A todos en cualquier momento de nuestra vida nos han roto el corazón.
Yo no soy la excepción, no soy diferente, y ¡Sí! También formo parte de aquel grupo.
¿Quién no lo está? Díganme el nombre y juntos vamos y le hacemos la mejor fiesta del año NO QUE VA, DE LOS TIEMPOS, y pedirle el secreto de tal grande hazaña.
Pero como no hay nadie, solo hay que resignarse y acostarse en tu tibia camita, mientras pones películas románticas, y comes helado como si no hubiera un mañana, a todo esto, agréguenles las lágrimas, al menos eso fue lo que yo hice.
Me llamo Megan Harper y cuando tenía 15 años de edad le entregué mi corazón a alguien en bandeja de plata, él lo único que hizo fue destruirlo pieza por pieza, los pedazos grandes los transformó en pedazos más pequeños.
— Esta es mi historia —
Al menos, la historia de mi primer amor.
Todos dicen que el primer amor nunca se olvida, eso es cierto, (yo lo confirmo). Pero la conversación, al menos la mayoría de veces, llega hasta ahí. Siempre me cuestioné por qué no contaban el inicio y final de su historia. Me costó mucho entender la razón. Pero después de tantas interrogantes que les hacía a las personas, no fue necesario que ellos me contestaran para poder obtener una respuesta.
¿Por qué?
Sencillo, fue mi turno.
Él era como ese príncipe azul que tanto leía en los cuentos de niña, pero al mismo tiempo era como esos atractivos chicos, egocéntricos y con el ego por las nubes que te robaban el aliento, pensé que esa clase de chicos solo se encontraban en los libros. Nunca me imaginé que él me mostraría por primera vez a la realidad combinada con lo ficticio.
Todo era tan espectacular, era estar viviendo en mi propio libro romántico/cliché.
Él el popular, yo la nerd. Él el guapo de la secundaria, yo con buena salud.
No pude evitarlo, por más que quise, por más que me repetí, todo fue en vano porque ni tarde pero temprano, terminé enamorándome.