¡déjame en paz! ¡asesino!

Nuevos problemas

Gabby

El día se había pasado volando. Primera vez. Aunque prácticamente me la había pasado saltando de clase en clase. Después de aquel incidente con el imbécil profesor sustituto, no tuve apetito ni de aparecerme por la cafetería al momento del almuerzo. 

Es que ¡Arsh! No comprendía, la noche anterior, juro haber visto a un chico simpático y gracioso, pero aquel día estaba todo cambiado, se veía mayor, se comportaba como un maldito viejo de sesenta años y se creía el amo y señor de todos. 

¿Acaso había algo peor?

Ehhh... ¡Claro!

Me sorprendí al volverlo a ver, pero esa sorpresa se fue al caño, al momento que se le ocurrió abrir la maldita boca y soltar todo ese sermón sobre llegar tarde. Aún no me cabe en la cabeza, cómo siquiera se le ocurrió acercarse de esa manera a mí, eso estaba prohibido ¿no? ningún profesor puede invadir el espacio personal de un estudiante, va contra la ley.

¡Contra la ley! ¡Lo voy a demandar!

Aunque con un profesor como él, cualquier chica permitiría mucho más que invadir su burbuja protectora, pero solo tenía que abrir esa bocaza para espantar hasta la chica más desesperada por la mínima atención afectiva . En el mundo había demasiado sujetos como él –hermosos por fuera pero en estado de putrefacción por dentro– que contaminan el aire con su simple presencia.

Inmundicia masculina.

Es por eso que seguía soltera, viviendo con mi hermano mayor. Ningún chico me parecía suficiente, los chicos eran el problema, los hombres en general eran el problema. Yo estaba muy bien gracias. No necesitaba de ellos, y ese infeliz sustituto era el vivo ejemplo.

"Ajamm... Cuando te pones así de filosófica mata hombres es cuando comienzo a sospechar"

¡Nada!

Bufé, sacudiendo de mi cabeza aquellos pensamientos. Caminé más rápido, en dirección a la recepción, en donde guardaban todos los objetos perdidos y decomisados. Una chica, poco mayor que yo, me recibió con una inmensa sonrisa y sostuvo la puerta para que pasara. Sonreí agradecida en respuesta y me dirigí a la caja de materiales confiscados, que se encontraba a escasos metros de la puerta.

¡Wow! en serio a estos profesores les gustaba desplumar a los pobres estudiantes, aunque de pobres no tenían ni un pelo, en la caja había todo un botín. Desde finas piezas de joyería hasta llaves de extravagantes autos. Rodé los ojos y seguí buscando, evitando pensar en que seguro esos niños ricos ni siquiera recordarían que debían recoger sus pertenencias, es más, seguro papi les regalaría otro auto y otro par de pendientes. 

¿En serio debía vivir rodeada de personas como estas?

Seguí rebuscando hasta dar con la funda rosa de gatito que tenía mi móvil, lo tomé apresuradamente y me dispuse a salir corriendo del instituto, si conducía rápido y llenaba el tanque de gasolina de Wanda, podría alcanzar mi turno de salvavidas a tiempo. Crucé unos cuantos pasillos y salí del instituto, pero tuve que detenerme justo antes de llegar a la motocicleta, había recordado un pequeño detalle un poco importante.

¡Kat! ¡El gato! ¡Lo había dejado en el casillero!

Suspiré, y regresé adentro, aún había unos cuantos estudiantes vagando por los pasillos. No les presté mucha atención, estaba imaginándome las mil formas en las que podría estar muerto Kat por no haberle llevado comida. 

Por eso, damas y caballeros, no sirvo de niñera ni nada parecido. No podía hacerme cargo ni de un simple gato.

Llegué al casillero, y escudriñé mi bolso en busca de la llave. Abrí la cerradura y casi me caigo hacia atrás al ver que Kat no estaba, había desaparecido, se había esfumado, había hecho ¡kapuf!

"O se lo han llevado" habló mi subconsciente, y esta vez decidí no callarlo ya que reparé en un mínimo detalle.

Había pelo oscuro de gato esparcido por todo el suelo, trazando un rastro que se perdía hasta la esquina más cercana. Intenté pensar con mente fría, seguramente se lo había llevado el dueño. Pero ¿cómo? solo Carter sabía dónde estaba escondido, ¿y si el supuesto “dueño” me hubiera visto llegar con el gato? o peor ¿me hubiera visto recoger a su gato de la calle?

¿Pensaría que soy una ladrona de gatos empedernida? ¿Eso se puede catalogar como acoso? Pero... Haaaa...

Fuera como fuera, el gato ya no estaba. Nicole estaría muy feliz por haberme desecho del fulano, como ella lo llamó en la mañana. 

¿Y ahora qué?

Me volví, ofuscada, no era mi responsabilidad ni nada, pero era una vida. Una pequeña, pero contaba como tal ¿no?  Ya resolvería después, tal vez hasta imprimiría unos carteles de “desaparecido”, responde al nombre de...

¡Rayos! ni siquiera sabía cuál era su nombre real. ¿Podría usar “Kat”? ¿O “fulano”? Creo que no.

Cerré la puerta del casillero y trabé el seguro del pequeño candado, apreté la banda de mi cartera y volví por el mismo camino. La moto me esperaba, burlándose de mi desconcierto. Suspiré y pasé la pierna izquierda por esta, mientras maniobraba para montarme de un salto. De improvisto, una gran mano se aferró a mi cintura y me empujó hacia arriba, ayudándome a subir. Al estar bien sentada y sin ningún riesgo de posible caída aparatosa, me giré hacia mi salvador. Los ojos oscuros de Connor me dieron la bienvenida con su habitual sonrisa de oreja en oreja.

Sonreí en respuesta y me acomodé mejor la falda, que se había subido hasta la parte alta de mis muslos. ¡No, no ahora!

—Pensando en el diablo —dije sin pensar. 

Sin dejar de sonreír, arqueó una ceja. Divertido. ¿Qué le hacía tanta gracia? ¿Acaso había dicho algo gracioso? Repasé mis últimas palabras, y desgraciadamente, identifiqué mi metida de pata.

—¿Estabas pensando en mí? —preguntó con un deje de incredulidad combinado con euforia.

No exactamente...



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En el texto hay: risas, amorodio, complicidad

Editado: 26.04.2023

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