Gabby
—¡Ahhhhh!
No me lo podía creer, no me lo podía creer. Había sido la mejor noche de toda mi vida, bueno... No exageremos, había sido una noche muy buena. Todo salió mejor de lo que había planeado. Hablé con Connor, Carter y yo nos volvimos a dirigir la palabra, pasamos la tétrica etapa de los monosílabos, había logrado salir de aquel hueco oscuro en el que me había metido yo solita, para sorpresa mía no había sido desagradable, en lo absoluto. Es más, fue refrescante experimentar aquella atención positiva por parte de todos, llevarme el crédito de mi heroicidad, los vitoreos, los gritos, esas palmaditas en la espalda que me daban a cada rato.
Me sentí... Yo misma.
Me dejé caer sobre el respaldo del asiento, soltando un largo suspiro mientras recordaba cada detalle de aquella noche, todo había sido tan ¡mágico!
¡Ay! ¿qué me pasaba? eso había sonado demasiado cursi.
—Entonces... Gabby, ¿qué te pareció recibir tanta atención esta noche? —preguntó Nikki mirándome de reojo con esa sonrisita traviesa que me decía "¡Ajá! ¡listilla! ¡te he pillado!"
Volví a suspirar mientras sonreía de oreja en oreja hasta tal punto que mis mejillas comenzaron a doler.
—¡Ay Nikki! toda ha sido... ¡Maldita sea! ¡Gatoooooooo! —grité señalando la carretera.
Un gato. Un maldito gato se había atravesado en nuestro camino, segunda vez el mismo día.
Señal de mal aguero, sin duda.
Me tapé el rostro, dejando unas delgadas rendijas para ver lo que pasaba, aunque no sirvió de nada. Todo pasó demasiado rápido, fue como un relámpago.
Nikki dio un volantazo, pero esta vez no había ningún monte que detuviera el golpe, más bien había una gigantesca planicie. Dimos aproximadamente, diez vueltas consecutivas, yo solo podía cerrar los ojos con fuerza y aferrarme a cualquier cosa que se mantuviera estática. Nuestros gritos seguramente llegaban hasta Europa.
—¡Waaaaa!
—¡Kyaaaa!
Un estrepitoso bullicio nos sacó de aquella pesadilla, que no hacía más que empeorar a cada segundo que transcurría.
Sentí un golpe seco contra mi asiento, que prácticamente me empujó hacia adelante. De no haber sido porque llevaba puesto el cinturón, que se tensó y tiró de mí hacia atrás, pegándome al asiento, habría terminado con los dientes sembrados en la tierra. Mi cabeza se estrelló contra el respaldar del asiento, haciéndome abrir los ojos de golpe y parpadear desorientada.
¡Dios! ¡Vi estrellas fugaces y rayos de luz!
Nos habíamos salido de la calle, como me sospeché. Fuimos a dar entre dos troncos viejos, de no haber sido por ellos aún seguiríamos dando vueltas por allí. Aquello fue...
Terrible. Aterrador.
Era un hecho, ¡nunca! ¡nunca volvería a conducir! me compraría una bicicleta, decidido.
Y una patineta para Nikki.
Me desabroché el cinturón de golpe, sin saber muy bien que hacer, me volteé hacia ella, que no había pronunciado palabra alguna en ningún momento desde que el auto se detuvo.
Al girarme algo, o mejor dicho alguien, se interpuso en mi campo de visión.
—Oye ¿Qué...?
Paré de golpe, fue como si me hubiesen puesto el helado filo de un cuchillo contra la garganta. Sudé frío y pasé saliva con mucha, muchísima dificultad. Volví a girarme, mirando al frente, con temor de volver a mirar hacia mi izquierda.
La... La... La mujer. El... Cadáver. ¿Se había movido?
—N-Ni–Nikki, Nicole. —susurré con un hilillo de voz, casi al borde de un ataque de nervios.
—¿Si? —preguntó apretando aún más el volante, irguiéndose en su asiento e inhalando profundamente.
—¿Es... ¿Es... La mujer? —logré decir al fin, más alto de lo que había planeado.
—S-ssiii... Yo... Yo creo que si.
Ambas giramos la cara, en dirección al medio de nuestros asientos. Asustadas. Hice una mueca al ver el rostro pálido y medio desfigurado de la mujer. Muerta.
¡Muerta!
¡Que pateó el balde!
¡Peló el bollo!
¡Finita!
¡Muerta! ¡¿Cómo?! ¡¿Cómo carajos había llegado hasta allí?!
Ambas abrimos las puertas del auto y prácticamente saltamos de nuestros puestos, casi como si el vehículo estuviera ardiendo.
—¡¿C-Cómo?!
—Y-Yo qué voy a saber ¿Eh? —exclamé con histeria a más de 8 metros de aquel auto.
Fuera como fuera, teníamos que movernos, antes de que alguien llegara y nos metiéramos en problemas, muy graves problemas. Miré nuevamente a Nikki, a través de la ventana, evitando mirar por mucho tiempo el brazo colgado de la Sra. Wallabanger, compartimos una mirada cómplice y nuevamente nos acercamos al auto. Como auténticas asesinas seriales.
—Muy bien Gabby, esto se ve peor de lo que en realidad es —murmuró Nikki, masajeándose las manos y colocándolas a ambos lados de su cadera.
—Claro, claro —sacudí la cabeza, intentando organizar mis pensamientos —¿Y ahora qué hacemos?
—Esperaba que me lo dijeras tú.
—¡Williams!
—¡Okay, okay!
Se frotó nerviosa las palmas de las manos contra su vestido, miró hacia todos lados y abrió la puerta trasera, señalando el interior. La miré con el ceño fruncido, sin entender.
—Saca el ataúd, tíralo al suelo y déjalo con la tapa abierta. Intentaré mover el cuerpo, lo sacaremos entre las dos, la pondremos en su lugar y ordenaremos todo. Volveremos a casa, comeremos helado y dormiremos felices. —finalizó aún nerviosa, pero con convicción.
La verdad es que yo no sabía que pensar, a esas alturas todo me parecía posible, así que ni modo, me reservé mis comentarios sobre el estúpido plan. Caminé hasta la puerta trasera, suspiré al ver el gigantesco ataúd de caoba, se veía pesado y no me equivocaba en lo absoluto. Tuve que halarlo con todas mis fuerzas para que se moviera un poco, dejé caer la mitad de este, dejando la otra mitad aún dentro del auto.