlo realidad al hallar en el computador un archivo donde yo había guardado cada uno de los cuentos que escribí. Cuando los leyó, no mucho tiempo después, durante su viaje a París, decidió postularlos en un Concurso Internacional de Cuentos Infantiles llevado a cabo por la Editorial Dünya Grubu, cada año en Estambul.
Evidentemente yo desconocía en absoluto lo que mi esposa había hecho y conforme pasaba cada segundo, cada minuto y hora, no lograba asimilar tal cosa y salir de mi asombro.
— Oğuzhan quita esa cara de incredulidad y deja de mirarme de ese modo que yo todo lo que hice fue enviar tus cuentos para el concurso a la Editorial Dünya Grubu y el resto del mérito fue todo tuyo porque ganaste.
Aquella Editorial no solo me había cumplido el pequeño gran anhelo de obsequiarle a mi hija los cuentos ilustrados que yo había escrito para ella sino también el certificado de ganador de aquella edición de la competencia, el crédito del 30% de los primeros mil ejemplares de Las Aventuras Del Gato Viajero y la invitación del lanzamiento oficial que se llevaría a cabo en la ciudad de Estambul.
¿Ne? ¿Estambul? ¿Voy a ir a Estambul?
Si algún otro motivo le faltaba a mi corazón para latir con intensidad, fue leer aquella noticia que tanto le hacía falta a mi casi nula esperanza. Yo volvería a Estambul y se lo enseñé a mi esposa intentando vanamente controlar mis ansias.
— ¿Sabes cuanto esperé este momento para verte así de feliz, mi amor? —Comentó llenándome de besos— Es lo que dice ahí. Volverás a Estambul y más vale tus lágrimas sean de felicidad —Me dijo echando lágrimas conmigo—
Desde luego que fueron lágrimas de felicidad y de gratitud infinita a mi familia y a las bendiciones que Allah estaba otorgándole a mi vida. Lloré cómo un niño, entre los brazos de mí Agatha y no me avergonzaba en absoluto pues ella comprendía cada gota de mis sentimientos.
— ¿Estás muy, muy, muy feliz?
— ¡Evet!
— Que bueno, cielo. Te he notado muy triste desde hace días y no me gusta verte así, no puedo verte de tal manera porque si tú estás triste yo también lo estoy.
Atrapado dentro de un cuerpo que ya no supo como expresar tanta dicha, todo lo que me quedó por hacer fue abrazar a uno de los seres que más amaba en el mundo. Mi hermosa Reina de Cristal.
Regresaré a Estambul —Pensé una y otra vez observando la carta de la Editorial Dünya Grubu— Volveré a Estambul pero… ¿Cuándo será eso? Aquí no figura ninguna fecha —Me pregunté con extrañeza—
— Aún no hay fecha Oğuz pero lo confirmarán pronto y cuando eso suceda, los de la Editorial van a contactarse contigo. Tú mientras aguardas, tendrás tiempo para seguir practicando —Dijo levantándose de mi lado—
¿Ne? ¿Practicar que? ¿Acaso debo practicar alguna cosa para cuando llegue ese día?
— Mejor vamos a comer que el almuerzo ya está listo.
Los días posteriores a ese, comenzaron a transcurrir con mucha impaciencia para mí y todo lo que deseaba era recibir el comunicado de la Editorial que me confirmara la fecha del lanzamiento en Estambul. Mis anhelos de volver a casa eran indescriptibles, una realidad tan cercana como lejana al mismo tiempo.
— ¿Loan, como estás? Hace rato que no me hablas.
— Lo sé y lo siento, Agatha. He estado saturada de cosas pero ya el caos ha pasado. Pediré mi traslado ¿Sabes? estoy aguardando la aprobación del Consejo Médico de Ankara.
— ¿Qué? ¿Vas a mudarte a Turquía? —Preguntó mi esposa con voz elevada y no pude evitar escuchar por lo que me acerqué hasta ella para intentar oír más—
— ¡Agatha! Esto está siendo muy difícil para mí. Me costará mucho dejar Londres porque sabes que nací aquí y crecí aquí. Ejercí mi profesión en este lugar y no sé si podré lidiar con un cambio tan grande en mi vida. Estoy aterrada.
— No te pongas así, Loan que tú siempre fuiste la que me ha consolado y yo no tengo idea de cómo hacer lo mismo contigo.
— Claro que sabes, Agatha, tú ya viviste allá, sabes como es la vida en Turquía y tienes que convencerme de que será una buena idea mudarme definitivamente en Ankara.
— ¡Está bien, pero tranquilízate! Deja de llorar por favor.
Por lo poco que pude percibir de aquella conversación, la Dra. Loan había entrado en una crisis de pánico ante la posibilidad de ir a vivir a Turquía. Semejante situación se veía venir pero ni ella ni mi amigo Baymaz habían llegado antes a un acuerdo sostenible y por consiguiente acabó sucediendo lo mismo que nos había ocurrido a Agatha y a mí.
— ¿Por qué piensas que no te irá bien en Ankara? El Hospital al que vayas será muy afortunado de tener a una profesional como tu en su plantilla médica. ¡Escúchame! Te prometo que Ankara es una ciudad muy hermosa, te gustará mucho y te acostumbraras. Si no me crees y no me oigo convincente por teléfono, ya nos veremos pronto y me encargaré de convencerte en persona.
— ¿Acaso van a venir a Turquía también? Baymaz me ha contado sobre el caso del hermano de Oğuzhan, confía en que podrá sacarlo pronto de la situación en la que se encuentra por eso no ha querido atormentarlo con noticias que no le otorgarían ni cosas buenas ni cosas malas. Dice que en un par de semanas habrá resultados definitivos.
— Ja… hablé con él al respecto y me dijo lo mismo. Espero en verdad que así sea.
¿Con quién habló mi Agatha? —Me pregunté—
— Aún no tenemos fecha exacta Loan pero estaremos en Turquía muy pronto —Afirmó observándome con una sonrisa—
— Te esperaré con impaciencia, Agatha. A todos… tengo muchas ganas de ver a mi princesita Hatice.
— La verás pronto y verás lo grande que se pone día con día.
— De acuerdo pero mantenme al tanto para recibirlos.
— Lo haré.
Aquella extensa conversación me dejó intrigado pues no pude comprender todo lo que hablaron, apenas logré sacar deducciones en base a las cosas que decía mi esposa. Sin embargo no perdí la dicha sino todo lo contrario. El hecho de oír la reiteración de mi Agatha de que volveríamos a Estambul, me llenó el alma de mil emociones y rebosó en la espera de aquel ansiado día.