Como si le hicieran falta más cosas raras a mi día y cuando apenas intentaba descifrar el comportamiento de la Dra. Horst, al llegar a la casa y luego de haberme dado un baño, salí y percibí en la habitación, específicamente sobre el buró, el pequeño cofre de Hariel.
¿Por qué Agatha lo sacó de la urna? —Me pregunté— y es que el cofre de Hariel yacía en una urna muy bonita del jardín de la casa donde mi esposa lo había colocado un poco antes del inicio de primavera.
— ¡Amor! ¿Quieres que te ayude a vestir? —Irrumpió repentinamente con esa voz de tono pervertido que hacía tiempo no oía—
— ¡Yok!... ¡Evet!
— ¿Eh? ¡Decídete Şehzadem! ¿Si o no?
— ¡Evet! —Contesté finalmente no sin antes señalarle el cofre de Hariel para que me contara por qué se encontraba fuera de la urna—
— Oğuzhan, no voy a dejar aquí solito a mi angelito. Lo llevaré con nosotros. ¡Oye amor! ¿Ya pensaste en escribir el discurso para el día de tu lanzamiento?
¿Discurso? ¿En qué discurso podría pensar yo si no puedo hablar? —Pensé mientras ella comenzaba sacudir mi cabello con una toalla para secarlo—
— Debes redactar un breve discurso sobre tus vivencias mientras escribías tus cuentos y que fue lo que te inspiró, dar una pequeña descripción sobre los mismos, para compartir con los presentes el día del lanzamiento. Tú escribes y yo lo leeré por ti.
Mhmm… Eso no suena mal, si escribo un discurso, mi hermosa reina será mi voz tal y como lo había sido desde hacía mucho tiempo —Pensé—
El día 20 de junio nos despedimos de los Países Bajos, junto con el ocaso de la primavera que conservaría sin dudas los recuerdos de un jardín que se confundía entre las más hermosas flores y la inquebrantable belleza de mi esposa en medio de un ritual de infinitos colores de tulipanes.
— ¿Şehzadem, te preocupa alguna cosa? Min estará bien, él más que nadie se acostumbró a los viajes —Dijo sonriendo— y nuestra hija ya se quedó dormida —Acotó observando atrás donde la pequeña se encontraba junto a Farah—
En realidad mi preocupación era mi esposa pues un episodio muy similar ya había ocurrido una vez en nuestras vidas, dejando los Países Bajos y deseaba mucho que las cosas en esta ocasión resultaran diferentes durante el tiempo que permaneciéramos en Estambul.
Pero otra cosa también me inquietaba y se me hacía muy raro, y era que ella no estuviera preocupada por su hermano. ¿Qué sucedió con Virgil? —Me pregunté extrañado—
— Mejor descansemos un poco, cielo que así el viaje se nos hará más corto.
— ¡Tamam!
AEROPUERTO INTERNACIONAL DE ESTAMBUL
¡Llegó el momento de ponerse de pie mi Oğuzhan! —Exclamó mi esposa extendiendo ante mí el caminador desplegable—
Puedo hacerlo, claro que puedo,1 pero nos tardaríamos demasiado tiempo en llegar hasta la salida —Me dije—
Farah: ¡Señor! Ya estamos aquí por lo tanto tenemos todo el tiempo que usted pueda requerir.
Agatha: Así es.
Oğuzhan: ¡Tamam!
Con un noble gesto, mi esposa agradeció a la azafata quien durante todo el viaje había sido bastante servicial y amable con nosotros y al despedirnos de ella, nos dirigimos a buscar nuestras maletas.
— Siéntense aquí mientras yo voy por Min y pediré que nos traigan hasta aquí nuestras maletas.
— ¿La acompaño, señora?
— Siéntate, Farah que mi hija ha de estar martillándote la espalda. ¡Ya regreso!
No podría describir por nada en el mundo las incontables sensaciones dentro de mí tras abandonar el Aeropuerto y volver a poner los pies en mi tierra. Unos pies que me llevarían a recorrer y pasear nuevamente por las maravillosas costas turquesas del Bósforo en compañía de mi amada familia.
— ¡Bienvenido de nuevo a su reino Şehzadem! ¡Mi adorado príncipe! —Exclamó otorgándome una sonrisa tan resplandeciente con aquel sol que anunciaba la entrada inminente del verano—
Agatha inconteniblemente demostrativa en sus afectos hacia mí, me llenó de besos en medio de toda esa gente y luego cargó entre sus brazos a nuestra hija quién acababa de despertar.
— ¡Despertaste mi pequeña bella durmiente! Nos sentaremos aquí un momento para aguardar a nuestro chofer que ya está en camino.
¿Chofer? ¿Qué chofer? ¿Para qué necesitamos uno si yo puedo manejar? Claro que aquí ya no tengo mi coche robot —Pensé—
Yo desconocía a que chofer se refería mi esposa, pero tal y como lo había mencionado ella, el mismo no tardó en venir por nosotros y en un coche muy parecido al que acababa de recordar. Del mismo, esperaba a que descendiera cualquier persona y que luciera como los típicos choferes de las telenovelas pero no fue así y no logré salir de mi asombro, más que por la persona, por la manera tan meticulosa con la que mi Agatha había actuado y acomodado todo sin que yo sospechara absolutamente nada.
— ¡Dayi! —Exclamó mi hija—
— ¡Kleine!
Era Virgil y estaba allí ¿Pero en qué momento había venido? Lo último que yo supe sobre él fue que lo habían dado de alta y ya luego mi esposa repentinamente dejó de mencionarlo.
¡Ahora entiendo porqué! —Me dije—
Agatha: ¡Te ves muy guapo hermanito!
Virgil: ¿Lo crees en verdad?
Agatha: Claro que lo creo.
Virgil: ¿Nos vamos?
Hatice: ¡Hide Dayi! ¡Hide!
Virgil: ¡Oğuzhan! Este coche es para ti pero por esta ocasión manejaré yo —Aclaró sacando para afuera el asiento con el pequeño control remoto— ¿Podrás solo?
Oğuzhan: Mmm ..Evet.
Agatha: Despacio, cielo. ¡Farah! Ayúdame con las maletas por favor. Ubicaré a Min.
Farah: Si, señora.
Virgil: Yo ubicaré a este solecito en su silla y nos vamos.
Durante todo el trayecto no pude evitar pensar en mi hermano Ömer. Agatha ya tenía junto a ella a su hermano y se veía muy feliz al igual que Virgil, en cambio yo seguía sin saber sobre el mío y mi amigo Baymaz desde hacía varios días que no se comunicaba conmigo para que pudiera aliviar de algún modo mi pesar. Lo único que me servía y de gran consuelo era que ya me encontraba de regreso en casa y que en algún momento iba a poder verlo.
A través de la ventanilla del coche, vagaban mis pensamientos mientras ya podía percibir la majestuosa vista del Bósforo, decorado con Ferris, yates y pequeños botes. Era media tarde y hacía un clima cálido y maravilloso, perfecto para disfrutar de todo lo que Bebek tenía para ofrecer empezando por los atractivos que se lucían ante nuestros ojos como los rascacielos de cristal, los hoteles lujosos, las cafeterías y restaurantes exclusivos, las terrazas con vista al mar, las Boutiques y tiendas Gourmet.
Virgil: Estoy aquí desde hace varios días, he recorrido casi toda Bebek y aun así sigue impresionándome tanta opulencia.
Agatha: ¡Bueno! Tengo un esposo ostentoso por eso vinimos a vivir a un lugar tan exclusivo —Dijo sonriéndome—
¿Ostentoso? Adquirí nuestra hermosa casa en este lugar y a orillas del Bósforo pensando únicamente en ella. Una reina merece eso y mucho más.
Cuando llegamos, observé mí alrededor recordando todo aquello que tuve que dejar atrás alguna vez, no solo nuestra casa llena de sueños perdidos, sino una vida arruinada y llena de esperanzas vacías.
— ¡Hoşgeldin Şehzadem! —Exclamó mi esposa extendiendo nuevamente el caminador delante de mí—
Respiré profundo y me puse de pie, pues esa era la única manera en la que debía ingresar a nuestra casa según los deseos de Agatha.
Hatice: ¡Hide babacığım ¡Hide!
Agatha: Babacığım irá despacio, Hatice. No lo apresures.
Virgil: Bajaré con Farah las maletas.
Agatha: ¡Por favor, hermanito!
Muy cerca de los escalones de la casa, un par de personas aguardaban por nosotros y al acercarnos, nos dieron la bienvenida.
— ¡Hoşgeldiniz Berli Bay! Hanım!
— Hoş bulduk! ¡Amor! Ellas son Didem y Nuray. Ambas se harán cargo del cuidado de la casa. Con Farah, desde luego — Acotó— Didem estará a cargo de la cocina y Nuray de la limpieza.
¡Ya veo! Mi esposa se ha encargado absolutamente de todo ¿Pero en qué momento? ¿Y dónde tenía yo la mente cuando hizo todo esto? —Me pregunté—
En ese instante una de esas mujeres me pasó un par de muletas para que pudiera apoyarme en ellas y subir los escalones. De todos modos no lo hice solo pues no era lo mismo apoyarme en un caminador que en un par de muletas.
Con ayuda de Virgil subí sin peligro a que pudiera perder el equilibrio y fue así como finalmente llegué a destino. ¡Nuestra casa! Aquella a la cual deseaba lejanamente que permaneciéramos por siempre.
— Toma de nuevo tu caminador, cielo que no confío en estas muletas —Me susurró mi hermosa reina mientras permanecíamos allí por unos cuantos minutos observando la maravillosa vista desde arriba—
Al ingresar a la casa fui directo hasta el sofá de la sala para que pudiera descansar, sin embargo podía continuar observando encantado toda la belleza del Bósforo a través del ventanal de vidrio.
— ¡Babacığım! Beni yükle babacığım!