Gabby
—¡Estúpido aparato que no sirve para nada! —vociferó Nikki, zarandeando el pequeño teclado incrustado en la pared, por trigésima vez en cinco minutos.
Si sigues así, sí que no va a servir para nada, amiga.
Solté un corto bufido y me reacomodé en el sillón, retomando lo que estaba intentando descifrar.
¿Qué era? la nota ¡Claro!
Llevaba más de dos semanas intentando comprender lo que la dirección y los números de la nota significaban, no era un número extranjero, ya había intentado eso y de inmediato saltó la operadora con que el número de telefóno que había dictado no existía.
Una rayita más a mi nivel de impaciencia, van 3 de 5. Si llegaba al límite, hmmm... Bueno. Realmente no querrán estar ni a un metro de mí cuando llegue a mi límite.
¡Dos semanas! sin saber nada de los salvavidas Cada día, sin falta, Nicole y yo íbamos en busca de alguna explicación, pero nada. Nunca estaban. Las personas estaban desprotegidas sin nosotros, a la intemperie de cualquier desastre o accidente.
¡Ok! tal vez estuviera exagerando un poco, los bañistas podían apañárselas solos. Era yo la que me sentía a la intemperie, sin rumbo alguno. ¿Dónde estaba mi propósito?
Estancado, claro está.
Ni siquiera sabía qué quería comer en el almuerzo. Logan nunca llegó, nunca hubo sorpresa y sus pertenencias habían desaparecido, fui a reportarlo a la policía para descubrir que había sido él mismo quien las había retirado. No había llamado, no había escrito ¡Ni siquiera contestaba mis mensajes! Parecía más bien una novia desquiciada que una hermana preocupada ¡Y eso ya es decir mucho! Había desaparecido por completo, y yo ni idea de dónde pudiera estar.
¡Concéntrate, Gabby!
Seguí analizando aquella cita mientras que Nikki presionaba sin piedad los botones del aparato instalado a un lateral de la pared de la entrada, con frustración, a punto de perder los estribos. Hace algunos días había pedido que vinieran a instalar un sistema de alarmas y vigilancia, solo por una ligera insistencia –prácticamente obligación– mía.
¡Estaba preocupada por mi amiga! que entren a tu casa sin tu permiso es cosa grave, muy grave.
Así que le dí un ultimátum "O pones una alarma o... ¡Pones una alarma!" así que hizo lo más obvio.
¡Puso una alarma!
O al menos eso intentaba...
—¡Te odio! ¡funciona de una maldita vez!
La alarma comenzó a sonar. Otra vez.
Cerré mi portátil y me levanté del sillón, no podía concentrarme, no así, con Nicole haciendo estragos con la bendita alarma. ¡Novedad! Logan tampoco había hablado con los padres de Nicole ¿Cuando se había vuelto tan...
¡Ay! ¡No tengo suficientes palabras para describirlo!
—A ver, Beba, dime qué pasa con eso ¿acaso necesitas de mi magnifica ayuda? —pregunté soltando un suspiro al estirar mis agarrotados músculos y caminando hacia ella.
¡Claro que necesitaba mi ayuda!
—¡Arsh! si ese cachivache de pacotilla no se digna en funcionar ¡lo arránco! ¡te juro que lo arránco! —gritó, señalando acusadoramente al pobre aparato, que no hacía más que cumplir su cometido.
Alarmarnos.
Suspiré y la miré cansada, le creía. Sabía que sería capaz de hasta tirarlo por la ventana e incinerarlo si no resolvíamos aquello pronto. Coloqué mis manos en las caderas e intente decifrar cómo diantres funcionaría aquel artefacto. Siendo sincera, ni siquiera yo tenía alarmas en mi casa.
No había tenido razón alguna.
—¡Ay Gabby! estoy arruinada, mi reputación, mi fiesta ¡todo! ¿imaginas lo bochornoso que será si la alarma se activa cuando las personas lleguen? —exclamó lanzándose teatralmente sobre el sillón, yo ni me inmute. Seguí analizando aquel aparato con botones, esperanzada a que me lanzara una respuesta o algo.
—Recuérdame ¿porqué harás una fiesta de disfraces en pleno septiembre? —pregunté sin girarme, acercándo mi rostro al dispositivo fraudulento.
—Porque octubre es época fría y no podré lucir mi corto...
Apreté los ojos haciendo una mueca.
—, ajustado...
Intenté lo más que pude contener una risotada, cada año era lo mismo. Solo que de diferentes temáticas, aunque ese no era el motivo principal
—, y sexy disfraz de beisbolista.
Y hasta allí llegué yo y mi concentración, sentí todo mi mundo temblar, de la risa. Me ahogaba en ella, carcajadas y más carcajadas.
—Ay Nikki, tú no podrías agarrar un"bat" ni aunque tu vida dependiese de ello —aseguré secando las lagrimas que se habían escapado de la risa, nunca dejaría de sorprenderme.
—¡Humph! ¡Arruina emociones!
—¿No será que estás preocupada por no poder hacer la fiesta de Halloween por el viaje que haces con tus padres tooodos los años?
Y así era, a finales de octubre los padres de Nikki y ella viajaban a Nueva Guinea para disfrutar de su casa de vacaciones en el mejor momento del año.
—¡Hum! -se limitó a refunfuñar—. No pareciste protestar mucho al aceptar asistir a la fiesta disfrazada de diosa griega
Paré de reír en seco ¿diosa? eso era nuevo.
—¿Cómo que acepté ser tu diosa o lo que sea? Nikki ahora mismo no estoy para tus chistes de mal gusto ¿cómo se supone que arreglaré esto? —pregunté más para evitar a toda costa que me sugetara a esa fiesta que por otra cosa.
Conocía muy bien a Nicole, como para saber que estaba maquinando un plan para hacerme ir a su dichosa fiesta de disfraces, haciéndolo pasar como "un nuevo paso para superar mi crisis dramática de llanera solitaria" como había decidido llamarla. Nikki me miró con una ceja enarcada y su típica mirada maquiavélica, para pasar a esa sonrisa de la suegra de Tarzán en la película George de la selva 2.
Oh oh.
¿Conocen ese sentimiento, cuando estas en un lugar muy alto y deseas saltar?